España

Con la Policía y la Guardia Civil por montera

CON la huelga de los camioneros bloqueando muchas carreteras y la de pescadores con la flota amarrada, Zapatero afrontó ayer, en la sesión de control al Gobierno, por tercera semana consecutiva una pregunta del líder de la oposición sobre la crisis económica. Apoyándose en un IPC de 1995 y una nueva subida de las hipotecas y cansado de que el presidente minimice la crisis con su buenismo optimista y eche balones fuera, Rajoy quiso saber si el Ejecutivo socialista iba a tomar algunas medidas para paliar la situación y "cuándo iba a dejar de hacer nada".

El presidente, que se ha dado cuenta de que su estrategia de esconderse tras las crisis de los demás no justifica la salida al ralentí del Gobierno, salió con la retahíla del paquete económico aprobado para paliar la "fuerte desaceleración económica" que sufren familias y empresas. Y se refugió en un próximo diálogo social.

Rajoy, que ha cogido esta semana oxígeno tras quedarse sin alternativa en el PP -la renuncia de Juan Costa estaba cantada-, reprochó a Zapatero su falta de pericia para el diagnóstico económico y, por tanto, para la aplicación de las terapias necesarias. Tras un ejercicio de demagogia que pretendía exigir a Zapatero en la huelga del transporte que fuera el Julio César del vini, vidi y vinci, el líder de los populares se desmarcó de lo que tiene el conflicto de piquetero y de huelga salvaje, y le dijo al ministro del Interior que esto no puede ser, que "ni con pistas de aeropuerto ni con autopista". Cosas de orden público. Menos mal que Rubalcaba estaba afónico, si no le contesta.

En fin, Rajoy destacó que "las cosas no van bien", pero sin las desmesuras del pasado, que le hubiera llevado a igualar a España con Biafra. Zapatero esgrimió los 25.000 policías y guardias civiles que están defendiendo el libre tránsito de personas y vehículos como varias horas de retraso. Y volvió al paquete de medidas económicas: 30 para ser más exacto, que se quedaron en una y media por falta de tiempo. Y van cuatro. En fin, mal día para el presidente, que, en esta ocasión, los tres goles de Villa y de Fábregas le sirvieron para bien poco.

Por lo demás, la sesión de control volvió a vivir un nuevo enfrentamiento entre la vicepresidente primera y la portavoz del PP. La novicia Soraya Sáenz de Santamaría da cada día más fuerte, pero la flaca Fernández (en la acepción más argentina de la palabra) se la ha empezado a tomar en serio y encaja cada día mejor. Por lo pronto, ya se lo sabe de memoria y no utiliza los papeles con los que tumbó tantas veces a Zaplana y Acebes. Estuvieron bien las dos.

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