Pepelu estaría muy orgulloso

La selección española de balonmano se enfrentó ayer en Antequera a un combinado que incluía a diversos jugadores nacionales de la liga ASOBAL. A pesar del espectáculo brindado, el partido quedó en un segundo plano. Casi se podría decir que pasó de puntillas. José Luis Pérez Canca, Pepelu para todos, recibió el cariño y el reconocimiento del mundo del deporte que tanto amó. Un maldito cáncer arrebató al balonmano y a sus familiares a un hombre querido y que siempre será recordado como uno de los mejores centrales de la historia de este país. La lucha contra la citada enfermedad fue otro de los principales motivos de la cita, ya que la recaudación será íntegramente para la Fundación Cris Contra el Cáncer.

El partido y todo lo que se desarrolló en torno a él estuvo organizado de una manera exquisita. La madre, el hermano y la mujer de Pérez Canca, Beatriz Gil, fueron protagonistas antes del inicio del partido. Los tres saltaron a la pista y volvieron a darse cuenta de lo querido que era su añorado Pepelu. Las placas y las flores en su honor se sucedieron durante varios minutos, mientras que los asistentes al Argüelles no cesaban de aplaudir mientras la figura de Pérez Canca sobrevolaba el pabellón antequerano. Beatriz aguantó las lágrimas como pudo hasta que se le hizo entrega de una camiseta de la selección con el mítico 18 de Pérez Canca a la espalda. Su número, su camiseta. Ahí la emoción se desbordó y a más de uno se le encogió un nudo en la garganta. A Ortega, Soler, Cadenas y a todo el que haya disfrutado con el balonmano recordó a aquel jugador vistoso y apasionado, a alguien que brindaba espectáculo en cada pista en la que jugaba. Sencillamente, así era Pérez Canca.

Tras el emocionante comienzo llegó el turno para los Hispanos y para un combinado Asobal entrenado por Antonio Carlos Ortega y Quino Soler, compañeros e íntimos amigos de Pérez Canca. La selección comenzó algo agarrotada pero pronto se notó una complicidad que no tuvieron, lógicamente, los del tándem Ortega-Soler.

Álex Dujshebaev y Valero Rivera elevaron la diferencia de la selección hasta los tres goles, con un combinado ASOBAL que también tuvo buenos momentos durante el choque. Eran los instantes previos a otro de los gestos emotivos de la noche. A punto de concluir la primera parte, Raúl Entrerríos se marchó a la grada para elegir al lanzador del último penalti del primer acto. Ahí estaba el sobrino y ahijado de Pepelu que, ruborizado, honró la memoria de su tío con un gol. El chaval no parecía entender muy bien lo que sucedía a su alrededor, la mujer del ex jugador sí. Las cámaras la buscaron y volvieron a verse sus ojos vidriosos. Al mismo tiempo, la sonrisa iluminaba su cara. Demasiadas emociones juntas. Tras el lanzamiento desde los siete metros, una lluvia de peluches azotó la pista. Eso sí, todo tenía un propósito. Con la compra de esos peluches, los asistentes al encuentro pudieron ayudar a la Fundación Cris Contra el Cáncer. Todos los protagonistas posaron en el entretiempo para una foto solidaria y con un mensaje: "Stop al cáncer".

Poco importaba lo que indicara el marcador de la pista. El Argüelles disfrutó de una tarde festiva y la ola se repitió una y otra vez en las gradas. No todos los días se puede disfrutar de la selección española, pensaron en Antequera. Las acciones vistosas y los goles se sucedieron conforme pasaron los minutos y los jugadores quisieron aportar el mayor espectáculo posible. Al final, los Hispanos se llevaron el triunfo por 32-23. Una victoria que va directamente a todos aquellos que luchan día tras día contra el cáncer y, en especial, para José Luis Pérez Canca. La lucha del jugador malagueño fue la que, por desgracia, sufren muchas personas en la actualidad. Toda ayuda es poca para combatir a tan irracional enfermedad. Por tanto, allá donde esté, seguro que Pepelu se sintió muy orgulloso de lo ocurrido en Antequera.