El líder da un golpe de efecto

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Froome confirma que va a por todas y festeja un triunfo inapelable en la Cumbre del Sol

Sólo Chaves, a 36 segundos, parece capaz de batallar con el británico

Un efusivo Chris Froome festeja su victoria en la novena etapa de la Vuelta a España 2017.
Un efusivo Chris Froome festeja su victoria en la novena etapa de la Vuelta a España 2017. / Javier Lizón / Efe
C. De Torres (Efe)

Benitachell, 28 de agosto 2017 - 02:11

Chris Froome (Sky) dejó claro quién es el patrón de la Vuelta a España 2017 con una inapelable victoria en la novena etapa, disputada entre Orihuela y el Alto de Puig Llorença, en Benitachell, tras la cual reforzó el maillot rojo de líder justo antes de la jornada de descanso.

Golpe sobre la mesa. Aquí manda el cuádruple ganador del Tour de Francia. Golpe al aire para celebrar una victoria que fraguó con un ataque prolongado en las últimas rampas que llevaban hasta la meta de la llamada Cumbre del Sol. Allí, con vistas sobre la Costa Blanca, divisó Madrid con una exhibición final.

Froome, que no ganaba etapas desde el pasado Tour, tenía la espina clavada por su derrota en el mismo escenario ante Tom Dumoulin en 2015. Y se la quitó a lo grande, superando a todos sus rivales en el tramo final y entrando eufórico con cuatro segundos de ventaja sobre Esteban Chaves (Orica), y cinco respecto a Michael Woods (Cannondale).

Chaves volvió a resistir y ya es el indiscutible jefe de la oposición, a 36 segundos, mientras que Nicolas Roche (BMC) se mantuvo tercero a 1.05 minutos. Esta vez se echó en falta el duelo con Alberto Contador (Trek), quien no tuvo la respuesta de Xorret de Catí y Santa Lucía. Entró a 12 segundos junto a David de la Cruz (Quick-Step).

Salida emotiva en Orihuela para afrontar el trayecto por el litoral de la Costa Blanca, plagado de sombrillas y con olor a bronceador a orillas del Mediterráneo. Orihuela homenajeó a una de sus figuras locales, un luchado desde las letras: el poeta Miguel Hernández.

"Para la libertad, sangro, lucho, pervivo", marcó a fuego el poeta del pueblo. Por la libertad de soñar con la victoria se marcharon diez corredores con permiso del Sky por las carreteras alicantinas paralelas al mar. Markel Irizar (Trek), Marc Soler (Movistar), Marco Haller (Katusha), Wilko Lindeman (Lotto), Tobias Ludvigsson (FDJ), Anthony Turgis (Cofidis), Lluís Mas y Diego Rubio (Caja Rural), Connor Dunne (Aqua Blue) y Davide Villella (Manzana-Postobón) se fugaron en el kilómetro 18.

Por la libertad de salvar el pellejo persiguieron los hombres del Cannondale. Necesidad obliga. El patrocinador anunció la retirada del equipo y los corredores tienen libertad para buscarse la vida. Y decidieron asumir la persecución, en cabeza, dando la cara y haciendo el trabajo del Sky.

Nunca tuvieron los fugados licencia para triunfar. No quiso el Cannondale. Esperaba al final el aliciente del Alto de Puig Llorença (segunda categoría), llamada Cumbre del Sol, con dos ascensos, el primero como puerto de segunda por una vertiente y finalmente por la de verdad, en los últimos cuatro kilómetros al 9% de pendiente con rampas del 20%. Allí le ganó la partida Dumoulin a Froome en 2015.

La primera pasada la coronaron dos de la fuga, Soler y Ludvigsson, pero otra historia fue el ascenso final. Los combativos sacaron bandera blanca a 5,8 de meta. Y aparecieron los actores principales. Tambores de guerra.

Romain Bardet (Ag2r) trató de reventar la carrera con tres ataques a los que respondieron Richard Carapaz (Movistar) y Enric Mas (Quick-Step). Pero la carta ganadora la tenía el Sky, y el órdago lo iba a soltar Froome. Por eso Mikel Nieve anuló cualquier rebelión con un ritmo muy asfixiante.

Aún atacó De la Cruz, el cuento se acabó a 500 metros de meta, cuando el líder apareció con su resplandeciente maillot rojo. Como un huracán. Sprint interminable con Chaves en sus talones. Incertidumbre. Emoción. Aguantó Froome, fuerte y seguro, confiado. Puñetazo al aire. "Aquí estoy yo", debió pensar. Mensaje de Froome, que ensanchó en la Cumbre del Sol el camino hacia Madrid.

Por la Vuelta, Froome lucha y pervive. Un futuro poético para el británico, que también será historia dentro de muchos años.

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