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Al menos orgullo

  • 36 horas después de la paliza recibida en el estreno de las semifinales, el Unicaja sale al Palau a revertir la paupérrima imagen y competir.

En el Hotel Porta Fira de L'Hospitalet de Llobregat reina la calma un sábado cualquiera del mes de junio. Al lado de un Ikea y de muchas oficinas sin trabajadores, la calle está semidesértica. Pasa Sergio González, entrenador del Espanyol, en un espectacular deportivo. Se celebra una comunión que parece una boda, algún agente de jugadores se ve con responsables cajistas y la plantilla se divide entre dar un paseo, quedarse en la habitación o ir al centro de Barcelona, no más de 15 minutos en taxi, a hacer unas compras. La proporción de camisetas del Barça es abundante por la calle. Y el Unicaja acaba de entrenar en el Palau poco antes de que empiece la final de la Champions, que tiene paralizada a la Ciudad Condal.

Una mañana para reflexionar. Por la noche no se oía una mosca en la cena, pero el brío, al menos se pretende, es otro. "Nunca he visto ir una eliminatoria 31-0, vamos 1-0", dice con aplastante lógica Fran Vázquez. Sucede que la sensación que quedó tras el estreno de semifinales fue tan nefasta que cuesta imaginar al Unicaja compitiendo de tú a tú con el Barcelona. Hay quien recuerda en la expedición cajista el ejemplo de la eliminatoria del Olympiacos en los cuartos de final de la Euroliga. Ganó el Barça el primer partido por 16 puntos y con sensación amplia de seguridad y superioridad. Y respondieron Spanoulis y sus secuaces con tres victorias consecutivas y el Barcelona no jugó la Final Four. Claro que en el Unicaja no milita el genio de Larissa y que los de Xavi Pascual han virado desde entonces el destino. Han ganado los nueve últimos partidos por una diferencia media superior a los 18 puntos. Es habitual en el método del técnico catalán que coincida el mejor estado del equipo con el momento culminante de la temporada ACB. Y lo que se vislumbró el viernes en el Palau es que así sucede este año otra vez y no pasa lo mismo en el Unicaja. La ventaja es que hay rápida revancha y se puede cambiar rápidamente de traje y de imagen. También que se puede desmontar la ilusión. Se demanda al equipo de Joan Plaza que sea el mismo del grueso de la temporada, que compita al máximo nivel. Exigirle que derrote al Barcelona no es realista aunque en el fondo se albergue un sentimiento de posible proeza, atenuado tras la paliza del viernes.

Del primer choque se pueden extraer muchas conclusiones o ninguna, porque el Unicaja que compareció distó de una versión presentable. Diríase que la eliminatoria depende del Barcelona, del nivel que pueda dar. Pero para hacerle cosquillas hay que ofrecer unos mínimos de intensidad que el Unicaja no ofreció sobre el parqué del Palau. Se fue diluyendo conforme pasaron los minutos. Más allá de los números, no estuvo en partido nunca.

Del primer duelo salieron varios jugadores tocados y señalados. Son los que han permitido, en gran parte, que el Unicaja esté en esta instancia de la competición, los que han hecho disfrutar durante casi toda la temporada. Pero el deporte de alto nivel, ya lo decía la pasada semana Joan Plaza, recuerda muy poco, tiene la memoria efímera. "Eres lo que has hecho en los dos últimos partido", avisaba el técnico catalán a sus hombres. Un partido similar al del viernes esta mañana en el Palau sería dañino y aniquilaría cualquier atisbo de pensar en una presencia en la final. Por orgullo y por lo que ha hecho durante la temporada, se verá otro Unicaja.

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