Sacchetti, tres décadas después
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El entrenador del Dinamo Sassari, rival mañana del Unicaja, jugó en Málaga el Mundobasket de 1986 con la selección italiana


Málaga fue en 1986 una de las sedes del Mundobásket. En Ciudad Jardín jugó una fabulosa Estados Unidos, campeona después, repleta de estrellas universitarias que llegarían a la NBA: David Robinson, Steve Kerr, Kenny Smith, Tyrone Bogues, Brian Shaw, Rony Seikaly... También una Alemania con Welp, Gnad, Koch y Behnke, todos con dilatadas carreras en Europa. Una Costa de Marfil exótica, como una China que aún no había vivido la eclosión del fenómeno Yao Ming. Una entrañable Puerto Rico con Edgar León, que años después jugaría en el Mayoral Maristas, Ramón Rivas, Jerome Mincy y Félix Rivera. Y una Italia que apuraba un ciclo extraordinario que incluía la plata olímpica en Moscú'80, el oro europeo en Nantes'83 y el bronce continental en Stuttgart'85. Una plantilla tremenda. Brunamonti, Marzorati, Magnifico, Premier, Villalta, el compulsivo anotador Antonello Riva... El número 15 de aquella squadra era Romeo Sacchetti, hoy entrenador del Dinamo Sassari, rival mañana del Unicaja.
Sacchetti, Meo en el mundillo del baloncesto, vivió todo ese ciclo dorado y en España'86, con 33 años, puso fin a su carrera con la azzurra. La prolongaría en clubes hasta cerca de los 40. Desde Cerdeña, desde donde hoy aterrizará su equipo en Málaga, Sacchetti, todo amabilidad, se sorprende de que se recuerde que jugó en Málaga tres décadas atrás. "Uff, hace tantos años... Sí, sí, claro. Jugamos allí en Málaga en el Mundobasket. Tengo un gran recuerdo, estuvimos allí unos 10 días. No he vuelto a ir desde entonces y me agrada regresar. ¿Torremolinos sigue de moda?", pregunta entre risas Sacchetti: "Nuestro capitán, Brunamonti, alguna noche nos llevó allí tras el partido. Comimos pescado frito. ¡Casi 30 años! ¡Cómo pasa el tiempo!".
"Recuerdo que jugamos en un pabellón que no era muy grande, pero había buen ambiente", rememora Sacchetti sobre Ciudad Jardín: "Un problema que tenemos en Italia es que los pabellones no se han modernizado. Los arenas en España son bonitos, atractivos, se ve por la tele, como el nuevo de Málaga, pero en Italia... Necesitamos lo mismo para poder crecer". En Ciudad Jardín, Italia jugó cinco partidos. Ganó cuatro y sólo perdió ante Estados Unidos. "Era una grandísima selección. Estaba David Robinson, uno de los mejores pivots del mundo aunque aún estaba en la Navy. Lute Olson era el entrenador. No tenían aún jugadores de NBA, pero era muy potente", dice el entrenador del Sassari. Italia acabaría sexta en aquel Mundial. Perdió en la pelea por el quinto lugar con España. "España estaba ligada a los éxitos de aquella generación italiana. Les ganamos antes de la plata de Moscú, en la final de Nantes y en el bronce del 85. Le digo una cosa. Esta España actual es grandiosa, pero aquella era muy, muy buena. Corbalán, Epifanio, Sibilio, Romay, Martín, Margall, Llorente, Jiménez... Recuerdo que el coach Díaz-Miguel decía 'los italianos palpan', decía que hacíamos muchos faltas", relata divertido Sacchetti.
La conversación fluye sobre su época de jugador. En los años 80 y principios de los 90 Italia reunía a los mejores americanos y balcánicos, el Pallacanestro mandaba. En Treviso, Cantú, Pésaro, Varese, Bolonia, ciudades no muy grandes, más el gran Milán (Tracer o Phillips) convergió al calor de las empresas locales un tejido de equipazos que solía dominar el continente. Hace más de una década que un equipo italiano no juega una Final Four y se ha pasado de cuatro equipos a dos en la Euroliga. Sacchetti resume lo que, en su opinión, son los factores de ese bajón. "La no obligación de que los equipos profesionales tengan un equipo junior hizo daño. Dejamos de trabajar con los jóvenes, de pensar en el futuro. Sólo en el ahora. Y ahora no tenemos esos grandes equipos que hubieran propiciado que se construyeran grandes arenas. Se lo decía antes, los pabellones son antiguos. Tenemos que trabajar en la estructura, las construcciones, para subir el nivel. También está la situación económica. Entonces los mejores jugadores fuera de la NBA estaban casi todos en Italia. Ahora escogen España, Rusia, Turquía... Somos la segunda o tercera opción. Tenemos que construir. Los tiempos cambian. Alemania, por ejemplo, no tiene un gran equipo nacional, pero trabajan para incrementar su nivel, los pabellones se llenan, ves un proyecto claro", incide el técnico italiano, de 62 años.
Toca preguntarle a Sacchetti por el partido de mañana en el Carpena. Su equipo marcha 0-3 y exprimirá las opciones para reengancharse a la pelea por el Top 16 en Málaga. "El Unicaja es un equipo muy duro, usan a muchos jugadores. Es muy difícil jugar contra ellos porque siempre tienen una buena actitud y una gran intensidad", analiza Sacchetti, que recuerda que "el Unicaja tiene el timing de la Euroliga, es un habitual de la competición. Nosotros jugamos por segunda vez y aún estamos mejorando. No tenemos el ritmo para jugar una buena defensa 40 minutos. Es difícil entrar con nuestro tipo de baloncesto. Necesitamos más puntería e incrementar nuestra intensidad. Jugamos una prórroga con el Darussafaka, tuvimos 25 minutos grandes en Tel Aviv, jugamos un gran primer cuarto contra el CSKA... Pero los grandes equipos no perdonan cuando bajas. Tenemos que jugar en el partido contra el Unicaja durante 40 minutos".
Sacchetti atraviesa ahora una complicada situación en el Dinamo Sassari. Su equipo perdió el domingo ante el Reyer Venezia en casa y va 3-2 en la Lega y 0-3 en Europa. Hubo algún pito en Cerdeña, se ha olvidado pronto que cogió al equipo en la segunda división italiana en 2009 y en 2015 conquistó la triple corona. Es algo común, no sólo pasa en España.
Sacchetti habla también de los cambios en el baloncesto. Recuerda que nunca pudo jugar la Copa de Europa porque entonces sólo la jugaba el campeón de cada país. "Era más duro llegar a ese nivel, el filtro previo en cada país era complicadísimo. En España ahora hay cuatro equipos, en Turquía también", recuerda, al tiempo que admite que no es comparable ser jugador con entrenador: "Un jugador no sabe lo privilegiado que es. Vive mucho mejor, la satisfacción es mayor, sufrir al 200%, como se hace en el banquillo, es muy duro". De hecho, el asunto llega a cotas familiares. Su hijo, Brian, está a sus órdenes. "Es diferente, es duro para él. No le doy muchos minutos. Es difícil entrenar a tu propio hijo. Quiero que crezca como jugador, pero es un buen tipo. Es de lo que estoy más orgulloso".
La conversación se acaba entre referencias a Sergio Scariolo, contra el que se midió cuando el flamante campeón de Europa era entrenador y él jugador. Romeo Sacchetti, historia viva del baloncesto europeo, regresa hoy a Málaga casi tres décadas después de su primera visita. Se estrenará en el Martín Carpena.
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