El hombre duro forjado en Lagarto

Las ásperas canchas de su ciudad natal moldearon a un crío que "tiraba la camiseta al suelo si perdía", cuenta el padre de Diego Costa Hoy financia la escuela Bola de Ouro, con 230 niños

Flavio Augusto Machado, primer técnico de Diego.
M. P. Bella · B. Guedes Lagarto

08 de diciembre 2013 - 05:02

Al hispano-brasileño Diego Costa lo definen su carácter ganador, sus nervios destemplados y su abrumadora capacidad goleadora, rasgos que se forjaron en las duras canchas de tierra de la ciudad de Lagarto. "Cuando era niño y perdía un partido, salía enfadado. Tiraba la camiseta al suelo", recuerda su padre, José Jesús Silva, apodado Zeinha, al recibir a un equipo de la agencia Efe en el salón de su casa, presidido por varias fotografías y trofeos cosechados por el delantero del Atlético Madrid.

Para jugar al fútbol, Diego Costa caminaba 40 minutos bajo el sol ardiente del noreste de Brasil o compartía una bicicleta con su hermano Jair para llegar a la escuela Bola de Ouro en las afueras de Lagarto, una ciudad agrícola y pobre de 100.000 habitantes en el interior del estado de Sergipe y 300 kilómetros al norte de Salvador de Bahía, la sede del Mundial 2014 más próxima.

Allí jugaba en una cancha de tierra, con porterías de madera, atravesada por un camino, por lo que había que parar el entrenamiento cada vez que pasaba un vehículo o una carreta tirada por mulas.

Diego tenía un físico aventajado y no le gustaba jugar con los niños de su edad. Cuando llegó a la escuela con 9 años, su entrenador, Flavio Augusto Machado Santos, Flavinho, lo puso con los de 11 y desde el comienzo fue el hombre gol del equipo. "Tenía esa gran ventaja, siempre fue grandullón, pero también peleón, hasta en exceso. Hoy mejoró bastante. Cambió un poco, no mucho. Siempre fue alborotador, problemático. Pero en el campo se transforma. Tiene alegría de jugar", dijo Flavinho, que dirige los entrenamientos con una desteñida gorra del Atlético Madrid, regalo de Diego.

Las peleas con su hermano mayor eran habituales dentro del campo. Jair, que no continuó la carrera de futbolista, siente orgullo por haber servido de incentivo y alimentado la competitividad de Diego. Provocador, éste se hizo del Palmeiras para llevarle la contraria a su padre y hermano, quienes eran seguidores del Sao Paulo. Su madre, Josileide Costa, lo evoca como un niño "travieso" y "refunfuñón", pero sobre todo obstinado, que siempre puso todo su empeño para hacer realidad sus objetivos profesionales.

A los 15 años decidió irse a Sao Paulo para trabajar de vendedor en la calle 25 de marzo, una zona popular, y hacer pruebas en los equipos de la mayor ciudad de Brasil. "Nuestro tío Edson lo llevó a jugar a campos de tierra, comenzando por un equipo del edificio donde vivíamos en el barrio São Mateus. Enseguida su fama llegó a los oídos de un amigo del presidente del Barcelona, club que disputaba la cuarta división del Campeonato Paulista", contó Jair.

En unos meses, recibió la primera propuesta profesional, del Braga, que lo llevó a plantear un órdago a sus padres para que le permitiesen ir a Portugal con 16 años recién cumplidos. "Tuvo una actitud de hombre. Me dijo: madre, si no me dejas ir, huyo. Cuando quiere lograr un objetivo, lo persigue. Lo busca de verdad", dice Josileide.

Aún más difícil fue la disyuntiva entre elegir la selección española y la brasileña, una tesitura en la que se vio el pasado noviembre y en la que tomó el camino más polémico. Su decisión caló hondo en Lagarto: tema de conversación habitual en los bares, los vecinos apoyan en su mayoría a Diego y aseguran que la ciudad será un "pedacito de España" en el Mundial.

A la mayoría de los 230 niños que hoy juegan en la escuela Bola de Ouro les gustaría seguir los pasos de su ídolo y afirman que, si pudieran, también jugarían en la selección española. La fama del delantero del Atlético ha alimentado la de la escuela, que ahora acoge alumnos llegados de otros estados brasileños y ha duplicado su capacidad, en parte gracias a la financiación que aporta Diego.

La Bola de Ouro ahora tiene tres campos de hierba, con porterías oficiales, y está mejor localizada, más cerca del centro urbano, lindante a una plantación de tabaco, el principal cultivo de la región.

Lejos del clima de Lagarto a favor de su hijo más ilustre, la mayoría de Brasil se dispone a abuchear con fuerza a Diego Costa en el Mundial, aunque eso, en lugar de amedrentar a la familia, se convierte en un incentivo. "Los abucheos son normales. Y yo quiero que ocurran. Cuanto más lo abuchean, mejor juega", avisó el padre de Diego, que ya prepara la camiseta de España y aguarda para ver a su hijo campeón.

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