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Un partido sin sentido

Los graves incidentes acaecidos en las inmediaciones del Calderón, tres horas antes del encuentro entre el Atlético y el Deportivo, dejaron el partido en un segundo plano, en un sinsentido absurdo, que se palpó en un estadio impactado por las noticias que iban llegando. Ganó el Atlético gracias de nuevo a su fortaleza en las jugadas de estrategia. Marcó Saúl Ñíguez al filo del descanso, hzio Arda el segundo en la segunda parte, el campeón ganó. Y punto.

La grada, sumergida en un silencio extraño en los prolegómenos del enfrentamiento, acogió con estupor la información que, como un reguero de pólvora, hablaba de un hombre herido y en estado crítico tras una reyerta de fútbol entre aficionados de ambos conjuntos.

Fue el comentario generalizado en la entrada al recinto y dentro de él. El público no salía de su asombro y el mutismo se apoderó de las tribunas a la salida de los jugadores al terreno de juego. Incluso, cuando el Frente Atlético entonaba canciones de ánimo a los suyos, sufría la recriminación del resto y los insultos de los 200 aficionados visitantes, ubicados en una de las esquinas del Fondo Norte.

"El fútbol debe ser motivo de unión", se escuchó por megafonía pocos minutos antes del pitido inicial, pero la realidad había sido otra y había dejado el combate totalmente desdibujado, en un acontecimiento desvirtuado. También se percibió en los futbolistas, sabedores de lo acaecido cuando pisaron la hierba.

Dieciséis años después de la muerte de Aitor Zabaleta, un encuentro de fútbol queda empañado por un suceso similar, por algo descabellado. Dieciséis años después, los ultras siguen en los campos de fútbol protagonizando episodios detestables y repudiados por el resto, por la gran afición, que acude cada semana a los campos a divertirse.

Eso fue lo que pretendió la inmensa mayoría de los espectadores que se presentaron en el Calderón en la fría mañana del último día de noviembre de 2014. Una generalidad que no debe quedar manchada por un grupo de violentos. Una colectividad que se marchó a casa triste, a pesar del triunfo del Atlético, que enseguida se apresuró a publicar un comunicado condenando los incidentes.

En el club también quedaron impactados por los incidentes. Incluso se barajó la suspensión del envite. La Liga de Fútbol Profesional lo procuró, pero no localizó a los interlocutores necesarios para hacerlo. Seguramente, es una determinación que se debiera haber llevado a cabo. Muy cerca del pitido final, se apreció un gesto para la esperanza. Un aficionado del Atlético se intercambió una bufanda con uno del Dépor y las dos hinchadas se aplaudieron mutuamente. Un guiño con el que se rechazaba lo ocurrido y que echaba el telón a una apesadumbrada mañana en la que el fútbol quedó totalmente difuminado, sin sentido.

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