'Nosotros no nos mataremos con pistolas', Orxata Sound System

Críticas Largometrajes Sección Oficial

María Ripoll concursa en el Festival de Málaga con un fallido retrato de una generación perdida

Los cinco amigos de 'Nosotros no nos mataremos con pistolas'
Pablo A. Valdivia

Málaga, 24 de marzo 2022 - 21:28

'Nosotros no nos mataremos con pistolas'

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España, 2022

Dirección: María Ripoll

Reparto: Ingrid García Jonsson, Elena Martin, Joe Manjón, Lorena López, Carlos Troya.

Los aires de western a lo Sergio Leone con los que da comienzo Nosotros no nos mataremos con pistolas acaban abruptamente al primer diálogo: “te lo digo francamente: este pueblo es una caca”. Basada en la obra de teatro de Víctor Sánchez Rodríguez -y deudora de ella- María Ripoll presenta en liza una cinta en la que trata de maridar dichos retazos de western, con comedia, drama y algo de retrato generacional y el resultado es estrepitoso.

No es que no funcione (que no lo hace) la historia de estos cinco amigos que se reúnen años después, a lo amigos de Peter, en un pueblo de la costa valenciana; es que la película no deja nunca de ser errática, sentimentalmente zafia y, por momentos (ay, ese baile fin de fiesta) incluso caprichosa.

Desde Mentiras y gordas (Albacete y Menkes, 2009) una pretendida foto fija de una generación perdida no resultaba tan descarrilada como esta. Tampoco formalmente la película ofrece ningún agarre, con unos actores que devanean por un guión en el que todo cuanto busca ser conmovedor es tan tosco que sólo conduce a la indiferencia. “Es lo que hay”, repite cansinamente uno de los personajes, y efectivamente no parece haber nada más, porque cuando intenta ponerse trascendente es peor.

Los interludios de crítica social (esos planos aéreos en mitad del climax dramático), el cierre de la fábrica del pueblo y los ajustes de cuentas forzadamente sentimentales sólo aumentan la magnitud del descalabro.

De hecho, podríamos decir que la película únicamente encuentra su sitio en los momentos más -intencionalmente- disparatados, como los que trae consigo el personaje (sic.) de una gallina que pulula por la finca. Tal es el dislate, que el naming del DJ que ameniza la verbena del pueblo podría contarse entre los escasos aciertos de una cinta para olvidar.

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