Joaquín Aurioles

Universidad de Málaga

Desigualdades regionales

Colas en una oficina del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) en 2010

Colas en una oficina del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) en 2010

Los lugares que no importan son realidades inaceptables a las que nuestras conciencias han terminado por acomodarse. Rodríguez Pose analiza cómo ha ido cobrando forma a su venganza frente al dinamismo arrogante de las grandes ciudades en un magnífico artículo publicado en 2018 en Cambridge Journal of Regions, Economy and Society. La desigualdad territorial se estuvo reduciendo, como patrón genérico, desde la segunda guerra mundial hasta la década de los 80, pero a partir de entonces se inició una larga etapa de aumento de desequilibrios regionales internos a los países contra los que repetidamente se han estrellado ambiciosos programas de desarrollo regional en Italia, Reino Unido, Francia, Estados Unidos y, por supuesto, España.

El populismo político consiguió arraigar finalmente entre ellos y fenómenos como Trump, el Brexit o el auge de la extrema derecha en Europa occidental son algunas de sus consecuencias, pero hay otras peculiaridades. Los lugares que menos importan se encuentran con frecuencia en el medio rural, especialmente en la Europa oriental y también en la mayor parte de América, pero en países como Francia, Alemania o Reino Unido los olvidados se concentran en las periferias de las grandes ciudades. El formato de venganza de los lugares que no importan en nuestro país es el de la España vacía o vaciada, también apreciado objeto de deseo populista por el extraordinario valor del voto individual en los territorios menos poblados y por lo ajustado de la aritmética parlamentaria, aunque, en nuestro caso, más proclive, al menos hasta ahora, al alineamiento con el populismo de izquierdas que con el de derechas.

Esta deriva en la sensibilidad sobre los desequilibrios territoriales ha provocado que otras perspectivas del problema hayan dejado de ser importantes. El despertar de la conciencia sobre el déficit de infraestructuras y equipamientos básicos en la España vaciada ha discurrido en paralelo al acomodamiento de la población y, sobre todo de la clase política, con las desigualdades regionales, que continúan conservando magnitudes similares a las de hace décadas. El cuadrante nororiental (País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña), junto a Madrid, conforman la España próspera y concentraban en el año 2000 el 38,2% de la población española y el 49,2% del PIB, frente al 31,9% y 24,8% respectivamente, en la mitad meridional del país (Canarias, Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia). En 2021 las poblaciones habían aumentado en los dos casos gracias, fundamentalmente a Madrid en el de los primeros y a Canarias, Murcia y a una parte de Andalucía en el del segundo, pero las concentraciones de las capacidades de producción (49,2% del PIB en el bloque de prosperidad y el 24,7% en las regiones del sur) se han mantenido prácticamente intactas.

La combinación de movimientos de población, concentración de las capacidades de producción y efecto redistributivo de la política fiscal y las pensiones han permitido ajustes muy diferentes en materia de bienestar según los territorios. En Asturias, Galicia y Castilla León es donde más crece la renta disponible por habitante en lo que va de siglo debido, básicamente, a la pérdida de población, mientras que en los archipiélagos ocurre exactamente lo contrario. En Andalucía, la renta disponible por habitante aumenta un 2,2% más que en el resto de España, también por el desigual reparto de las variaciones de población entre las comarcas litorales y de interior. Si nos centramos en el periodo posterior a la crisis de 2008 y tomamos como referencia la Encuesta de Condiciones de Vida del INE para observar la evolución de la renta media de los hogares por comunidades autónomas, nos encontramos con que las diferencias han aumentado un 11,7% y que la diferencia entre Andalucía y España era de 12,3 puntos en 2008 y de 16,2 putos en 2021.

El perfil de la evolución de las desigualdades regionales en España, tanto en PIB por habitante como en renta disponible por habitante, refleja una notable corrección en los primeros años del siglo, coincidiendo con el boom en el sector inmobiliario, seguida de una fuerte ampliación tras la crisis de 2008. Posteriormente, tras el inicio de la recuperación en 2014, vuelve a observarse una contención moderada en la evolución de la desigualdad que se ha mantenido hasta la actualidad. El reflejo de este comportamiento en el caso de Andalucía se tradujo en una reducción muy notable y prolongada de su atraso relativo con respecto al resto de España hasta 2008 y en un acusado empobrecimiento relativo posterior, debido al elevado peso relativo de la construcción, que provoco un mayor impacto de la crisis en el sector. El diferencial en tasa de paro entre Andalucía y España, que llegó a situarse en torno a 4 puntos en los años previos al estallido de la crisis, volvió a situarse por encima de 10 en los posteriores, como en los perores momentos de los 80 y 90.

La economía andaluza consiguió engancharse con determinación a la recuperación de 2014 y mantener el vigor durante la pandemia, aunque sin grandes correcciones en los indicadores tradicionalmente elevados de vulnerabilidad social. En el caso de la tasa de paro, la mejora ha sido evidente hasta situar el diferencial con la tasa española en el entorno de los 6 puntos, pero los indicadores de riesgo de pobreza o exclusión social siguen siendo alarmantes. En Andalucía se sitúa en 32,3%, que son 5 puntos más que en 2008, cuando la diferencia con el promedio español era de 7,5 puntos, pero que había ascendido hasta 10,5 en 2021.La desigualdad regional sacudió la conciencia de los españoles por intolerable con la llegada de la democracia y el estado de las autonomías. Bien porque otros problemas de naturaleza territorial han ido desplazándola poco a poco, bien porque nos hemos acomodado a la situación o bien por ambas razones, lo cierto es que la desigualdad de oportunidades y de condiciones de vida ha dejado de importar. No serán las comunidades más prósperas las que nos lo recuerden, pero las más perjudicadas, y entre ellas Andalucía, tienen esforzarse en algo tan razonable como la recuperación de la conciencia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios