El uso de la terminología es muy importante en los Festivales de Cine. En mayúsculas, como merece ser tratado el de Málaga. Hablando con numerosos compañeros acreditados a lo largo de las maratonianas jornadas que hemos vivido, pulsando opiniones de los más veteranos hasta los más jóvenes, he llegado a conclusiones que deseo compartir en beneficio colectivo.  

Una de ellas, en boca de todos, es la consecuencia directa de la simultaneidad de ruedas de prensa en el Teatro Cervantes y el cine Albéniz. Se corre el riesgo de que alguna de ellas quede desasistida. Otro resultado evidente al sobrecargar la programación de la Sección Oficial, y por consiguiente de la celebración de dos ruedas de prensa consecutivas en torno a las diez de la mañana, ha sido el perjuicio causado en la segunda de ellas. Injustamente. Máxime cuando casi siempre se ha tratado de una película latinoamericana. 

No era grato ver la sala 1 del Albéniz, la más grande, repleta para las comparecencias con la prensa de la película más madrugadora, y casi vacía en el encuentro con los medios de la película exhibida la tarde anterior.  

Pero de todo lo visto y oído, mi reflexión más atrevida y sincera es la que sigue. Los seleccionadores del Festival han sido excesivamente generosos al ampliar la Sección Oficial no competitiva de un modo tan laxo, permitiendo incluir en ella títulos que en absoluto debían haber sido aptos para alcanzar tal honor.  

Si de lo que se trata es de preestrenar ciertas películas, que vuelva la Sección Première, o como se quiera llamar. Pero que no sea a costa de rebajar la calidad de la Sección Oficial, devaluándola. No se debe rebajar el listón. Por el bien de los que sí lo valen.