El espíritu de Alicante

El Unicaja salva el 'match ball', como ya hizo en la serie de cuartos que remontó al Lucentum hace cuatro años

Haislip machaca el aro canario en una de sus pocas acciones afortunadas en el partido de ayer.
Haislip machaca el aro canario en una de sus pocas acciones afortunadas en el partido de ayer.
Nacho Rodrigo

20 de mayo 2009 - 05:02

Mientras el Tau y el Barça sacaban a relucir el rodillo en Bilbao y Valencia respectivamente, el Unicaja libraba en Las Palmas una batalla indigna para un equipo del potencial del malagueño. Ganaron los de Aíto. Las vacaciones se posponen. Pero ni eso borra su pobre imagen. Dos días después del esperpento vivido en el Carpena, el equipo fue incapaz de sacudirse la presión y volvió a poner en escena una versión gris, mediocre. Sigue vivo porque enfrente tuvo a un Gran Canaria al que le pesó demasiado sentirse a un paso de jugar sus primeras semifinales, que cuajó un nefasto partido y que, además, no pudo contar con Carl English, su máximo anotador y su jugador con más talento. Una serie de factores que permiten al Unicaja presentarse el domingo en el Carpena con la opción de borrar estos dos malos sueños, recuperar su versión de la fase regular y colarse en el lugar donde debe estar: las semifinales de la ACB.

Las previsiones no eran buenas. Debía ganar un partido trascendental a domicilio, algo que no había hecho en toda la temporada. Y además debió hacerlo en el peor contexto posible, en un final de partido igualado. En condiciones similares había fracasado ya en Avellino, donde cayó tras regalar el encuentro en una última jugada en la que se lanzó a hacer un dos contra uno innecesario que dejó a Eric Williams sólo debajo del aro; en Belgrado, donde regaló una victoria crucial en el Top 16; y por su puesto en las seis prórrogas jugadas y perdidas: en San Sebastián, en la final de Copa; en el trascendental partido europeo con el Partizan; en Atenas; en el Palau y el pasado domingo ante el Kalise. Tampoco había demostrado personalidad en ninguna de las pistas de caché, salvo en el Nokia Arena. Cayó en Atenas, ya sea en casa de Olympiacos o Panathinaikos, en Madrid, en Barcelona y en Vitoria. Ayer, cuando se jugaba su ser o no ser, salió victorioso. El equipo malagueño se encomendó al espíritu de Alicante, el mismo que le sacó del atolladero hace cuatro años en aquella recordada serie de cuartos de final ante el Etosa Alicante. Entonces, los Garbajosa, Fran Vázquez y Pepe Sánchez salvaron un match ball en Alicante cuando la eliminatoria andaba 1-2 para los levantinos. Se empató la serie tras un partido de infarto en el que decidió el talento de Garbajosa. Y sentenció unos días después en el Carpena.

La historia podría repetirse. La oportunidad la brinda un triunfo agónico que, sin embargo, volvió a dejar demasiadas dudas. Aíto sigue sin encontrar el pulso a la serie. Ayer tiró de Gomis, al que condenó al banquillo en el primer duelo. Su lugar en la banda lo ocupó Germán Gabriel, al que el técnico madrileño fue incapaz de darle una oportunidad pese al nefasto partido de Marcus Haislip. Así lo tenía planeado. Y fue incapaz de rectificar sobre la marcha. La misma inoperancia que en la prórroga del domingo, cuando fue incapaz de reaccionar ante un parcial demoledor que sentenció el choque en dos minutos. Acertó, eso sí, en darle la batuta a Carlos Cabezas en el momento de la verdad. Cook parece que ha entrado en un estado de locura nada aconsejable para jugar los últimos minutos y el malagueño respondió con una canasta salvadora que puede servir para recuperar en el futuro todo el crédito perdido en los últimos días. Cabezas fue ayer su hombre. Ironías de la vida.

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