"No hay clase media: sólo cabe hacer cine comercial o un cine 'indie' que no ve nadie"
Santi Amodeo. Director
El responsable de 'Cabeza de perro' y '¿Quién mató a Bambi?' recibió ayer el Premio Eloy de la Iglesia, confirmó un próximo rodaje en Marbella y bordó un certero análisis del cine español.
Santi Amodeo (Sevilla, 1969) firmó al alimón El factor Pilgrim junto a Alberto Rodríguez en 2000 y desde entonces ha dirigido Astronautas (2003), Cabeza de perro (2006) y su película de mayor éxito, ¿Quién mató a Bambi? (2013). Ayer recibió el Premio Eloy de la Iglesia, con el que el Festival de Málaga reconoce a los talentos más singulares del cine español. Sus consideraciones sobre el sector son bien clarividentes.
-¿Cuál es, exactamente, el precio a pagar en el cine español por defender un sello propio?
-La industria está cada vez más polarizada. Cuando empecé, el cine de clase media, que llegaba a cierto público y que te permitía hacer un trabajo más o menos de autor, existía aún. Pero ahora ya no existe, únicamente se va en España hacia el cine comercial, que es muy bueno; o hacia un cine muy indie, que también es muy bueno pero no lo ve nadie. Quedan pocos autores. Quizá Alberto Rodríguez es el que mejor ha conseguido bordar esa ecuación de autoría con músculo, que es donde yo me quiero mover también, pero en la mayoría de los casos hay que escoger entre una autoría y el gran público, y optar por una cosa te obliga a renunciar a la otra. El equilibrio es cada vez más difícil.
-Su generación ha sido pródiga en buenos realizadores. ¿Tal vez esto es así porque han tenido los mejores maestros?
-Por supuesto, hay una generación previa de la que hemos aprendido mucho. A ver, Alberto y yo somos de Sevilla y por esto nuestro caso es un poco particular: antes de nosotros no había nadie, todo era un erial, así que empezamos de cero. Pero a nivel nacional sí que ha habido varias generaciones abonando el terreno. Esto se traduce en que entre las nuevas generaciones hay realizadores muy, muy potentes. Lo único que echo de menos es la clase media de la que te hablaba antes, un segmento que tenía una presencia muy importante en festivales como Cannes, Venecia y Toronto y que está menguando, porque a esos festivales no puedes ir con películas muy pequeñitas ni muy comerciales. Es una cuestión cultural: muchos de quienes se meten habitualmente con la cinematografía española no saben, por ejemplo, que España es el tercer país con más Oscars de Hollywood. Y tampoco saben que España es, al mismo tiempo, uno de los países que menos dinero invierten en el cine. Piensa que España ha destinado para este año 40 millones de euros en ayudas al cine, mientras que Italia, que es un país de una economía similar a la de España, va a invertir 400. Son cifras sonrojantes. Y si te vas a EEUU las cantidades son aún más brutales. Sólo el Estado de California invierte millones de euros. Lo que temo es que esta corriente acabe con esa clase de cine, ni muy comercial ni muy underground, que es precisamente el mismo que nos ha hecho llegar a los Oscars, el que representan cineastas como Almodóvar o Fernando León.
-¿La democratización tecnológica de la realización cinematográfica ha jugado a favor del talento, o solamente del thriller y otros géneros más costosos?
-Veo gente con mucho talento ahora mismo. Nuestras pensiones están aseguradas. Hay muy buen material. Lo que pasa es que un género como el thriller cuesta dinero porque la factura que exige, según la costumbre impuesta al público por los americanos, es muy cara. Es decir, la democratización de los medios no llega ahí porque todavía hace falta invertir mucho dinero para hacer una película de acción, por ejemplo. Sin embargo, la base más underground de la que luego salen los directores más capaces es ahora muy amplia y cuenta con muchos medios. Cuando Alberto Rodríguez y yo rodamos El factor Pilgrim tuvimos que hacerlo en cine porque todavía no había posibilidad de rodar con calidad en vídeo, y eso era caro, nos dejamos todos nuestros ahorros. Ahora, mi sobrino, que tiene 20 años, está haciendo una webserie fantástica con su cámara de vídeo y todo el mundo lo ve. El caldo de cultivo es mayor, y las generaciones próximas vendrán seguro más preparadas. Me gusta mucho lo que veo.
-¿En qué medida supuso Quién mato a Bambi un antes y un después para usted?
-La verdad es que yo siempre me he defendido con buenas cifras, a pesar de hacer un cine muy autoral. Cabeza de perro hizo 115.000 espectadores, eso ahora no lo hace ni una película comercial. Pero sí es verdad que antes tenía una etiqueta de rarito, y Bambi, aunque no pierde del todo mi sello, permite que la gente me vea ya de otra manera, lo que resulta especialmente interesante de cara a las televisiones, que son las que terminan financiando siempre una película a través de las preventas. Y este paso para mí es importante, porque actualmente me encuentro en la coyuntura de que, o llego a más público, o me vuelvo al underground y convierto esto en un hobby. Me gustaría mantener mi sello, pero hay ciertos peajes que, si tengo que pagarlos, los pagaré con gusto. Puedo sentirme igual de cómodo dentro de la industria.
-¿Ha habido una reconciliación del cine español con el público, o es más bien un espejismo?
-Si hablamos de cuota de pantalla, obviamente las cifras son mucho más potentes. Que la cuota esté en un 20% me quita algo de la vergüenza que todos los cineastas teníamos ante un país que pretendía formar parte del primer mundo y mantenía una cuota de pantalla ridícula, del 11%. Que todo nuestro entretenimiento y nuestra transmisión cultural estuviese en otras manos era algo insostenible, especialmente cuando había cineastas aquí que trabajaban de manera muy digna. Francia mantiene una cuota de pantalla mucho más grande, de entre el 30% y el 50%, y no tiene un idioma que se hable tanto en el mundo como el nuestro. Ahora, un 20% de cuota es algo serio al fin. Lo que pasa es que este crecimiento se basa en tres o cuatro películas al año que hacen mucha taquilla, aunque en EEUU pasa exactamente lo mismo, el cine está muy polarizado entre lo masivo y lo muy pequeño.
-¿Echa de menos medidas proteccionistas a la francesa?
-No. Es que el mejor modelo posible para el cine no tiene que ver con la protección. El modelo más refinado es el americano: venden una imagen muy liberal pero su gasto público en cine es mayor que el de España, por ejemplo. Y el proteccionismo de Francia es muy sutil. De hecho no lo necesitan, su industria es ya muy grande. La diferencia es que ellos consiguen que el dinero del cine se quede en el cine, y lo logran de una manera muy lógica y muy sensata. En Francia, además, la cultura es una cuestión de Estado, mientras que en España arrastramos muchos complejos. Lo que no puede pasar es que salga un ministro diciendo que el cine español es malo. Es como si dijera que los aviones que se construyen en España son malos.
-¿Y qué cabe pensar de que el año pasado el Presidente de la Academia manifestara su satisfacción por las muchas ayudas que iban a llegar este año al cine?
-Lo que pasa es que no hay más dinero. Al menos se ha hecho una ley más consensuada, se ha contado con los productores. Pero falta más inversión, y más política. Falta reconocer que somos el tercer país del mundo con más Oscars.
-¿Y de la Ley del Cine de Andalucía espera usted algo?
-Esta ley tiene una cosa buena: nos ha elevado de status. Nos ha convertido en alguien como industria. Ahora somos el cine, no unos tíos que van por ahí haciendo películas. Habrá que ver en qué queda, claro, porque tampoco hay mucho dinero; pero al menos sí se apunta al cine como una fuente de riqueza, y esto a su vez nos permite controlar nuestra imagen. Cuando antes la gente criticaba que los andaluces sólo hicieran de chachas en las películas, yo siempre decía: "Dejadnos hacer nuestro cine y contaremos otra cosa". Pero para eso necesitas apoyos. Y con la nueva ley las televisiones, por ejemplo, tienen un papel que cumplir. Fíjate en Sevilla, que es una ciudad sin industria, tenemos Abengoa y ya ves cómo está la cosa; allí hay quien se está gastando mucha pasta en el cine porque genera a su vez dinero. El alcalde, la Diputación, todos quieren más rodajes.
-Algo similar está pasando en Málaga, por cierto.
-Eso es. De hecho, quiero rodar mi próxima película en Marbella, que es un lugar muy mal contado en el cine. Mucha gente vincula a Marbella con el mangoneo, pero hay otra Marbella que no se ha contado nunca y yo quiero hacerlo. Además, es un lugar muy cinematográfico. Pero claro, si quieres rodar en Marbella necesitas apoyos, localizaciones, llamadas. Y ahora es más fácil, más aún si se trata de que Marbella quede guapetona .
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