PARTIDO de partidos no, mucho más que eso. Se trata del choque más clásico desde que existe la Champions y antes cuando era Copa de Europa. Un Real Madrid-Bayern Munich es lo máximo que puede deparar el fútbol europeo, quizás el fútbol mundial. En fútbol no se trata de cómo llegan los rivales o cómo son esos rivales, sino que cuenta y mucho la historia escrita entrambos desde la más lejana noche de los tiempos.

Son éstos unos partidos con más química que física, pues entra de lleno la leyenda y se te viene a la memoria Rummenigge y Pirri, Camacho y Hoenness, Maier y Juanito o aquel Loco del Bernabéu que se tiró al campo a agredir al árbitro Linemayer. Hogaño pesa mucho un City-Real Madrid, pero no tiene ese pasado que tanto cuenta, por lo que este Real Madrid-Bayern es lo más que puede darse en el fútbol de la hora y como ya ha dicho alguien el Clásico más clásico que puede darse en Europa.

Además, cuando den las nueve en todos los relojes de la noche en la Castellana se parte de cero. Abolida, no sé si para bien, aquella norma del doble valor de los goles conseguidos de visitante, el 2-2 de Munich hace que se parta sin ventaja para nadie. Aunque, eso, sí, el Real Madrid cuenta con la muy considerable de que todo se libre en ese campo donde noventa minutos pueden ser interminables. Y a la memoria se viene lo innumerable de gestas en las que la remontada parecía imposible.

Hoy no es necesario remontar nada, al menos de momento. Sí remontaron los bávaros en la ida, pero todo quedó en una igualada que pone las cosas para hoy en un nivel de igualdad que hace de este partidazo un plato de exquisito gusto. Es una cita importante también para un fútbol, el nuestro, que se fue quedando sin representantes poco a poco y que ahora mira al Real Madrid como único asidero al que agarrarse para que el fútbol español siga en la cresta de la ola. ¡Hala Madrid!