Un ciclón y un muñeco (4-0)
Málaga-granada
Joaquín y Cazorla marcan y divierten a pares ante un Granada descosido que allanó la goleada. La grada da alas a su equipo con su continua animación y disfruta con la primera victoria.
Las goleadas son a veces soberanas, otras engañosas, siempre analgésicas. Anoche se mezclaron todos los tipos en Martiricos. Pues el Málaga fue una estampida sobre la alfombra roja y blanca que le tendió el Granada. Destrozó a un rival de cristal, en una fase aún muy embrionaria. El 4-0 se explica más desde el demérito visitante. Aunque fue listo el equipo de Pellegrini: se dejó llevar en esa barra libre desparramando el talento individual, divirtiendo y divirtiéndose para cambiar fantasmas por parabienes. El Málaga ya puede mirar hacia adelante. Porque la cicatriz de Sevilla queda cerrada y porque no siempre habrá un equipo tan timorato enfrente como el de anoche.
El aficionado se dejó llevar por la fiesta y decidió que todo le entrara por el ojo. Se aposentó en el partido disfrutando del catálogo de individualidades y con la calma del 1-0 a los cinco minutos. En el trono del encuentro se retreparon Cazorla y Joaquín, el duopolio del gol, los reyes de la noche. Pellegrini lo había dispuesto todo para la fiesta: un 1-4-1-4-1 con hasta cinco hombres merodeando la defensa adversaria. Escribió Cazorla desde la fantasía, desde el arte Joaquín. Quiere Pellegrini que el asturiano sea el gurú de este Málaga. Ya lo es. Aparece por donde quiere y como quiere en el campo. Absorbe la génesis de los ataques y, desde ayer, los cánticos de la grada. Hasta comparece donde no se le esperaba, en la cima de goleadores. Suma tres, dos de falta. Soberbio el de Sevilla, pícaro anoche. Como aquel celebrado por el barcelonismo de Ronaldinho ante el Werder Bremen: se peleaba Duda con el árbitro por la cercanía de la barrera. Cerrado el espacio aéreo, él volcó el escenario chutando a la espera de la apertura de la muralla. También es buen adivino el 12, que entre gol y gol electrificó los ataques jugando al primer toque y acelerando el fútbol a su antojo.
Compuso Joaquín también desde la libertad, en su caso la de la mediapunta, endiablando sus regates. Se movió para enganchar a Van Nistelrooy con Cazorla y sacar a la defensa del partido. Nadie le esperaba en el 2-0 para cabecear a placer, extrañamente en un cabezazo de manual. Pero ya se sabe que los genios aparecen, aunque no se sepa dónde, cuándo ni cómo. Y cuando menos se le nombraba, culminó un contragolpe para alentar la locura en la grada. Acto seguido se fue sustituido y camino a la ducha le cayeron decibelios a mansalva, y se sintió abrazado como nunca lo había experimentado en Valencia. Sí, es de esos jugadores nacidos para enamorar a La Rosaleda, que es generosa con los jugadores efectistas y devota de los que le levantan del asiento.
Dicho el desaguisado del Granada, con la única resignación de un Martins marqués y mandamás en la medular, el Málaga se dejó llevar por sus musas y el poderoso aliento de su afición. Sabedor del bálsamo escondido en la debilidad del oponente, el equipo blanquiazul decidió afrontar el encuentro como una jornada de recuperación en un spa. Van Nistelrooy vio el día propicio para marcar su primer tanto, el más difícil para el delantero. No lo logró, pero fue el primero en izar los brazos en el pitido final. Es algo más que puede aprender de él Rondón, excesivamente crítico con sus actuaciones. Hubo impulsos reivindicativos en Duda, beneficiado del castigo a Apoño, y lagunas en Buonanotte, quien casi siempre se quedó en el casi. Y partido redondo de Jesús Gámez, asistente y venido arriba como en sus mejores tardes.
No debe quedar en el olvido el buen trabajo plasmado en la estrategia. Antes del 1-0, radiografía de la parsimonia granadina, Cazorla ya lo intentó en conexión con el amago de chut de Duda. A la segunda fue la vencida. Tampoco que Caballero sacó buenas manos pese a lo inoperante del Granada. Pero las sonrisas han regresado.
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