Doscientos dos centímetros fueron capaces de enterrar el fantasma de Marcelino García Toral, que le dejó a Juan Ramón Muñiz una pesada herencia: un equipo clasificado para la UEFA pero obligado a luchar por la permanencia y un patrón de juego que desde la época de los Bestchastnykh y Popov no se veía por Cantabria. Carburó a ratos el conjunto santanderino, casi siempre sin aparente peligro pero nunca lo suficientemente alejado de la permanencia como para asegurarlo. Se abrió el mercado de diciembre y los Reyes trajeron al delantero del Valencia: 11 goles en 16 partidos.

Con todo y con eso, a la salvación del Racing aún le falta el certificado definitivo. No debe ser muy complicado con cuatro jornadas en juego y tantos equipos sobre la frontera agónica.

sin balón

Es fácil reconocer al Málaga en este Racing. Muñiz apostó por el juego que tan buen resultado le dio en Martiricos, pero con peores resultados que en su época blanquiazul. Eso le ha valido un sinfín de críticas por parte de los suyos, que tuvieron su culmen la semana pasada ante el Almería (0-2), cuando la grada le despidió a gritos de "Muñiz, vete ya". Querer crecer desde la seguridad atrás, cediendo la iniciativa al rival y sumando hombres en campo propio ha sido efectivo a domicilio y una losa en El Sardinero.

con balón

Muñiz tiene a sus jugadores fetiches, los encargados de llevar peligro arriba. El desparpajo de Jonathan Pereira, de los pocos con capacidad de desborde, y la sapiencia y renovada juventud de Munitis en banda han permitido al Racing de Santander vivir de espacios y de juego a la contra siempre que el marcador se lo ha permitido. La campaña de Serrano ha sido más irregular.

lo mejor

El refuerzo de Zigic y el triunfo en Mestalla (2-4) de la primera vuelta. Con tan sonada victoria llegó el punto de inflexión racinguista; con el gigante llegaron los goles y una clarísima referencia arriba.

lo peor

La falta de comunión entre la afición y el equipo, la ausencia de buenos teloneros cuando ha habido ausencias y el juego rácano.