España

La hora de Rajoy

LA hoja de ruta del PP para llevar a Mariano Rajoy al Palacio de La Moncloa en las elecciones generales de 2012 es esperar que Rodríguez Zapatero se cocine en la salsa del paro y de la crisis. Salvo el pacto no escrito en la lucha antiterrorista, el apoyo al sistema financiero y el recorte de la factura farmacéutica, los populares han seguido a rajatabla la estrategia culinario-política de al enemigo, ni agua (en la última Conferencia de Presidentes se vio de forma descarada).

A tenor de la mayoría de los sondeos, la pócima electoral diseñada en la calle Génova está siendo todo un éxito: los socialistas están a más de seis puntos, y la credibilidad del líder del PSOE está por los suelos. El cuanto peor, mejor que practican ha logrado camuflarse ante el aluvión de ocurrencias irresponsables del presidente del Gobierno.

Por este camino, sin hacer prácticamente nada, sin perturbar a su electorado y desmovilizando al de los socialistas esgrimiendo los escasos logros de las políticas de Rodríguez Zapatero, el PP y Rajoy tenían garantizados legítimamente -el principal responsable siempre es el Gobierno- el regreso al poder antes incluso de 2012.

Sin embargo, el caso Gürtel, tras conocerse los 50.000 folios del sumario que quedaban, ha convertido la hoja de ruta de Génova en papel mojado y la pócima milagrosa en un trago amargo. Si en el debate económico el PP ha podido permitirse el lujo de esconder sus propuestas, ante la trama de corrupción política más grave que ha conocido por ahora la joven democracia española, no. Con su ex tesorero nacional, Luis Bárcenas, y con dos de sus presidentes autonómicos más emblemáticos, Francisco Camps y Esperanza Aguirre, implicados o salpicados en esta mangancia de cargos públicos y empresarios de burbuja inmobiliaria, Rajoy deberá explicarse claramente. Y debe hacerlo sin utilizar las evasivas que ha empleado hasta ahora: la más manida de todas es la de la presunción de inocencia. Pero, sobre todo, tiene la obligación de tomar medidas contundentes contra aquellos que han metido la mano en la caja única de todos los españoles para beneficio propio y de demostrar que ni un céntimo de ese dinero ha acabado en las arcas del PP.

Aunque confíe muy mucho en la lealtad inquebrantable de sus votantes, que acuden masivamente a las urnas a pesar de inclemencias políticas, los suyos serán los primeros que le exigirán que actúe con honestidad y responsabilidad en un caso que amenaza no sólo al PP, sino a uno de los mecanismos más elementales de nuestro sistema democrático: la alternancia. ¿Quién va a confiar en un candidato alternativo a presidente del Gobierno que cobija bajos sus entretelas a una pandilla de golfos por muy malo, malísimo, que sea Rodríguez Zapatero?

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