Feria de Málaga

El centro también es suyo

  • Los niños tienen su hueco en la Feria de día y la calle Alcazabilla, territorio pirata hasta el sábado, es quizás su rincón favorito Espectáculos de magia, teatro, juegos participativos y bailes distraen a los más bajitos

DÍA 4. Horas antes de que el gentío secuestrase por completo ciertas calles y de que los niveles etílicos no fueran aptos para ser vistos por todos los públicos, la Feria del centro era suya, de los más pequeños de la casa. Los niños tienen su hueco no sólo por la noche en el Cortijo de Torres, entre cacharritos, globos y algodones de azúcar, sino también por el día. En sus carritos, paseando de la mano, subidos a hombros de papá, vestidos con ropa cómoda o con trajes regionales, llorando, comiendo, riendo y jugando. Si se miraba con atención, ayer se hallaban por todas partes. Pero quizás su rincón favorito fuese la calle Alcazabilla.

Por segundo año consecutivo, la Feria Mágica se ha instalado en esta vía. La temática, en esta ocasión, gira en torno a los piratas. Rosa se refugiaba ayer del intento sol de las dos y media de la tarde bajo una sombra. Sus dos hijos y su sobrina, de 3, 6 y 8 años, coloreaban en el taller de manualidades, en el que además podían recortar y pintarse cicatrices en la cara como los auténticos corsarios. "Bajamos al centro antes para recogernos antes", decía Rosa, que después iría a picar algo con la familia, aunque siempre suele traer "algo en la nevera para los niños, porque comen mal, hay que tener un plan B", aseguraba.

Los abuelos, María y Juan, también acompañaban a la pareja y a los tres niños, que habían visto el espectáculo de magia, habían bailado en una de las carpas y ahora se centraban en las manualidades. "Esto está muy bien para los niños, se lo pasan estupendamente", decía la abuela María mientras que Juan solicitaba "algo más de sombra, eso es lo que le falta". Aunque unos toldos blancos y azules cobijan parte de la calle, no parece suficiente en las horas centrales del día, cuando precisamente funcionan las actividades infantiles, de 12:00 a 15:30 (todos los días hasta el próximo sábado).

Junto al espacio de artes plásticas en el que, según sus responsables, desde que abren "están entretenidos", una carpa invitaba al baile. No faltó la canción del Caballo que tanto ha calado entre el público infantil. A su ritmo se movieron todos, madres incluidas. Luego tocó el turno de Antes muerta que sencilla y varias niñas subieron al escenario para hacer la coreografía que marcaban tres bailarinas. Abajo, los padres hacían fotografías y grababan vídeos del salero que mostraban sus pequeñas de todas las edades. Era una de las carpas más animada a esa hora de la tarde, poco antes de las tres.

También estaba lleno de público el pequeño teatro. Sentados en el suelo, los espectadores que levantaban pocos palmos miraban embelesados a los personajes Lucinda y Birrete, que contaban la historia de La reina jarta. Les daban vida Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez, de Pata Teatro, compañía que diariamente realiza dos funciones en esta Feria Mágica Pirata. En el espectáculo, nombran a los niños reyes por un día para que la soberana pueda tomarse unas mini vacaciones. Al término, aplausos de reconocimiento. Antes, ya interpretaron las peripecias de El pirata inútil.

"Son textos nuestros porque no queremos contar cuentos clásicos, preferimos innovar, desarrollar su imaginación y hacerles ver que también ellos pueden contar sus propias historias", explicaba tras bajarse del escenario Macarena Pérez Bravo. Pata Teatro lleva más de 15 años trabajando en Feria y este tipo de iniciativas las consideran casi necesarias. "Mostramos una alternativa de ocio y cultura, la Feria no es sólo mojito y beber, hay que inculcar también a los padres que hay otra opción cultural en estos días", añadió. Y la calle Alcazabilla, con miles de años conservados en una manzana, se perfila para esta compañía teatral como el escenario perfecto. "Se aprovecha el patrimonio histórico de la ciudad", consideró la actriz.

Ayer, como casi todos los días, vinieron a verles caras conocidas. "Hay niños que vienen año tras año, que te siguen todas las ferias y los ves crecer", apuntaba Macarena Pérez Bravo, convencida de que "se les ve disfrutar muchísimo, los niños son un público muy agradecido si les gusta lo que haces, son sinceridad pura y se ríen a carcajadas como si nunca antes lo hubieran hecho".

Para muchas familias, estas actividades gratuitas ya están consolidadas en sus agendas y son visita obligada. Otras realizaban ayer el descubrimiento. "Hoy hemos decidido cambiar la rutina y en vez de ir al Real hemos venido aquí, al centro", explicaba ayer Pablo, que picaba algo junto a su familia, entre ellos sus dos hijos, su ahijada y sus sobrinos, cinco niños de 5 a 8 años. Sobre las 12:30 llegaron para que los pequeños pudieran "hacer todo el circuito".

A Andrea, la mayor, lo que más le gustó fue el teatro de guiñol. Pero no sería lo único del día. Ya estaba pensando en las atracciones en las que se iba a montar por la noche. "Me voy a subir en los troncos que van por el agua, en el ratón vacilón y el gato comilón", aseguraba con la sonrisa puesta. "Gusta salir con los niños, hemos tenido etapa de solteros, de novios y ahora toca disfrutar con ellos", decía Pablo.

Frente a ellos, en la carpa de actividades un grupo de niños hacía cola para hacer el recorrido. Había que pasar por una pasarela sin caer en el agua y ser mordido por un tiburón de peluche, luego pescar un pez de plástico, después acertar en una diana con pelotas de fieltro, meter bolas en las bocas de los piratas y por último ensartar aros en las espadas. Al otro lado de la valla, Mar y Reme hacían fotos de sus hijas. "Es algo diferente para ellos, además gratis, otra opción para venir a la Feria, la verdad es que es muy buena idea porque juegan y están distraídos", comentaban las mujeres.

Pero cuando se cambia la rutina de los niños, la hora del almuerzo puede ser lo más complicado. Un par de madres intentaba dar el potito a los bebés bajo la carpa y una abuela le preguntaba a su nieta cómo llevaba el bocadillo entre carrera y carrera. "¿Tú quieres que nos vayamos ya?", indagaba un adulto. La respuesta del menor, un no rotundo, a pesar de que le hablaban de cambiar la Feria por la piscina.

A un padre le costaba atravesar la parte más estrecha de la calle Granada con el carrito, pero a las tres y media de la tarde de ayer aún no había demasiada gente y el paseo podía ser más o menos fluido, a pesar de que el calor no daba tregua. Pero la pequeña Victoria, de dos añitos, no lo notaba. En la calle Larios, vestida como su madre, era admirada por todos. Su traje corto de volantes en blanco y rosa fucsia causaba sensación. Tan pequeña y con sus tacones puestos, perfectamente peinada y con su flor, la peineta y los pendientes intactos.

"Ésta es la tercera vez que nos vestimos igual, cada año un traje", contaba Carmen, la madre de la pequeña. De padres feriantes, "nos gusta mucho, estamos todo el año esperándola", el gusto por la fiesta y el jolgorio parecía innato en la niña. "Venimos tres o cuatro días a la Feria del centro, damos un paseo, vemos el ambiente y comemos algo, poco más porque aún es muy chica, aunque esta año ya Victoria empieza a bailar", relataba la madre, que alargaría la estancia "hasta que ella aguante".

A las cuatro de la tarde aún le quedaba bastante mecha a la pequeña. "Sí, le encantan los tacones, llevaba ya con ellos puestos dos semanas en casa, ella disfruta, no le estorba nada y cuando se pone penosa nos vamos", decía Carmen, totalmente acostumbrada a seguir el ritmo que marcan los niños. Inagotables hasta que llega la hora del cansancio extremo. Antes de ese punto de no retorno, se le puede temer a la pregunta: "¿Y ahora dónde vamos?

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