Juan Rodríguez Garat

La paz de los tuertos

Para desmentir a los políticos de la izquierda española que se fingen pacifistas están sus actos

La paz de los tuertos
La paz de los tuertos

04 de mayo 2025 - 06:31

El reciente anuncio del Gobierno de España de que, para tratar de alcanzar este año el 2% del PIB acordado con la OTAN en 2014, iba a invertir más de 10.000 millones de euros adicionales en un "Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa" ha provocado entre los españoles reacciones de todo tipo.

Los políticos de la oposición se preguntan, no sin razón, en qué cajón estaba hace unos pocos días ese dinero que ahora parece que no hacía falta para otras cosas. Los tertulianos más escépticos discuten si el plan tiene el objetivo oculto de engañar a la OTAN y cumplir con los socios del Gobierno o es justo al revés. Los expertos militares –que apostarían por la segunda explicación del plan– cuestionan la lista de la compra que se ha publicado, pero no porque se trate de programas innecesarios, sino porque las prisas no son buenas consejeras, sobre todo cuando se trata de adquirir productos que no se encuentran en las rebajas.

Entre tantas quejas justificadas –a las que el Gobierno podría contestar que a la fuerza ahorcan, porque si fuera por ellos estarían muy a gusto a la cola de nuestros aliados en el ranking de la defensa– destacan las voces indignadas de los que califican el rearme de España como una apuesta por la militarización que contradice los valores de la humanidad. Voces que me tomaría más en serio si, además de salir a la calle para manifestarse contra la guerra de Iraq, lo hubieran hecho para oponerse a cualquiera de las guerras de Putin. Si, en lugar de reprochar a nuestro Gobierno el envío a Ucrania del armamento que necesita para defenderse, criticaran la injustificada invasión rusa. Si, además de denostar a Netanyahu –que motivos da para ello– le pidieran a Hamas que, para poner fin a una guerra que ya no puede ganar, liberase a los rehenes que conserva en su poder y aceptase los salvoconductos que se le han ofrecido para salir de Gaza.

Hay quien, por desgracia, sólo ve la violencia con el ojo izquierdo. Si fuera por ellos, se impondría a la humanidad la paz de los tuertos. No la de la Europa democrática que permite la crítica, pero sí la de Rusia, tan respetuosa con los convenios de Ginebra que acaba de condenar a 14 años de cárcel a dos mujeres de la Ucrania ocupada por donar 50 euros al Ejército de su propio país. Tampoco la paz de quienes, en lo que ellos ven como un cínico ejercicio de imperialismo, defienden el tráfico marítimo en el mar Rojo, sino la de los hutíes que, con armas iraníes, apoyo chino y tecnología rusa, atacan a nuestros buques mercantes y matan a sus marineros.

Lo curioso es que, a pesar de tan injusto sesgo, los que así razonan suelen presumir de superioridad moral. Y es verdad que el pacifismo, cuando es sincero, es digno de todo elogio. No, desde luego, como opción política, pero sí como postura personal. Sin embargo, no es ese el caso de que estamos hablando. Para desmentir a los políticos de la izquierda española que se fingen pacifistas están sus actos. Como usted y como yo, ellos también cierran con llave las puertas de sus casas cada noche. Y aún van más lejos que la mayoría de nosotros cuando exigen poder llegar a casa solos y borrachos, se supone que defendidos de su propia irresponsabilidad por esa sociedad sobria que todos los demás debemos crear en su beneficio.

Esa misma exigencia, disparatada en el plano personal, la trasladan al escenario internacional, en el que una España sola y, si no borracha, tan irresponsable como si lo estuviera debería desarmarse unilateralmente… se supone que protegida de los muchos candidatos a Putin que en el mundo existen por el resto de la comunidad internacional. Aunque esa parte del guión nunca se haga pública, serían nuestros aliados quienes, como la Policía y la Guardia Civil en nuestras calles, tendrían que montar guardia para que a ellos no les pase nada mientras, solos y no tan borrachos como les gustaría que creyéramos, sacan unos pocos votos de criticar a quienes les defienden.

Pongamos, pues, las cosas en su sitio. No es verdad que quienes, a estas alturas del siglo, defienden el desarme de España crean que todo el mundo es bueno. Es sólo que piensan que todavía quedan suficientes españoles ingenuos de los que pueden aprovecharse. Quién sabe, igual tienen razón.

Juan Rodríguez Garat es almirante retirado

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