Feria de Málaga

La suerte también tiene su caseta

  • Lanzamientos de dardos, pelotas, aros, monedas y un sinfín de pruebas más son los escollos que alimentan la ilusión de los feriantes que ven en Bob Esponja y la Selección las mejores recompensas

QUIÉN vive en una piña debajo del mar, ¡Bob Esponja! Sin embargo, y pese a lo que diga la canción, estos días el amado bichejo amarillo que come crangreburguers y que tiene a Patricio Estrella como mejor amigo ha cambiado su residencia marina por el Cortijo de Torres.

Bob y sus pantalones cuadrados se han mudado, en forma de peluche, a todos y cada uno de los puestos que viven de jugar con la suerte, el azar y la habilidad del feriante. El peluche amarillo mueve masas, si no busquen quién ha sido el pregonero de las fiestas de Pinto de este año, y eso lo sabe Adrián Martín, uno de los responsables del Bingo Malagueño, en los que los codiciados Iphone del año pasado han relegado su puesto al simpático dibujo de Stephen Hillenburg, "pese a estos cacharros, las mujeres y los niños siguen tirando mucho".

El peluche tira, tanto o más que las banderas, camisetas, bufandas y todo lo que tenga que ver con la Copa del Mundo que se consiguió allá por julio. Aunque si la rojigualda levanta pasiones y anima a comprar cartones y a probar suerte con los dardos, no menos entusiasmo levanta el famoso pulpo encargado de vaticinar los resultados a costa de tragar mejillones.

Precisamente una familia abandonaba el miércoles, justo antes de que la lluvia comenzase, el Real con un cefalópodo inflable, un Bob Esponja y un ratón gigante acomodados en el carrito de su hija, que iba en los brazos de su madre. El padre, achacaba los premios a "estar en racha y a haberle pillado el truquillo a la escopetilla. Aunque he tenido que parar porque si no, ¿cómo me llevo todo a casa?"

Además de las rifas, los dardos, y las famosas escopetas, cuya celebridad no son precisamente por su buen funcionamiento, hay muchos que se animan a emular a Xabi Alonso ante Paraguay, ya sea frente a un portero giratorio o para derribar dos bolos, que les permitan obtener el premio. Así como los que por veinte céntimos intentan llevarse un turrón, lanzando la dorada moneda encima de la tableta.

Sin embargo, la oferta no acaba en peluches más o menos simpáticos, terminales electrónicos y manjares navideños. Por tres euros y un poco de puntería, "cualquiera se puede llevar a casa un amigo naranja con su casa", comenta Antonio Sánchez, miembro de una de las garitas llenas de peceras, en las que si se acierta uno de los tres lanzamientos, el pescado se va del Real a cualquier salón de Málaga. "Lo mejor que tiene este trabajo es que ves que a la gente se les ilumina la cara cuando ganan. Incluso a veces te da pena de que no se lo lleven, porque han venido a pasárselo bien e igual que podemos ser los que le demos una alegría, se pueden ir con un puntillo agridulce", comenta Sánchez.

Pese a la emoción que aporta el azar, tanto Sánchez como Martín creen que la línea de ingresos se asemeja a la del año pasado, cuando, según Martín: "El bache de la crisis fue importante pero se toreó como se pudo", aunque la presencia de la lluvia del miércoles "no ayudó en absoluto. Ya podría haber caído en otro día con menos gente y no en el día previo al festivo". Martín cree que el público pese a disponer de menos dinero "sigue con ganas de fiesta", pero ha observado en clientes que vienen todos los años "que si antes gastaban diez, ahora gastan cinco, y ese pico todos los días, quieras o no, se acaba notando".

En la vida todo influye, y la Feria no es una excepción, ya que el traslado del botellón otra vez cerca de calle de las Bulerías, implica una mayor afluencia de público. "Los jóvenes no son nuestro público mayoritario", explica Andrés Podadera mientras infla globos que serán víctimas de afilados dardos, "pero nos viene bien, porque cuanta más gente pase, más se anima y juega, y sobre todo las que van en parejas, que las novias influyen mucho. La mejor hora suele ser en torno a las tres de la mañana, porque las familias se suelen ir a esa hora y es el remate a su noche".

Estos puestos de ilusión no cierran hasta que las luces no se apaguen y su descanso viene por la mañana, cuando el Real deja los sonidos estrambóticos y las llamadas de atención en un segundo plano. "Es lógico, a nadie le gusta jugar con calor y si les gustara, créeme que ahí estaríamos", sentencia el del Malagueño.

El sino de la Feria es imprevisible y solamente con la actitud de quien gobierne para abrir y cerrar la mano a ciertas actitudes se podrá alcanzar algunos sueños. Sin embargo, mientras se sigan perpetuando las barracas coloridas, los ciudadanos de a pie, podremos seguir jugando con la ventura y la maña. Imaginando que nuestro número favorito suena por el megáfono y que nuestra pelotita se cuela por el agujero, para poder llevarnos a casa una esponja marina amarilla llamada Bob.

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