Marga Sánchez Romero: "Quizá la peor violencia contra las mujeres sea invisibilizarnos"

ARQUEÓLOGA

La arqueóloga y divulgadora, Marga Sánchez Romero. / Destino

LAS TUMBAS CUENTAN COSAS. Marga Sánchez Romero (Madrid, 1971) es catedrática de Prehistoria, divulgadora y vicerrectora en la Universidad de Granada. Con otras compañeras, creó el proyecto Pastwomen para dar visibilidad a la investigación vinculada a la cultura material de las mujeres. En su último libro, Lo que el cuerpo nos cuenta (Destino) realiza un recorrido “físico y político” por la corporeidad femenina, desde la prehistoria hasta hoy.

Uno de los mantras del libro es que a las mujeres se nos juzga más por nuestro físico, ¿desde cuándo ocurre esto?

–Usar el cuerpo para manifestar quiénes somos llevamos haciéndolo desde la prehistoria: no hay otra forma de estar en el mundo. En el Paleolítico, se adornan todos, a veces de distinta manera indicando sexo, edad, identidad de género... Y empieza a configurarse la desigualdad social, el cuerpo se usa para eso. Desde el punto de vista cultural, esa desigualdad es prácticamente inherente a las mujeres, que son las garantes de una moral que se manifiesta a través de ellas, no tanto con los hombres. Que el modelo estético represente un modelo moral nos pasa a nosotras mucho más. Y aun ahora, aunque vivamos en una sociedad más igualitaria, seguimos haciendo lo mismo. Lo que quiero es que las mujeres reflexionemos sobre nuestro cuerpo: no puedes luchar contra tu cultura, es muy difícil, pero al menos podemos ser conscientes de las contradicciones.

–Hay un detalle que estremece:a finales de la Edad de Bronce, en Europa Central, se encuentran cuerpos de mujeres con esposas en los tobillos. Estabuladas.

–Ya simbólicamente hubiera sido muy fuerte que, por ejemplo, las hubieran enterrado con algo así. Pero no, hemos visto por desgaste de huesos, y por muertes sucedidas de forma traumática, en asaltos, que vivían con ellas, que las llevaban puestas. Y eran mujeres de la élite: va asociado a tener que demostrar poca movilidad.

La desigualdad es inherente a las mujeres, que son garantes de la moral"

–“6.000 años de amor rodeados de violencia, lujo y misterio”. Parece la mayor telenovela de todos los tiempos, pero es la descripción del famoso abrazo del yacimiento del campo de hockey, en Cádiz.

--Lujo, ya ves. Pero es una de las reacciones más frecuentes ante los cuerpos abrazados: la asunción de una relación romántica. Para colmo, tampoco es raro que se asuma que es que él se había muerto, y ella se había suicidado detrás. En el caso de San Fernando, son los restos de un señor de casi treinta años y de una adolescente de unos trece.

–Pero quizá la afirmación más alucinante sea la que concluye que la alta mortalidad infantil en la prehistoria no era, sorpresa, porque las madres fueran unas inútiles.

–Un mátame camión como una casa. No sólo es que lo único que tuviéramos que hacer fuera cuidar de la prole, sino que lo hacíamos mal. Cuando todo lo que hacemos los seres humanos es por el mero hecho de la supervivencia y el bienestar, nuestro y de esa prole. Desde la prehistoria a la actualidad, con distintas estrategias y tecnología; empleando el conocimiento que tuviéramos para sobrevivir y después, obteniendo la comodidad más alta que pudiéramos alcanzar.

A partir del Neolítico, lentamente, las mujeres empiezan a dedicarse al mantenimiento de las sociedades"

–Es muy probable, dice, que las desigualdades de género no necesitaran en su origen de la violencia física.

–A partir del Neolítico, las mujeres empiezan a dedicarse paulatinamente y de manera más intensa a las actividades centradas en el mantenimiento de las sociedades, que implican amoldarse en gran medida al ámbito de lo doméstico. Aunque sea sólo un poco más y lentamente, este comportamiento se va traduciendo en diferencias en el acceso a las relaciones con otras gentes, conocimientos de otras realidades y de toma de decisiones. Una vez empieza la desigualdad, pues quien tiene más poder, ve que tiene una ventaja. No sólo estará intentando seguir haciendo lo que quiere y viviendo cómodo, sino que fabricará un discurso que lo respalde. Por supuesto, hemos negado e invisibilizado a las mujeres en el relato histórico, como si la desigualdad fuera inherente a la especie humana. Quizá esa sea la peor violencia.

–Como la cuestión de la caza, siempre asumida como masculina.

–No hay ciencia que respalde una afirmación como “las mujeres no cazan”, y desmontar el argumento es facilísimo. Pero es un estereotipo que tiene que ver con una idea del mundo que se quería transmitir. Por eso es tan importante la divulgación.

–Cierra el libro con otro tipo de fosas y enterramientos: unas que nos perturban aún más que las de la prehistoria. Las de la guerra civil.

–Participar en este tipo de proyectos es una de las cosas de las que más orgullosa me siento. No hay nada como el encogimiento de corazón frente a esas tumbas. Y ver cómo el cuerpo de las mujeres también te habla de violencia explícita, de una forma distinta:a las mujeres las violan, las humillan, les cortan el pelo... Yo he visto fosas del Neolítico con cientos de cuerpos y no he sentido lo mismo.

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