El Málaga descorcha la ansiedad
Liberados Llegaron el primer gol y el primer triunfo, que conforman un nuevo marco de calma en Martiricos Abierto Tras el 2-0, una gran combinación desde atrás que culminó Adrián, el Valladolid apretó metiendo miedo y el Málaga perdonó a la contra
A las 16:55, Fernando Sanz ya estaba sentado en el palco. Lluvia de flashes. Cinco minutos antes, en intimidad, sonreía de oreja a oreja recordando viejos tiempos con Marcos, coetáneo y compañero en la cantera del Madrid al que envidia porque pese a ser un año mayor que él aún se gana el pan con una camiseta. Él, que el jueves por la mañana se había vestido de corto junto con Sandro y Valcarce para entrenarse con los no convocados, tenía que volver a hacer como Supermán y ocultarse bajo un traje. De nuevo en la ficción que más detesta. Seguro que le habría encantado celebrar la liberación blanquiazul como los 18.060 presentes, enloquecidos con el gol de Lolo y el pitido final. El protocolo de la contención contra las gargantas liberadas.
Sin ser el mejor partido de los cinco, fue el de mayor presencia en el área rival. Todo porque Lolo suministró un calmante a los 34 minutos. Su gol le quitó el precinto a la ansiedad acumulada. Y apareció un Málaga más desperezado. Sufridor porque es su sino, pero capaz de someter al rival, de hacer fútbol, de marcar goles. Un partido de Primera y no una enconada lucha por acabar con la sequía, que era lo que demandaba el aficionado.
Apenas unas horas después de haber estrenado el casillero de goles a favor y el de los puntos, el Málaga sólo ha dado dos saltitos en la clasificación, pero se ha asido a mayor tranquilidad. Aleja un poquito a Chaparro y a Muñiz; distancia a Preciado y permite tener cerca la rueda de hasta siete entrenadores señalados para la salvación. No estar en los puestos de descenso ya parece un trampolín para la moral de este plantel.
La única diferencia entre el tanto errado por Pablo Barros ante el Valencia y la magnífica combinación que Adrián culminó para hacer el segundo tanto fue esa, que el Málaga ya no luchaba contra sí mismo, sino contra su oponente.
Ahora Antonio Tapia amplía su margen de trabajo sin el yugo de la necesidad. El paréntesis alarmista se ha cerrado. En el horizonte esperan el Recreativo y el Getafe, porque mirar más allá es echarse a temblar con la primera etapa reina. Y lo afronta sin el oxígeno viciado, con cuatro puntos sumados que permiten analizar la progresión blanquiazul sin la respiración entrecortada. Como ese alumno que encanta a los profesores porque todos los días evidencia una evolución.
La primera de las mejoras llegó haciendo buena la docencia impartida por Villa tres días atrás: la justicia de la puntería. En 13 minutos Ogbeche había llegado dos veces al área de Arnau, una con remate y otra con susto -lo cual generó pitos en dos oleadas respectivas, una más tímida, otra no tanto-. Tras un testarazo sin fe de Adrián, en el 34 Lolo mandó a gol un rechace entre una nube de piernas. Era la primera oportunidad que levantaba de sus asientos a los seguidores, que ya tenían el susto en el cuerpo. Quiere decir esto que algo cambiaba tras 394 minutos sin hacer gol. Máxime cuando el campo se volcaba más hacia Arnau que hacia Sergio Asenjo. Por primera vez, el Málaga comparecía transformado en un conjunto de la élite. Tapia se levantaba del diván y le cedía el asiento a Mendilibar, seguramente el hijo de Lezama que más se aleja de los patrones allí enseñados. No sólo porque tuvo la frialdad de dejar a su equipo con diez durante 13 minutos hasta el descanso mientras a Javi Baraja le cosían la ceja -el tanto de Lolo llegó precisamente después del córner en el que el fortuito encuentro con Baha le procuró la brecha al ex del filial-, sino porque cambió hasta dos veces de sistema para acabar jugando con un 1-3-4-3 que en gran parte explica los problemas locales vividos en la segunda mitad.
Tapia no quiso tocar nada hasta que el 2-0 le hizo ver la orilla y era justo que así fuera. Los mismos hombres que habían tuteado sin fruto al Valencia merecían la continuidad. Una segunda parte de contundencia en la retaguardia -este Weligton aún no ha visto el techo de su desarrollo- y rapidez en las transiciones pintó de rosa el marcador. En realidad, el tanto de Adrián supuso un punto de inflexión, pues Tapia recogió velas (Apoño por Duda) y Mendilibar desabrochó a los suyos. El Málaga encajó bien y el Valladolid pegó más al aire que a los blanquiazules. En otra visión, todo se puede explicar desde las porterías. Sergio Asenjo despejó hasta dos claras ocasiones de Apoño metiendo la mano lo justo para desviarlas; Arnau hizo lo propio ante el prometedor Medunjanin, pero con un corto rechace que le valió a Pedro León para meter miedo.
Quizá el sufrimiento final, encarnado claramente en el disparo al poste que Vivar Dorado estrelló a seis minutos del final -Baha había hecho lo propio en la jugada anterior al 2-0-, fuera necesario para valorar aún más la victoria. O para pensar que sólo fue la primera y que sin muchas más el sueño de la permanencia es quimérico.
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