Crónica Personal

El año de Feijóo

Se cumple el primer aniversario de la caída del tándem Casado-García Egea y el encumbramiento del hasta entonces presidente del PP gallego como líder nacional.

El año de Feijóo

El año de Feijóo / Borja Sánchez-Trillo (Efe)

NO fue un golpe presidencial, pero podía haberlo sido, porque el clamor de la mayoría de los dirigentes del PP, sobre todo los barones, llevaban meses exigiendo a Casado que restara poderes al secretario general, Teodoro García Egea. Interfería en la marcha del partido en las comunidades autonómicas y promoviendo a personas de su cuerda para cargos relevantes, despreciando las propuestas de los responsables regionales, en algunos casos presidentes de esos gobiernos.

Excepto en Galicia, donde sabía que no podría luchar contra Feijóo, Egea abrió frentes a lo largo y ancho del mapa, con el foco puesto sobre todo en Madrid, donde el éxito de Ayuso en las elecciones autonómicas adelantadas promovió un recelo no disimulado en la sede de Génova. De momento, Casado y Egea bloquearon que pudiera ser elegida presidenta del PP madrileño, como todos los presidentes del gobierno regional.

La resistencia de Ayuso fue total, se sentía cargada de razón y contaba con el respaldo de los barones regionales y de gran parte del partido. Consciente de su fuerza, Ayuso no retrocedía ni un milímetro en su aspiración a ser presidenta del PP madrileño, y entonces alguien sugirió que se tratara de encontrarle un punto débil que la obligara a ceder.

En diciembre de 2021, la rumorología apuntaba que el hermano de la presidenta estaba implicada en una operación de tráfico de influencias en el Gobierno madrileño. En febrero, el rumor se convirtió en la noticia política del año, que provocó la caída de Casado y García Egea, y la elección de Feijóo como presidente nacional del PP.

El relevo

Fue una operación rocambolesca. A través de un trabajador de una sucursal bancaria, llegó la noticia a Génova de que el hermano de Ayuso realizó un importante negocio como suministrador de material sanitario a China. En Génova se contrató a un detective para que consiguiera las pruebas documentales en el banco, detective que se negó a hacerlo porque era ilegal. No conforme, le contó a un ex ministro de Rajoy el encargo y éste lo trasladó a la dirección del Gobierno madrileño.

El escándalo estaba servido. Ayuso hizo públicos todos los datos de su hermano y que efectivamente había comprado material para Madrid, pero cumpliendo con los requisitos legales y por una cantidad muy inferior a la que había divulgado Génova.

Esa operación, de la que se cumple un año, supuso el cambio total de la historia del PP, con la caída de Casado, que vio cómo excepto Egea, Montesinos y Ana Beltrán todo su equipo de dirección le daba la espalda -ya hacía tiempo que le había trasladado su incomodidad- y se sumaban a los barones que exigían la celebración de un congreso extraordinario para renovar los cargos del partido. Casado y Egea se resistían, aunque Egea acabó dimitiendo ante lo irreversible de la situación. Ya tenían incluso candidato, Alberto Núñez Feijóo. Se convocó de forma el congreso para los días 1 y 2 de abril y fue elegido masivamente por unos delegados que salieron henchidos de entusiasmo del Palacio de congresos de Sevilla.

La nueva ejecutiva no provocó tanto entusiasmo. Feijóo apostó por su gente de confianza en Galicia, nombró secretaria general a Cuca Gamarra, que continuó como portavoz parlamentaria, y como hombres fuertes eligió a Elías Bendodo, persona cercana a Juanma Moreno, y a Esteban González Pons, que conocía muy bien el partido, tenía experiencia de gestión y parlamentaria, y llevaba varios años de eurodiputado, con importantes contactos internacionales.

Cometió errores de recién llegado a la política nacional, le costó un tiempo adaptarse a su nuevo papel de dirigente nacional y líder de la oposición. Como le costó tiempo asumir que Pedro Sánchez era un contendiente peligroso: se defendía atacando, no respondía a las preguntas, no le importaba falsear datos para desacreditar al contrario y puso todo su empeño en denunciar que Feijóo gobernaría de la mano de Vox.

Feijóo sin embargo estaba subido a una ola que lo acercaba al triunfo electoral, aunque siempre supo que no sólo importaba ganar las elecciones, sino contar con los escaños suficientes para gobernar. Marcaba distancias con Vox, su objetivo era gobernar en solitario pidiendo apoyos para sacar adelante las leyes más relevantes, sin descartar siquiera el hacerlo en algunos casos con el PSOE.

Ha pasado el año reuniéndose con otros partidos políticos excepto los socios del Gobierno, aunque sí lo ha hecho con el PNV, además de empresarios, dirigentes de diferentes sectores sociales, sindicatos, el Ibex, personajes del mundo intelectual y cultural. Realiza unos tres viajes semanales a las diferentes provincias, y ha mantenido algunas reuniones -pocas- con dirigentes extranjeros, sobre todo europeos. Habla poco inglés, un inconveniente, y está empeñado en dedicarle esfuerzo pero no dispone del tiempo necesario.

Un político sin complejos

Una de las decisiones últimas de Feijóo demuestra que es sensible a las sugerencias de que potenciara la portavocía de su partido, clave para cualquier formación política. Bendodo no encontró su sitio en ese puesto, hay que tener cualidades muy específicas para ser portavoz, y Feijóo convenció finalmente a Borja Sémper, dirigente vasco que dejó la política tras el congreso en el que salió elegido Casado.

Las encuestas -excepto la del CIS- coinciden en que ganará las elecciones y después de unas semanas en las que parecía estancado ha vuelto a subir a raíz de las tensiones dentro del Gobierno entre PSOE y Podemos y la aprobación de leyes que provocan un enorme rechazo. Tanto que Sánchez ha decidido reformar la más polémica: la del sólo sí es sí, que está provocando la excarcelación de delincuentes sexuales o la reducción de sus penas, con una alarma social que a su vez provoca alarma entre los candidatos socialistas a las municipales y autonómicas, porque les va a perjudicar en las elecciones de mayo.

Feijóo es hoy un líder de la oposición sin complejos. Quiere centrar el PP, sabiendo que eso implica pérdida de votos muy conservadores. Pero además de ser un hombre de reconocida actitud centrista, pretende también captar votos de PSOE y Ciudadanos. Ha cambiado la posición del partido respecto al aborto asumiendo la decisión del Tribunal Constitucional, aunque defendiendo que es necesario tomar medidas garantistas que hoy no contempla la ley, tanto para las mujeres como para el personal médico. En cuanto a la ley de sólo sí es sí, ha ofrecido sus votos a Pedro Sánchez para sacar adelante las enmiendas que impedirían que la utilicen a su favor los condenados por delitos sexuales. Sánchez y sus ministros, hasta hace apenas un días, recibían con displicencia la oferta de Feijóo, que rechazaban, hasta que el jueves tanto el presidente como la ministra portavoz admitían su disposición a estudiar esa posibilidad.

Un reconocimiento a su fracaso de obligar a Podemos a ceder, y también al miedo de perder una votación que sería un triunfo para Podemos… y para el PP, con munición para atacar al Gobierno con el argumento de que Podemos le volvía a ganar la partida manteniendo una desgraciada ley con tal de no aceptar la mano tendida de un PP que le ofrecía una reforma para anular los efectos nocivos de una ley que el propio Sánchez reconocía que contenía errores.

El año ha sido difícil para Feijóo, pero gratificante a pesar del enorme coste personal, con una vida familiar que ser ha visto convulsionada por sus nuevas responsabilidades, que incluyen residir en Madrid, nuevo colegio y vida para su hijo, y que su mujer no pueda mantener alguno de sus trabajos.

Su elección como presidente ha sido la clave de ese cambio pero, también, que Sánchez le da pie todos los días para atacar donde más daño puede hacer al presidente: socios que le obligan a tomar decisiones que provocan escándalo, una economía que afecta sobre todo a las clases medias y que no satisface a las menos pudientes, fiscalidad que provoca cierres diarios de centenares de pequeñas y medianas empresas, cesta de la compra con precios imposibles, asalto a las instituciones del Estado y un largo etcétera que ha provocado un rechazo a la figura presidencial. Y, lo que es más alarmante para los socialistas, rechazo a quienes se presentan con las siglas del PSOE.

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