Feria de Málaga

Duelo de gigantes en la cumbre

  • Se pidió el indulto del cuarto toro pero aunque el toro funcionó bien, no fue para salvarse

HAY ocasiones en las que uno no sabe si llorar, si chillar de alegría o simplemente dar las gracias, a Dios o al destino, según prefieran, por poder presenciar espectáculos tan grandiosos como el vivido ayer en La Malagueta. Gracias por poder cerciorarte de que la grandeza humana se mide de muchas formas. Gracias por no perder la esperanza de que con la verdad se siguen abriendo puertas. Gracias por mantener encendida la llama de la afición. Gracias por descubrir que aún hay razones para seguir creyendo que a esto le queda mucha pólvora. Si sobre la corrida Fuente Ymbro contábamos que hubo toreros, y los hubo de verdad, pero no hubo toros, de ayer podemos decir que hubo toros, toreros, banderilleros, picadores...Aciertos con la puntilla y la espada no, es cierto, pero no rompamos la magia tan pronto. Volvían los toros de Victorino Martín a lidiarse en Málaga después de seis años de ausencia. Los de la A coronada regresaron a un buen nivel pero es que los que vestían el chispeante salieron coronados de gloria. No se fijen en la ficha del festejo. No hagan caso a los trofeos. Las sensaciones que se vivieron ayer no se pueden calibrar por apéndices. Es una cuestión de piel. De las vibraciones que circulan por el aire. Ferrera - Castaño, Castaño - Ferrera. Mano a mano de batirse el cobre de verdad. De esos de: "lo veo y subo". Tahures del toreo curtidos en durísimas batallas sobre el tapete de albero.

Abría cartel Antonio Ferrera. Ibicenco de nacimiento, extremeño de adopción y un poco malagueño en su corazón, por razones que trascienden a lo taurino. Pero La Malagueta ya lo había visto triunfar hacía diez años y desde entonces no había vuelto a hacer el paseíllo. No puede considerarse un hijo pródigo porque él nunca se quiso ir, pero hizo que todos festejaran su regreso. Las espadas estaban en alto desde el primer toro cuando Ferrera ya con el capote hizo una declaración de intenciones. Puso banderillas dándolo todo. Y fue tanto el ambiente creó el público se animó para toda la tarde porque se adivinaba que aquello sólo era el comienzo. El toro embistió pero perdía las manos y lo fue llevando echándole coraje porque en ciertos momentos se mostraba peligroso. Estocada baja y oreja al esportón.

En su segundo fue una faena de poder a poder ya desde el capote. Con la capa lo fue templando demostrando quien mandaba allí. En la faena, brindada al diestro Javier Conde, el toro estaba frito por pillar carne y ante la imposibilidad de hacer nada por ninguno de los dos pitones, mató. En el tercero siguió con ese estilo tan personal y dejó que Fernández Pineda, que actuaba de sobresaliente, hiciera un quite. En las banderillas ya fue el disloque. Ofreció parear a Castaño, pero este declinó la invitación. Quienes sí la aceptaron fueron Fernando González y David Adalid de la cuadrilla de Castaño. Tuvo un detalle la banda de música al tocarle también a ellos. Con la muleta, se quitó las zapatillas mandó de nuevo con la muleta y el broche a su tarde lo puso con otra oreja.

Qué gran debut tuvo en Málaga Javier Castaño. Su segundo, de los peores de la tarde, no ofreció mucho para el lucimiento aguantó y tragó porque cabeceaba con peligro. Fue silenciado. Con su segundo toro, muy buen ejemplar, llegaron los mejores momentos de su paso por La Malagueta. Hizo gala de una pulcritud absoluta con las dos manos y encadenó unos naturales de estampa. Largos, con profundidad. Hilvanó tandas extraordinarias incluso se llegó a pedir el indulto del toro, pero no era para tanto. Aunque estuvo fallón con los aceros fue ovacionado y dio la vuelta al ruedo. El tercero aunque estuvo inédito en el capote con la muleta siguió mostrándose poderosísimo. La tarde de ayer no hubiera sido lo mismo sin el cuadrillón que acompaña a Castaño. Ya sea en varas o en banderillas. El valor de Fernando González y David Adalid no tiene límite. Pero su torería y sapiencia colocando los palos son de traca.

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