Feria de Málaga

En busca de la caseta de los tiesos

  • Después de la aparición del 'botellón', y la crítica constante a semejante práctica, este año ha aparecido el fenómeno de la nevera portátil flamenca que lejos de levantar reproches políticos despierta sonrisas

SI durante el año cansa el recurrente tema del botellón para hacer política, en Feria llega a un hastío de límites singulares. En cualquier cabeza medio cabal no cabría criticar que unos jóvenes, de cada vez mayor amplitud de edad -no sólo para abajo-, se reúnan para beber el alcohol que se han comprado en el supermercado por la mañana, cuando desde Puerta del Mar hasta La Merced hay borrachos a los que se les hacen palmas.

Los problemas son dos: la cultura impuesta de la necesidad de beber y comer para pasarlo bien y la coincidencia de precios altos con que está todo el mundo completamente tieso, como dicen la sevillana de Siempre Así.

Pero es que en esta Feria al tan criticado botellón se le está sumando el hacer un chiringuito improvisado en cualquier rincón del centro o del Real. Es simple, se coloniza un banco o cualquier superficie que esté a medianamente buena altura para no tener que agacharse mucho, se invade a base de tupperwares de tortilla, de chacina, de gambas, y se riega todo con vasos de cartón con vino dulce, tinto de verano o cerveza de lata. Pero claro, esto se aplaude cuando es igual de cutre y chabacano. No sé si es porque algunos tiran de ingenio y decoran los carros del Mercadona y neveras flamencas, o si es porque al ser personas de mayor edad los políticos se ven reflejados y les comprenden, no lo sé, pero prometo que no entiendo la crítica a unos y el aplauso a otros.

Un bocadillo de calamares y un mojito pueden salir esta semana por unos 15 euros. Y ni el bocadillo sabe a calamares, ni el mojito a ron. Con estos precios dignos de aeropuerto y con el traslado de la práctica de la nevera azul de la playa a la fiesta de agosto, igual es momento de bajar los precios o plantear alternativas.

Alternativas difícil, pero igual que se le hace bajar del caballo a quien no va ataviado correctamente, por no ser dignos de dar vueltas por el Cortijo, a lo mejor tampoco tendría cabida la gente del ahorro por su falta de decoro. Eso, o cederles un espacio en la fiesta de la multiculturalidad y en la que se anuncia a bombo y platillo que todo el mundo cabe. Si a los amantes del mollate se les da un sitio donde beber acondicionado con papeleras y baños, a los de la pitanza también se les podría disponer de un lugar: la caseta del tieso. Se prepararía con unos bancos largos, a modo de Oktoberfest, en los que cupiesen los infinitos tupper con los que dar de comer a padres, niños y abuelas. Unos espacios donde poder colocar sus neveras flamencas y un tablao por si se animan a bailar por obra y gracia del vino dulce. La de los tiesos, buscaría ubicación, lejos, donde no la encuentre el que no sepa dónde está para no manchar el honor del festejo.

Ante esto queda la difícil tesitura del qué hacer. Cerrar la fiesta o abrir la permisividad que permita perder la poca prez que tiene la Feria y se quede en meros recuerdos. Los descamisados acabarán siendo más malagueños que los propios verdiales, los de las bolsas y neveras se verá como algo natural, pero seguiremos soñando con alcanzar alguna capitalidad que nos haga importantes.

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