Apareció con disimulo, casi pidiendo permiso en el deslumbrante complejo The Pearl, donde se hizo el sorteo del Masters femenino de tenis, y ahora está en boca de todos: Vera Zvonareva, la rusa de la mirada felina, sacudió Doha en menos de una semana.

Zvonareva está lejos de ser una desconocida, pero su resurrección en 2008 tras un 2007 aciago y su clasificación como una de las mejores ocho del año no hacía aventurar que podía despachar a Svetlana Kuznetsova, Ana Ivanovic y Jelena Jankovic, en la fase grupos, y a Elena Dementieva (7-6, 3-6 y 6-3) en semifinales para instalarse en la primera gran final de su vida.

Su terrible perfeccionismo, sumado a un carácter marcadamente sensible, hicieron que algunas veces rompiera a llorar dentro de una pista. Pero eso, a sus 24 años, es algo del pasado, aunque a veces brote algún reflejo: ayer llegó a tirarse en la pista para lamentarse por un punto perdido tontamente. "Soy una jugadora más madura, me conozco más a mí misma, pero, aunque gane 6-0 y 6-0, sigo sintiendo que puedo mejorar". El hambre de aprender no se limita a la pista, donde se convertirá en la sexta del mundo si gana la final. "Me encanta estudiar, leer, aprender cosas. Para mí es importante hacer cosas más allá del tenis", cuenta la rusa, una jugadora diferente a la mayoría de las demás que puede sentirse algo más cerca de la perfección.

Su rival en la final será la estadounidense Venus Williams, que superó a la serbia Jelena Jankovic, actual número uno del mundo, por 2-6, 6-2 y 3-6.