Victoria mayúscula
Identidad El Málaga duerme otra vez en zona UEFA tras recuperar su fútbol rápido y someter al Villarreal en una gran primera mitad Apoño Se marcó un partido de los que hacen más grande a un futbolista: mandó y armó con astucia los contragolpes


El Málaga volvió a ser ese equipo veloz que enamoraba no muchas jornadas atrás, y decir eso ya es mucho. Pero lo hizo en un templo de culto por el fútbol aplicando un recital de ataques eléctricos, especialmente en la primera parte. El equipo de Tapia recuperó su versión más incisiva de la temporada y retornó con autoridad a puestos de UEFA, otra vez tocando con los nudillos la puerta de la Champions, esa que no debe servir de excusa para el traspié amarillo. El Villarreal no cayó por distracciones, sino fundido por las descargas moradas.
La victoria tiene una explicación coral, el denominador común en los mejores partidos de esta bendita campaña de los blanquiazules. Pero el doctorado de Apoño no debe quedar al margen. El canterano fue un coloso ante Senna, un faro infalible y el mejor lanzador del equipo. Fueron soberbios los pases con los que habilitó los goles y con los que hizo buenos todos los huecos cincelados por Baha, Adrián y Eliseu, ayer en su mejor tono mucho tiempo después. Por ser justo en cuanto a su incidencia, Weligton fue a la defensa lo que el malagueño al ataque. Su labor de contención ante el Villarreal más volcado también resulto más que meritoria.
El choque empezó bonito porque El Madrigal es una invitación al buen fútbol. Su césped rápido y alfombrado así lo sugiere. Su dueño busca el ataque sistemático y propone dañinos contragolpes. Lo del terreno de juego se comprobó nada más verlo; las cartas de unos y otros ya estaban claras en un cuarto de hora. Por entonces, Diego López y Gomita ya habían sudado por culpa de Adrián y Nihat, aunque eran los castellonenses los más eléctricos merced a las inteligentes asociaciones entre líneas del turco, Ibagaza y Rossi.
Pero a cada minuto que corría el amarillo se diluía más en el verde y el Málaga se parecía más al que maravilló a su afición dos meses atrás. Tapia empezó a entender el código del triunfo cuando enrocó a Eliseu y Duda y les pidió que se abrieran más. Entonces Marcos Senna e Ibagaza, siempre de espaldas a Diego López, empezaron a dispersarse. Sin el balón, el Villarreal era un latifundio regentado por Apoño, todo un gigante sobre el campo. Los de Tapia iban y venían, pero dando zarpazos sin garra. Asustaban y apocaban al equipo de Champions. Ocasionalmente, eso sí, a Ibagaza se le encendía la bombilla y el reloj se detenía en la frontal de Goitia. Guadianesco aunque peligroso, cualquier llegada amarilla se generaba en él. Hasta que Lolo dio un paso hacia delante y comenzó el monólogo morado. Apoño agradeció su escudería y se confirmó como el kilómetro 0 del encuentro lanzando en velocidad a los suyos por una y otra banda gracias a los huecos que abría Adrián.
Tras tanto marcar el camino con migas de pan, Apoño y Duda establecieron la conexión perfecta. Fue una jugada diagonal. El desmarque del luso, el giro y la asistencia del canterano y de nuevo el portugués con su recorte y disparo. El manual del contragolpe ejecutado a la perfección.
Al descanso la balanza pendía haciendo justicia al que hacía mejor fútbol, no al que tenía más ocasiones. Los galones amarillos obligaban a un cambio al descanso. Éste llegó, pero en el crecimiento de su dominio y su mayor cuota de responsabilidad en el choque. Pellegrini buscó nuevas brújulas en Llorente y Guille Franco, toda la dinamita que le quedaba de un plumazo (64') y el Málaga tuvo que cambiar el traje de velocista por el de sufridor. El submarino intentó torpedear por vía aérea e hizo sufrir a Goitia en sendos remates de Godín, Llorente y Rossi, pero ni por esas llegó la igualdad. Los de Tapia esperaban agazapados a la contra, pero sin poder salir a la contra. Duda, más por obligación que con fe, probó el primer disparo en el 72-.
El partido dejó de ser un intercambio a pesar de los riesgos que acabó asumiendo el Villarreal. Sin embargo, la lesión de Marcos Senna cuando Pellegrini había agotado las sustituciones arrebató a los amarillos el poco alma que les quedaba. Definitivamente se hicieron añicos cuando el tentáculo de Apoño apareció a tres minutos de final. Un balón dividido lo vistió de magnífica asistencia al hueco para Albert Luque, que encontró en el otro extremo a Eliseu porque ayer el luso, en contra de los partidos precedentes, fue un futbolista inteligente que supo atacar el hueco. Se le echaba de menos. Fue el único lanzamiento a puerta de la segunda mitad, no hizo falta más para finiquitar un partido en el que el Málaga recupero su identidad, esa que la afición echó en falta en los anterior picos del Tourmalet y que hasta su propio presidente creía haber perdido a principios de la semana.
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