Fue la cara amable del gobierno de Soledad Becerril. Genio de la micropolítica, se preocupó como delegado de Seguridad Ciudadana hasta de retirar motos mal aparcadas o de disolver al tío de la cabra que trompeteaba en la Plaza de los Terceros un Domingo de Ramos. Le tocó gestionar la detención de Serra Ferrer un Sábado Santo con una manifestación de béticos delante de los calabozos. Y fue el primero en conocer la muerte de su amigo Alberto Jiménez Becerril y de su esposa, de quienes se despidió la tarde previa en un encuentro casual en Tetuán. Martín Rubio ha creado una narrativa con las anécdotas de su gestión pública. Es sublime la del operativo que coordinó un día de Feria para reducir a un gorila escapado del circo que se hizo fuerte en la copa de un árbol. Telefoneó al zoosanitario y le respondió el contestador. O aquella en la que acompañó a un alto cargo militar a un almuerzo en casa de Lopera, donde fueron recibidos por un perro enorme llamado Beethoven. El can saludó con ladridos como rugidos. Martín Rubio comentó, para descargar la tensión: "Huy, se llama como el músico, ¿no, don Manuel?" Y el entonces presidente verdiblanco los dejó mudos: "No, Martín, el perro se llama como su padre". Maestro de las relaciones públicas, habilidoso en el dominio de la guasa sin herir a nadie, su inversión con menos volatilidad son las personas. Pertenece al club apócrifo de los que tardan más de una hora en recorrer Sierpes, al ir mucho más allá del me alegro de verte. Con todos se para y para todos tiene un comentario. Frecuenta todos los ambientes: desde una fiesta con glamour con siete gorilas en la puerta hasta una procesión de impedidos con tantos participantes como plazas tiene un taxi. Feligrés de San Pedro y nazareno del Cristo de Burgos y la Macarena. Hay quienes dicen (¿Tal vez con envidia?) que tiene las propiedades del corcho, porque navega en todas las aguas. Defensor de la vida desde el momento de la concepción, cultiva una gran amistad con Soledad Becerril, posee una de las distinciones cofradieras más cotizadas (El Homo Cofrade Solemnis) y en su haber está almorzar varias veces, pero de verdad, con Javier Arenas. Y por mucho que vaya o venga, por mucho que suba o baje, por mucho que se mueva o cambie, siempre tiene un principio y un final seguros en cada día de su vida: la Plaza del Cristo de Burgos.
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