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Musas rehabilitadoras

  • Oportuno El Málaga recupera la pegada para salir del descenso a base de golazos Terapia Eliseu se redimió de su mala tarde en Mallorca y Rondón, que necesitaba marcar tras una mala racha, bigoleó

Ni más ni menos que ese 4-1, en su plástica definición y a través de los protagonistas que lo rubricaron, era lo que necesitaba el Málaga. A corto plazo, un flotador para dejar de nadar en descenso. Con miras mayores, una píldora rehabilitadora. No fue sólo una goleada para abrir un paréntesis a una racha descorazonadora; hay que leer entre las líneas del saqueo al Racing para encontrar esperanzas de reconstrucción. El buen poso que queda debe servir como un nuevo kilómetro cero.

Y no porque el juego del equipo desembocase en el contundente marcador, sino por ver cómo las individualidades están capacitadas para devolver la fe, la pegada y el fútbol a un equipo que parecía haberlos olvidado. Hubo consonancia entre la recuperación y el marcador, pero lo importante es que el Málaga dejara de ser un conjunto de héroes escondidos. Ayer respondieron a la convocatoria de alarma sobre la que pendía el choque.

Indudablemente, resultó un triunfo coral, con protagonistas para gustos, pero todo empezó y acabó en Eliseu. El luso se volvió señalado de Mallorca y durante la semana planeó la sombra del banquillo para él. Ayer demostró ese desconcertante desdoblamiento de personalidad. Es capaz de centrar al techo y de teatralizar con aspavientos una falta inexistente; pero también de enganchar un saque de esquina con una volea superlativa al palo contrario y de convertir su zurda en una escuadra para hacer felices a sus delanteros (Rondón le debe una buena botella de vino). Se ganó la redención el portugués, aun sabiendo que el próximo domingo pueda sacar otra vez su Mister Hyde.

Mucho más existencialista resultó la cura de Rondón. Antes de su lesión, el venezolano era un toro corriendo por el campo. La convalecencia le sentó como un verano sin jugar al fútbol, como si le hubieran vallado el espacio para correr. También se vio ayer su peor yo. Lento, individualista y torpe con el balón en los pies, Eliseu se le apareció como un hada madrina en tres minutos mágicos. Para hacer dos goles (el primero diluyó las dudas que había dejado el gol de Rosenberg en la primera prolongación), para reír como llevaba mucho tiempo sin hacerlo. El caraqueño es de esos delanteros que se pueden calibrar por la sonrisa. Reconoció en el aeropuerto de Palma que la había perdido, que la ausencia de continuidad y de goles le habían agriado. Ayer se marchó del estadio sonriendo a boca horizontal, como lo hacía antes de su rotura de fibras. Y esta puede ser la mejor noticias de todas las buenas que dejó la goleada, porque es uno de los vértices más sólidos de este proyecto.

Redondeó la tarde otro golazo, el de Recio, el segundo del día. El canterano logró una de las cosas que más enciende a La Rosaleda, un golazo de uno de sus hijos. Robó Sebastián Fernández, que empieza a confirmarse como un incordio para los centrales tanto en sus desmarques como en el inicio de la presión, y dejó al medio centro en la frontal. Su mérito no fue el tiro en parábola que petrificó a Toño, sino que no le quemara el balón en los pies, la frialdad para girarse y analizar la opción correcta. Su gol no acaba en ayer, le obliga a una buena digestión para que luego no se le convierta en un achaque estigmatizador, en ese listón que suele desplomarse sobre los canteranos más prometedores.

Pellegrini, como ya le sucedió a Jesualdo Ferreira, ya tiene un punto de partida desde el que fijar los parámetros por los que tiene que crecer su equipo. Pegada, jugadores clave cerca de su cien por cien y comunión con La Rosaleda, que ayer se sintió grande por un día.

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