A base de cloroformo

Por calidad El Real Madrid desnudó al Málaga a través del fútbol de Özil y Cristiano Ronaldo Invisibles Los de Ferreira quisieron salir vibrantes al campo, pero se fueron diluyendo hasta rozar el escarnio tras el descanso.

Rondón intenta mantener el control del balón entre los madridistas Marcelo y Carvalho.
Rondón intenta mantener el control del balón entre los madridistas Marcelo y Carvalho.

Para intimidar a los poderosos hay que ser tan osados, mirar con tanta determinación a los ojos, que se sientan desacreditados en su autoridad. Así que el Málaga salió al campo vestido como una cobra, para ser vibrante y picar a las primeras de cambio. Pero el Real Madrid no sintió ese miedo que quería Jesualdo Ferreira. Optó por la música para amansar a la fiera. La de violinista de Özil, los goles a golpe de rock de Higuaín, los tambores de guerra del Cristiano Ronaldo más solidario que se le recuerda en tiempo. El Madrid adormeció al Málaga, que acabó a los pies de su rival entregado, vulnerable.

El alumno volvió a ganar al profesor. Sin embargo, Mourinho reconoció su respeto a Ferreira aportando sus mejores galas, pese a la fatiga internacional de la semana y la vecina visita del Milán en Liga de Campeones. No sólo eso, dotó a los suyos de intensidad máxima. A igualdad de ganas, decidió la calidad. Tardó media hora en abrir la lata el conjunto blanco, a lo largo de ese tiempo su aroma de calidad fue desparramándose sobre el terreno de juego para inutilizar a su adversario. Por entonces había dos vértices, uno visible siempre a voluntad, Cristiano Ronaldo y sus filigranas, y otro elegante en la sombra, Mesut Özil, brújula del proyecto de Mourinho que, como Xavi, posee el don de hacer fácil cualquier concepto del fútbol. A través de ese eje, el Real Madrid fue apropiándose del balón y quitándole la voluntad al Málaga, que a pesar de las bajas tuvo a Quincy y Rondón con el anegado punto de mira en Casillas. Poca oposición, no obstante.

Pero el oleaje del Málaga fue pura espuma. De hecho, antes de que Higuaín inaugurara mansamente la noche, la madera de Galatto echó dos cables que llevaron el suspiro a la grada. La inercia dominante del Real Madrid fue dejando al Málaga fuera de plano con demasiada prontitud. Al borde del descanso Cristiano puso el broche a una gran contra de Özil y el partido se fue por el sumidero.

A la vuelta del refresco la alfombra seguía puesta. Özil continuó con su solo de violín y Cristiano decidió que no era día para dosificarse, sino para engrandecerse. Jugó alegre como una majorette, sembrando el pánico a cada caracoleo. Y como el Madrid no se llevó la música a otra parte, a Galatto siguieron aporreándole la portería. Llegó el penalti que confirmó un día para olvidar de Edu Ramos y Kris apenas después empuñó la honra, pero el Málaga seguía cuesta abajo en estado de descomposición.

Ferreira revolvió su banquillo. Probó soluciones poco habituales con Albert Luque y Portillo, pero las rimas solitarias de Quincy a golpe de rap se quedaron como único argumento, diagnóstico que habitualmente certifica el grado de desesperación del equipo y la falta de alternativas en el juego.

El Málaga acabó el encuentro absoluta desnudo; a Özil no le duró la gasolina para más pinceladas, aunque tampoco eran necesarias. Cristiano hubiera seguido corriendo y regalando pases de gol, faceta en la que ayer brilló por encima de sus acciones en solitario, si así lo hubiera querido. Pero el pitido final fue la única música que ayer agradecieron los pupilos blanquiazules: sólo él detuvo el escarnio recibido, otra vez ante los fieles.

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