"Al Málaga lo quiero como si fuera otro nieto: me pertenece, pero no es mío"
De sobremesa con... Francisco Martín Aguilar
Con 28 años de servicio a la entidad blanquiazul, es el consejero decano de la entidad · "En todas las etapas perdí dinero, pero preferí que me pasara algo a mí y no al club", dice
8 de noviembre de 2006. El Málaga acaba de caer 2-1 en Anoeta, pero pasa a los octavos de final de la Copa del Rey porque había ganado 4-1 en la ida. El partido acaba tarde, no hay taxis disponibles, así que un grupo de seguidores blanquiazules vuelve al hotel en autobús nocturno. Hablan con vehemencia y en voz alta, como nos sucede a los de aquí allá por donde vamos. Un aficionado intuye de dónde es el acento y pregunta: "¿Son ustedes de Málaga?". "Sí". "¿Conocen a Paco Martín Aguilar?". "¡Cómo no!". "¿Sí? Es un fenómeno, él en persona nos llevó una noche al aeropuerto tras jugar la Real en La Rosaleda porque no teníamos forma de llegar y perdíamos el vuelo". La anécdota, real como el bigote que le acompaña desde hace 30 años, viste lo que representa este consejero para la entidad de Martiricos.
Cosido al escudo
Cuesta imaginar tanto al Málaga sin Paco Martín Aguilar como a él sin el Málaga. Es el mejor embajador de Martiricos, representa a la perfección el escudo que lleva en su corazón y en el pin de oro que siempre prende en su solapa. Pero hubo un inicio. Antonio Pérez Gascón se lo llevó del Centro de Deportes El Palo a La Rosaleda. "Estás loco, Antonio. ¡Presidente del Málaga!", le dijo el actual consejero hace 28 años. Pero por lealtad se fue con él. Y sus funciones de secretario fueron creciendo hasta convertirse en un miembro inmprescindible de los consejos de administración de la historia moderna. "Empecé firmando efectos bancarios en el Atlético Malagueño y salvo con García Anaya, que no quería a directivos antiguos y creó un gigante con pies de barro, estuve con muchos presidentes. Pepe Pardo, Pepe Toboso, Eduardo Padilla, Fernando Puche... En todas las etapas pringué y perdí dinero, pero prefería que me pasara algo a mí y no al Málaga". Así resume brevemente su transición por los despachos a lo largo de estas casi tres décadas.
20 nietos
Acaba de cumplir 60 años y dos nietos vienen en camino. Serán el vigésimo y el vigesimoprimero. O no, teniendo en cuenta la teoría de Martín Aguilar: "Siento el Málaga con orgullo. No puedo disponer de él porque para eso ya está su padre, por eso lo quiero como a un nieto. Me pertenece, pero no es mío. Tengo 19 nietos, pero podría decir que el Málaga es el primero, porque cuando entré no tenía ninguno". De todos ellos, uno apunta a futbolista. "Tiene 11 años y juega en La Mosca. Si llega a jugador del Málaga, ese día muero", cuenta.
Para quien no le salgan las cuentas, que sepa que Martín Aguilar se casó con 16 años, por los 14 de su prometida, que para colmo andaba embarazada. Desde entonces, fueron naciendo cinco hijas y un varón. A todos los adora, aunque se perdiera algún que otro parto. "Mi mujer parió a mi único hijo el día que juré bandera en Viator. Cuando nació Gisela, estaba jugando al fútbol en El Palo y con mi tercera hija me pilló en una barca pescando", rememora.
De paleños
Paco Martín Aguilar está más arraigado en El Palo que las barquillas o la línea 11 del servicio de autobuses. Ha visto generaciones de cinco décadas y por eso elige el futbolista paleño más destacado con propiedad: "Carlos Aranda. Estuvo en la cantera del Madrid y ha jugado muchos años en Primera. Bravo fue muy sobrio, pero tuvo mala suerte y tomó alguna decisión equivocada. Basti era la simpatía, un futbolista simbólico. Y luego está Antonio Morales, que en el San Ignacio era un figura; Valenzuela, aunque no brillara tanto; y Castro, y Conejo... Es que El Palo es la mejor fuente de futbolistas de Málaga. También está el Puerto Malagueño, pero estadísticamente ha dado menos". "Ahora es una pena ver sus problemas económicos, pero es que en estos niveles sería mejor dedicarse a formar jugadores", reflexiona.
Gestionar el fútbol
Este veterano consejero (pero que irradia vitalidad por cada poro) ha vivido crisis de todos los colores, pero se sorprendió con la llegada de la Ley Concursal. Considera a Fernando Sanz un valiente por hacerla y defiende sus méritos y su progresión. "Me contó en Cartaya lo que iba a hacer y hasta hoy ha aprendido de forma vertiginosa. Su gestión es impecable y gracias a la Ley Concursal aquí estamos; si no, quién sabe dónde estaríamos", dice de él. Aunque para gestión, la de José Carlos Pérez, actual compañero de directiva y al que considera el mejor contable que ha visto: "Llevaba una libreta que metía en su bolsillo y apuntaba todo y lo hacía todo. Nunca había dinero, pero lo administraba todo y nunca fallaba. Esa era la mejor contabilidad que se llevaba en el club".
Anécdotas de palco
"No recuerdo la última vez que vi un partido sin estar sentado en el palco", cuenta Martín Aguilar. Ahí ha aguantado alegrías y penas sin saltarse el protocolo que tanto adora, aunque reconozca que la vida sería mejor sin palcos ni sufrimientos contenidos. Su retahíla de anécdotas no tiene desperdicio alguno: "Serafín se ponía enfermo y muchas veces lo tuvimos que llevar al hospital tras los partidos. María Teresa Rivero llegaba tarde y con sus gestos me pegaba con el bolso. Caneda estaba siempre malhumorado. Y con Lopera tuve una muy buena una vez que me tocó estar por Serafín, que no solía ir a los palcos. Se le cayó el pin de su Cristo del Gran Poder, me agaché a cogerlo y él hizo lo propio. Al día siguiente, en Lo que el ojo no ve, enfocaron al palco y no estábamos ninguno. De pronto nos incorporamos del suelo y ¡vaya cachondeo de Josep Pedrerol con Michael Robinson! A Del Nido lo he visto regañar a un consejero suyo por no saber comportarse. Con Lendoiro negocié el fichaje de Albis y Kirov. No pude pagarle por ellos porque no había un duro en el club, pero él nunca me lo tuvo en cuenta".
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