El Málaga duró lo mismo que un azucarillo

Se despide de la Copa por su blandura ante los ataques del Getafe · Juanmi, a sus 16 años, salvó la honra blanquiazul

Luque intenta superar una entrada a ras de césped de Celestini.
Luque intenta superar una entrada a ras de césped de Celestini.
José L. Malo / Getafe / Enviado Especial

14 de enero 2010 - 05:02

El Málaga se diluyó en Getafe. No por la intensa lluvia que cayó, sino por su excesiva fragilidad en prácticamente cada ataque local. La camarilla comandada por Soldado hizo trizas el sueño de la Copa del Rey. Casi sin tiempo para comparecer, el sumidero se tragó a los de Muñiz.

El Málaga tenía dos caminos para defender el 2-1 de la ida: cobijarse en su renta o buscar el aval del gol a domicilio. Bastaron cinco minutos para comprobar que no salieron a porta gayola. El Getafe optó, como dice Valdano, por hacer el limpiaparabrisas, mover el balón pacientemente de un flanco a otro en busca de una grieta en la maraña naranja. Era merodeo sin más. Pero empezó a correr el reloj y el Málaga dejó de disimular su escudo. Había dos hileras por delante de Santamaría con la misión de aguantar cualquier acometida. Los de Míchel no perdieron ni la paciencia ni el criterio, pero sin inspiración.

A falta de descargas, el Getafe optó por el bombardeo. Y se dio cuenta de que ahí estaba el maná del partido. Mandó una falta lateral al área, el rechace llegó muerto a Soldado, como si su magnífica temporada lo hubiese imantado, y en un disparo rebosante de confianza prolongó su idilio con el gol. Aparecía el lamento por el autogol de Stepanov en la ida.

Soldado había parado el reloj a los 15 minutos. Le tocaba mover ficha al Málaga. Pero sólo adelantó peones. Y volvió a pegar el Getafe un cuarto de hora después, otra vez superando los escudos por el aire. Esta vez entró Rafa al segundo palo como un búfalo enfurecido. Mandó el balón a las mallas y también a Jesús Gámez al suelo. Ahí se quedaron el lateral fuengiroleño protestando y las ilusiones blanquiazules.

Desde la jornada en Tenerife, nadie disfrutaba de un 2-0 ante el Málaga. Como aquella tarde en el Heliodoro, el equipo de Muñiz se desabrochó y fue a por el gol de la prórroga con decisión. El avance de líneas hizo capitán general a Albert Luque, que puso sobre el tapete su zurda. Dos disparos suyos desde muy lejos dejaron claro que el Málaga seguía vivo en la eliminatoria.

Una vez más, Juan Ramón Muñiz interpretó la situación adversa como la necesidad de sumir a su equipo en la anarquía. Entraron en la reanudación Óscar y Juanmi, dos delanteros, dos filiales que se suman a a lista de debutantes, y se fueron Manu y Benachour. El desorden era una clara apuesta por el doble o nada. Y la moneda cayó por la cruz, porque a los cuatro minutos de la reanudación Soldado volvió a demostrar la fragilidad que expuso el Málaga en el Coliseum. La hemorragia ya era demasiado grande, pero se hizo más aún a los 53 minutos, cuando el aturdimiento del Málaga se unió al estado de gracia de Soldado, que volvió a pasearse por el área de Santamaría como por la alfombra de su casa y le dio un taconazo a Pedro León para que éste firmara el premio a su constancia.

El rompecabezas se completó con Xavi Torres de central tras la entrada de Edu Ramos. Precisamente fue la raza de los canteranos la que al menos le dio el tanto del honor a los blanquiazules. Juanmi estuvo cuco para remachar a placer y sumarse así al carro de filiales que debutan con la suerte divina del gol. A la contra, el Geta podría haberse sacado más petróleo de no ser por los charcos (herencia de tanta lluvia esta semana), aunque a Parejo le dio tiempo a culminar la manita con la que el Málaga dijo adiós a la Copa y zanjó su mayor goleada del año en contra.

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