El pequeño Martiricos

Granada 74 | málaga c. f. · EL OTRO PARTIDO

El Escribano Castilla fue inundado por más de 3.500 malagueños · Subidos en azoteas de pisos aledaños o incluso a una grúa del cementerio, nadie se lo quiso perder · Marsá fue centro de la mayoría de los cánticos

José Luis Malo / Motril (Granada) / Enviado Especial

09 de junio 2008 - 05:02

Blanquiazul. Así se pintó Motril paulatinamente desde las 12:00 a medida que iban llegando aficionados al pueblo granadino. Blanquiazul. Así se vistió el destino en la prolongación de Mendizorroza, cuando Jairo y Toni Moral remontaron de forma increíble el 1-2 de la Real Sociedad. Blanquiazul. El ascenso lleva esos colores. Y ahora en mejor disposición que nunca. En un partido eléctrico donde el 0-0 resultó buenísimo, la única pena fue comprobar cómo el amplio despliegue de la afición no derivó en el botín ayer mismo. La miel se quedó en los labios del Escribano Castilla, ayer el pequeño Martiricos.

Unos 3.500 aficionados hicieron los 95,3 kilómetros escritos para vivir el capítulo final que tanto se resiste. Cláxones intensamente sonando, cánticos en todas las calles motrileñas (especialmente para Carlos Marsá) y dos camisetas, la blanquiazul y la verde y morada, hacían dudar de si Motril era término municipal de Granada o de Málaga.

Hubo aficionados en todos los sitios. En cada bar abierto almorzando o compartiendo la sobremesa con la paliza de Rafa Nadal a Roger Federer en Roland Garros. En las inmediaciones del Escribano Castilla pintando pancartas (“Viaje a Motril, 40 euros; entrada para el fútbol, 50 euros; seguir al Málaga no tiene precio) o buscando aparcamiento en las pequeñas calles lindantes al estadio. En la llegada del autobús del Málaga al campo. Incluso los que no consiguieron entrada en las azoteas aledañas para ver el partido (convencieron a los vecinos para ello) y hasta algunos se subieron a la grúa del cementerio anexo y vivieron el fútbol como en una feria.

Pero, sobre todo, en el interior del estadio. Tres de las cuatro gradas eran blanquiazules, lo cual hizo pensar en dónde irían a parar todas aquellas localidades que había regalado el Granada 74 para llenar su campo y evitar la mayoría malaguista en la grada. Más divertidos en la segunda parte que en la primera, por el continuo goteo de llegadas del Málaga, los goles que se ansiaban cantar llegaron desde Castellón y Vitoria. Una asistencia mágica de Sandro a Iván Rosado que el onubense no supo aprovechar se solapó con la remontada del Alavés. Valió tanto como si hubiese marcado el delantero.

EL ENFADO DEL PRESIDENTE

El presidente del Málaga, Fernando Sanz, evitó sentarse al lado de su homólogo en el Granada 74, Carlos Marsá, por encontrarse molesto con el reparto de entradas y los precios puestos. En un principio, el madrileño tenía previsto estar en las gradas (aún colea también el enfado por el suceso vivido con Saizar en pretemporada, ya que el vasco tenía un preacuerdo con los blanquiazules y acabó desestimándolo para fichar por el Granada 74), pero finalmente tuvo que cambiar de idea ya que llegó al Escribano Castilla acompañado por cuatro concejales, con el de Deportes, Elías Bendodo, a la cabeza, y tuvo que sentarse en el palco presidencial, pero, eso sí, varias butacas más para atrás.

Incluso la directiva del club solicitó entradas fuera del palco para que su presidente pudiera sentarse en las gradas de Tribuna, si bien Marsá ordenó que fueran de General (equivalente a Preferencia en Martiricos), algo que aumentó su enfado, puesto que, además, en el encuentro de ida el club blanquiazul atendió correctamente todas las demandas del Granada 74 (otros dirigentes de la entidad rojilla mantuvieron una actitud más correcta que la de Marsá e incluso se excusaron formalmente por ello).

Fernando Sanz, que en todo momento evitó toparse con Carlos Marsá, se sentó junto a Elías Bendodo y estuvo acompañado por una amplia comitiva del club, a saber: los consejeros Paco Martín Aguilar, José Carlos Pérez (ayer, como casi siempre, jefes de expedición) y Miguel Narváez; el director de seguridad, Eugenio Lorente; el director de marketing y desarrollo de negocios, José María Arrabal (éste tuvo que sentarse fuera del palco por cuestión de aforo), y la jefa de prensa, Gema Lobillo. El máximo mandatario del Málaga, que en las últimas jornadas estaba sufriendo mucho por el alargue de la confirmación del ascenso, compatibilizó el seguimiento del partido con lo que pasaba en Mendizorroza y Castalia. Lo hizo a través de su teléfono móvil. De hecho, en cuanto la grada coreó el tanto del Alavés (al Granada 74 también le convenía la derrota de la Real para que ganase al Córdoba en la última jornada) no dudó en telefonear a sus allegados para confirmar la buena noticia.

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