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Por méritos propios

  • Seguro El Unicaja certifica su clasificación para la Copa al superar al Cajasol en un partido con altibajos que pudo resolver antes Relajación Entró en los dos últimos minutos 6 arriba después de ganar por 18

El DKV le había echado una mano el día antes. El hambre del equipo que adiestra Aíto García Reneses le llevó a remontar ante el Granada una desventaja de 12 puntos en el último cuarto para ganar con cierta solvencia. Respiró el Unicaja, que se veía así con el pasaporte para la Copa del Rey, pero quería certificar su presencia en Vitoria con un triunfo ante su afición (la novena consecutiva en casa) que disipara cualquier tipo de duda y eliminara la sensación de que se iba a la Copa gracias a un favor de la Penya. Un propósito lógico, pero que restó trascendencia al derbi regional ante un Cajasol que no se jugaba otra cosa que no seguir cayendo en la clasificación. Y eso terminó notándose en el desarrollo del encuentro.

Porque más de uno salió ayer del Carpena preguntándose qué hubiese sucedido si el choque con los sevillanos hubiese sido "el más importante de la temporada", como lo describían los miembros del equipo malagueño antes de conocer el sábado por la tarde la derrota del Granada, y no un mero encuentro de la fase regular. Si lo que hubiese estado en juego hubiese sido el pase a la Copa y no una simple victoria.

Y es que pese a que el Unicaja dominó el encuentro desde el inicio, no supo rematarlo. Se dejó llevar, permitió que el Cajasol se reenganchara al mismo de la mano de un sensacional Bennett y un acertado Ignerski y afrontó un desenlace de partido que pudo dar al traste con el buen trabajo realizado, sobre todo, durante la primera mitad. Fue entonces cuando la intrascendencia del resultado evitó que saliesen a flote los nervios y permitió que se jugaran los últimos minutos sin los agobios de ver el precipicio a sólo unos metros. La duda quedará siempre en el aire.

El desenlace fue positivo, pero pudo convertirse en una nueva demostración de autoridad en casa. Y eso siempre deja un regusto amargo. Al menos, es la sensación que desprendía el encuentro hasta el minuto 27. La fama del Cajasol de equipo débil e inocente cuando abandona Sevilla (ha perdido todos sus partidos a domicilio) tuvo continuidad en Málaga. Se vino abajo con pasmosa facilidad y sólo demostró ser capaz de plantear batalla cuando los locales bajaron los brazos y Elmer Bennett tomó el partido. Antes de eso sufrió ante la buena defensa malagueña, que le dejó en sólo 30 puntos al descanso y tuvo en Carlos Jiménez un valladar insuperable, y se vio al borde de la paliza cuando a falta de tres minutos para la conclusión del tercer cuarto el Unicaja alcanzó su máxima renta del partido (57-39).

Pudo rendirse, pero el que quitó el pie del acelerador fue el Unicaja. Bennett (nadie ayer se creía que tuviese 37 años y que estuviese jugando sólo su segundo partido de la temporada), que lee los partidos como nadie, cogió las riendas del Cajasol a la vez que el polaco Ignerski comenzó a sacar a relucir la calidad que nadie le discute y que casi nadie ha visto. Entre ambos anotaron 12 puntos, todos los que su equipo consiguió en los tres minutos finales que separaban el tercer del último periodo, que llenaron las gradas de murmullos (63-51). La expectación se transformó en gran preocupación cuando el menudo base de Illinois comprimió el partido aún más tras anotar su cuarto triple (66-60).

El Unicaja sólo era capaz de sumar desde la línea de tiros libres e Ignerski volvía a soplar en el cogote malagueño (73-67) con sólo dos minutos por disputar. Tuvo que ser Haislip quien cerrara el encuentro gracias a una exuberancia física que le permitió aguantarse unos segundos en el aire para conseguir un dos más uno y volar por encima de todos para capturar un rebote ofensivo y hundirlo en el aro (78-69). Cinco puntos que impidieron la remontada sevillana y certificaron la presencia del Unicaja en la cita copera por méritos propios.

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