Ha llegado el miedo (0-5)
Málaga-celta
Vergonzosa goleada del Celta a un Málaga muy blando y sin ideas que se ha metido en una dinámica peligrosa. Más vaivenes de Schuster, que no da con la tecla en los últimos partidos
No fue un accidente. Tampoco lo de Osasuna, aunque lo pareciera aquella primera parte fatídica. Algo realmente serio ocurre cuando casi 30.000 aficionados se quedan en 5.000, como en los tiempos de Segunda B, unos demostrando una actitud ejemplar cantando el himno y otros tragándose la bilis y las ganas de irse a casa a pitar por el esperpento que les tocó ver y la vergüenza que pasaron. Fue consecuencia de un momento que exige innegociablemente un profundo examen en el vestuario. No hay excusa en un rival de enjundia delante, tampoco en que el Celta tuviera el día de su vida. Simplemente se encontró el pastel encima de la mesa y, claro, tan hambriento como andaba, no dejó ni las migajas. La Rosaleda se puso colorada como pocas veces se ha puesto en su historia.
El Málaga ha entrado en una dinámica peligrosa. Se convive (habrá quien lo procese mejor y quien peor) con la pérdida de calidad de la plantilla con respecto al sueño de Champions. Mientras las otras virtudes del fútbol han estado en el campo, no ha habido miedo. Pero el equipo ha perdido toda su capacidad para estar junto en el campo, ser solidario y asumir que ni siquiera jugando al 99% está en condiciones de sacar muchos puntos. A veces dan vida los ramalazos de calidad de Portillo, las cabalgadas de Jesús Gámez, las pocas ocasiones en que Pawlowski sale de la jaula. Pero, sin lo otro, no vale de mucho. Preocupante resultó que a los seis minutos Álex López, el centrocampista más creativo del Celta, pudiera caminar unos cuantos metros sin oposición hasta llegar a la frontal y tener tiempo para prepararse un café y elegir por qué lado hacer imposible la estirada de Caballero. Lo dicho, no necesitó convocar a sus musas el cuadro vigués para taladrar a un Málaga inerme y atenazado.
Parece que a Schuster se le ha escacharrado la brújula. En los últimos partidos da vaivenes sin una continuidad lógica. Definitivamente se ha abonado a jugar con dos delanteros, si bien repitió el error del Bernabéu de colocar juntos a Tissone y Camacho. Más allá de que parece que aún no saben entenderse, ninguno de ellos está capacitado para oxigenar el inicio de los ataques. Como en Chamartín, entre los dos delanteros y el doble pivote había un desierto. Resulta extraño cómo el alemán se ha quitado de en medio a Darder. Juventud aparte, estaba siendo lo más parecido a un organizador de fútbol que tiene en la plantilla. La salida de Fabrice de las convocatorias es otro expediente X, más cuando, de nuevo ayer, los Duda y Pedro Morales demostraron que no están para dar mucha profundidad por banda. Con Eliseu ni se atrevió a ponerlo dado su mal estado de forma. Pawlowski, a pesar de su intermitencia y sus excesos de individualismo, es ahora mismo de los pocos capacitados para dibujar algo distinto, si bien sólo recurrió a él tras el 0-3.
De nuevo Schuster abroncó al descanso y tuvo que tirar de doble cambio para cambiar el panorama. Se quedó en la caseta El Hamdaoui y nadie se extrañó, aunque el aficionado también se quedará con las ganas de saber qué habría pasado si los dos delanteros hubieran tenido mejor asistencia desde atrás. Trató de corregirlo el técnico con Bobley Anderson, al que se le está viniendo el mundo encima en cada partido. Malos controles y pases fáciles marrados sólo son propios de quien juega presa de sus nervios; aún no ha habido tiempo de ver el porqué de la apuesta por el africano. Sí se asomó al mundo Chen, pese a la tremenda goleada. Tardó unos minutos en estabilizarse, aunque ahí tiene un buen diamante que pulir el Málaga. No se arrugó en cada gol encajado y robó pelotas desde el suelo y en anticipación propias de quien sabe leer el juego bien y estar concentrado. El bochorno fue cocinado a fuego lento, pitos tras el 0-2 y al descanso. Fue tras el tercero, justo cuando el Málaga intentaba desperezarse, cuando llegó lo peor. La Rosaleda empezó a escupir aficionados airados y a mostrar una cara insólita en la última década. Los que aguantaron el chaparrón, el de la lluvia y el del juego, dieron una lección de apoyo. Al menos le queda eso a Schuster y los suyos, que se vieron obligados a pedir perdón al término del encuentro y a los que una combinación de resultados les puede dejar hoy en descenso. Por suerte, el martes ya ofrece revancha.
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