Consumido el primer cuarto del campeonato, no sorprenden los equipos que lucen en la azotea de la tabla. Son todos los que están: Barça, Real Madrid, Sevilla, Valencia, Deportivo... Pero no están todos los que, en teoría, son. Cualquiera echa en falta a dos de las plantillas más fuertes, a dos de los clubes con los presupuestos más altos: Atlético de Madrid y Villarreal se han descolgado muchísimo. Es la gran conclusión en el análisis de este primer parcial.
Si un aficionado sin la mínima información del fútbol español desde el pasado verano -es casi imposible, pero imaginemos que ha dado la vuelta al mundo en vela, por ejemplo- abre hoy el periódico y mira la tabla de Primera, no se sorprende de que el Barça sea líder, el Real Madrid le persiga y Sevilla y Valencia anden a rebufo. Pero seguro que al ver al Villarreal el decimosexto y al Atlético en zona de descenso, lanzarían una expresión de incredulidad. Vale que tienen por delante 28 jornadas, algo menos de tres cuartos de Liga, pero han cedido tanto terreno que para acabar en la ansiada zona de Champions deben contar con elevar sus prestaciones, primero, y con que sevillistas, valencianistas y hasta deportivistas aflojen su ritmo. El Villarreal se encuentra a 12 puntos del cuarto, que es el Valencia, desventaja que en el caso del Atlético se amplía hasta los 14.
Los precedentes dictan que para subirse a ese tren de la prosperidad que es la Liga de Campeones, hay que sumar al menos 65 puntos para, con un poco de fortuna, ser cuarto. Y para que el Atlético, que ahora suma 7 puntitos, acabe en torno a esos registros tiene que ganar 19 ó 20 de los 28 partidos que tiene por delante, casi nada. Con Quique Sánchez Flores da muestras de mejoría, y posiblemente encadene una racha de victorias tarde o temprano, pero su margen de error es ya tan estrecho que otra pequeña crisis de aquí a mayo le puede dejar definitivamente en la cuneta.
Para enderezar el rumbo, al nuevo entrenador de los colchoneros no le queda otra que tapar los agujeros defensivos. El Atlético ha encajado nada menos que 22 goles en 10 encuentros, una aterradora media de 2,2 por partido. Y así es casi imposible ganar aunque en tu ataque jueguen Agüero y Forlán.
La defensa adelantada de Abel Resino no funcionó ni mucho menos como aquella que integraron Tassotti, Baresi, Costacurta y Maldini en el Milan de Sacchi. Ya la temporada pasada, la zaga rojiblanca no mejoró mucho con la llegada de Abel: de 17 partidos, sólo en cinco dejó su portería a cero. Pero la explosión goleadora de Forlán metió al equipo en la Champions.
Esta temporada, la planificación deportiva ha vuelto a ser deficiente y se refleja en el campo: persisten los errores de coordinación y los fallos de marcaje. Quique no tira la zaga tan lejos de Asenjo, pero insistirá en juntar las líneas y no tendrá reparos en situar a casi todos por detrás de la pelota. De momento, no logra cortar la hemorragia, aunque el calendario no ha sido propicio: un gol en Bilbao (1-0), dos ante el Chelsea (2-2) y tres ante el Real Madrid (2-3).
la fiebre amarilla
El otro sorprendente enfermo de esta Liga, el Villarreal, experimenta una mejoría más evidente que la del Atlético. Cierto que perdió ante el Sevilla, pero compitió en buena lid, remontó el 1-0 de Luis Fabiano y a punto estuvo de pescar en Nervión. Eso, sin puntales como Senna, Cazorla, Nilmar y Llorente.
Fernando Roig, gestor sensato y cauto, ha renovado su crédito a Valverde y parece que el submarino amarillo sale del fondo. Ganó sus dos partidos seguidos en casa ante Málaga y Tenerife, goleó a la Lazio y jugó de tú a tú ante el Sevilla. Y esa recuperación discurre respetando al patrón de la casa: fútbol de toque, combinaciones y llegadas desde atrás. ¿Le dará para cazar a los de la zona Champions? Si éstos no aflojan, lo tienen en chino. Sevilla y Valencia miran con descaro a Barcelona y Real Madrid, y ése es el mejor modo de que por atrás no se te acerquen los perseguidores.
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