Respondiendo a la llamada de la historia
Llevar a la práctica lo que se aprueba en Europa es responsabilidad de cada uno de los estados miembros , ya sea como cumplimiento de las directivas, o seguimiento de las guías
Aunque este periódico ha cubierto ampliamente la reunión del Parlamento Europeo en Estrasburgo, destacamos algunas cuestiones de interés en el ámbito económico y de la empresa. Lo principal es que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Layen, en su discurso inaugural sobre el Estado de la Unión, se reafirma en la estrategia y políticas de los últimos años, y quiere que el pensamiento y las ideas se materialicen con acciones. Llevar a la práctica lo que se aprueba en Europa es responsabilidad de cada uno de los estados miembros y sus administraciones autonómicas y locales, ya sea como cumplimiento de las directivas, o seguimiento de las guías que se proporcionan.
La Comisión y Parlamento Europeo, que nos representan a todos, se mantienen firmes en que la Europa verde no es sólo un concepto medioambiental sino económico, y marca la dirección de la inversión e innovación. Principio básico que algunos no entienden, pues vemos a partidos y sus gobiernos en comunidades autónomas y ayuntamientos enredados en escaramuzas cuestionando el cambio climático y sus consecuencias, o manteniendo una ambigüedad que no hay en el discurso de nuestra presidenta europea. La descarbonización y modernización van de la mano en todos los sectores, lo que incluye el automóvil, la construcción, la agricultura, o la industria del turismo. A veces cuesta comprender el alcance del European Green Deal, y que el acceso a los fondos europeos se identifica con inversión e innovación que reduce la huella de carbono, y hace uso eficiente de los recursos. Esto va más allá del reciclaje tradicional, ahorrar agua, o la eficiencia energética de los edificios, pues el mejor reciclaje es el que no tiene nada que reciclar, y la mejor construcción la que es eficiente en todos sus procesos, incluyendo transporte y movimiento de tierras. Una desaladora que consume electricidad que no es verde, y produce agua a un coste que el agricultor no puede pagar, no es financiable; igual que los programas de rehabilitación urbanos que facilitan la concentración de un turismo masivo en la ciudad. Estas contradicciones tienen que entenderlas gobiernos y empresas.
Sin embargo, en el apoyo a medianas y pequeñas empresas en la transición climática, hay una relajación de los criterios sobre información que deben proporcionar, y de la diligencia sobre sus proveedores. Esta cuestión, que hemos comentado en alguna ocasión, plantea un problema a empresas que no tienen capacidad para identificar incumplimientos medioambientales en sus proveedores, sobre todo cotizadas que son de pequeña dimensión, y ha dado lugar a reacciones en el Parlamento Europeo. Pero entre la derecha que quiere dar marcha atrás en la normativa de cumplimiento medioambiental, por considerarla perjudicial para las empresas, y la izquierda que busca estirar el tema al máximo, debe haber un equilibrio, pausando quizás la aplicación de la normativa, pero dejando claro que profundizar en el cumplimiento de los criterios medioambientales es un objetivo ineludible. Relacionados con estos criterios están los de responsabilidad social, y la presidenta Von der Layen menciona los 800 millones de euros que se destinan a reformas para crear trabajos decentes; los fondos Next Generation para hacer frente a pandemias y mejoras en la salud; directivas sobre transparencia en los salarios; y el trabajo legislativo pionero para la igualdad de género, normas que algunas actividades económicas como las relacionadas con el deporte del fútbol, no cumplen.
La respuesta de la Unión Europea al cambio climático busca fortalecer a la industria europea, lo que abre al menos dos frentes. Uno es el del apoyo a sectores, empresas y trabajadores que van a sufrir en la transición climática, y necesitan recursos para adaptarse; este es uno de los destinos de fondos Next Generation, donde cabe también subvenciones a empresas y países para hacer competitivas sus localizaciones, compensando así las políticas de atraer y mantener tecnología de Estados Unidos y China. Sin embargo, Europa no puede funcionar con un comercio internacional debilitado, por lo que se reafirma en el principio general del libre comercio, con una prevención hacia países que lo utilizan de manera manipulativa. El apoyo a empresas se complementa con facilitar la operatoria y reducir las obligaciones de información en un 25%. El segundo frente es invertir masivamente en energías limpias para evitar la dependencia, que se considera el principal factor del encarecimiento de los precios y de la reacción del Banco Central Europeo, aunque el precio del gas que llegó a ponerse a 300 euros el Mwh hace un año está ahora en 35. Pero al mismo tiempo se quiere destacar en tecnología, y la presidenta mencionó que iba a asistir a la botadura del buque danés de Merks, de contenedores, el primero del mundo totalmente limpio, que funciona con metanol a partir de energía solar.
No entramos en otras cuestiones de las que habló, como las debilidades de la educación, atención a los niños para compatibilizar su cuidado con el trabajo, dificultades de los jóvenes, vivienda, necesidad de mano de obra, o la política para una inmigración cualificada, y desde luego la geopolítica de la ampliación de la Unión, el apoyo incondicional a Ucrania y a sus 4 millones de refugiados. Quizás por ser la última la intervención fue fuertemente emotiva, un mensaje sobre la esperanza de que Europa sea realmente un hogar para todos los países que la forman, un lugar de encuentro, y también una referencia medioambiental, de responsabilidad social y de buen gobierno para un mundo que siente, como diría la novelista irlandesa Anne Enright, que el futuro viene hacia él con un cuchillo en la mano.
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