La dirección de juego del Unicaja ya tiene nombre y apellidos. La batuta la próxima temporada será para Kristaps Valters y Earl Jerrod Rowland. El club malagueño oficializó ayer el fichaje del segundo por las dos próximas temporadas, poniendo así punto y final a una operación que estaba cerrada desde hacía varios días y dejando el asunto de los bases resuelto cuando todavía queda mes y medio para el inicio de la pretemporada.
Hacerse con una nueva pareja de bases era la misión prioritaria para el cuerpo técnico. Descartados McIntyre y Blakney, los técnicos y el director deportivo, Manolo Rubia, se pusieron manos a la obra antes incluso de finalizar la temporada. Los primeros jugadores en ser tanteados fueron Valters y Rodrigo San Miguel, pero tal y como adelantó este periódico el pasado 6 de junio, el tapado era Rowland. Rubia fue a verle a Italia en tres ocasiones en el tramo final de la Lega y Chus Mateo dio su beneplácito. Con la pareja Valters-Rowland se consigue una dupla compensada. Valters es más director de juego y mejor tirador, Rowland destaca por su físico, su capacidad para penetrar y su agresiva defensa. Con ellos se intentará romper el maleficio que afecta a la posición de base desde hace dos temporadas, en las que se han firmado seis directores de juego (Pooh Jeter, Shammond Williams, Zabian Dowdell, Terrell McIntyre, Panchi Barrera y Roderick Blakney) y se ha empleado a los canteranos Rafa Freire, Miki Servera, Carlos Cobos y Pepe Pozas.
Rowland (1.88 metros y 28 años recién cumplidos), que se convierte en el tercer refuerzo tras los de Luka Zoric y el mencionado Valters, ha militado las dos últimas temporadas en el Vanoli-Braga Cremona, un equipo de media tabla en el Pallacanestro (esta campaña ha acabado 12º con un balance de 12-18), donde ha sido el líder del equipo con buenos números: 13.9 puntos (55% en tiros de dos, 33% en triples, 68% en tiros libres), 3.1 rebotes (0.8 en ataque), 3.8 asistencias, 2.9 recuperaciones (mismo promedio de pérdidas) y 15.5 de valoración. Eso sí, en 32 minutos de juego.
La principal duda estriba en su adaptación a una liga como la ACB y a un equipo de pretensiones mucho mayores, pero la economía de guerra no permite otra cosa. Menos dinero, más riesgo.
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