Claudia Llosa. Directora

"La óptica ajena es inevitable, pero yo debo ser honesta con lo que hago"

  • La realizadora peruana inauguró ayer la Sección Oficial a concurso con 'No llores, vuela', un drama de alto contenido espiritual rodado en Canadá con Jennifer Connelly y Cillian Murphy

Posiblemente sea Claudia Llosa (Lima, 1976) el mejor ejemplo de aquello a lo que aspira el Festival de Málaga. En 2006, la cineasta presentó en la sección Territorio Latinoamericano del certamen su debut, Madeinusa, que emprendió aquí su prolongada carrera de éxitos en Europa tras haberlo hecho al otro lado del charco. En 2009, Llosa se hizo con el Oso de Oro de la Berlinale con La teta asustada. Y ahora, la cineasta regresa a Málaga, convertida ya en referencia del panorama internacional, como signo del talento que el Festival de Cine Español es capaz de convocar y, también, de promocionar. Llosa presentó ayer a concurso No llores, vuela (Aloft), una coproducción internacional rodada en Canadá, protagonizada por Jennifer Connelly, Cillian Murphy y Mélanie Laurent y también presentada anteriormente en Berlín, con bastante menos entusiasmo por parte de la crítica que su predecesora.

No llores, vuela desarrolla, sin ánimo de ocultar su tono espiritual, dos historias conectadas en torno a una madre de dos hijos que descubre en sí misma los poderes sanadores que había atribuido a otro hombre, un misterioso personaje conocido como el Arquitecto, al que había confiado la curación del menor de sus dos vástagos, condenado a una muerte segura por una enfermedad. Llosa señaló ayer que No llores, vuela comparte con sus películas anteriores "la importancia de la naturaleza, la pulsión de la mujer como motor de la historia y todo aquello que nos une a todos desde el principio". Ciertamente, los inmensos páramos helados son protagonistas de una historia que aborda un aspecto tan delicado como la fe: "La película no muestra a gente que cree en algo sin cuestionarlo. No, al contrario, los personajes hacen gala de su incapacidad de creer: están donde están porque no les queda otra". Y de nuevo da cuenta Claudia Llosa de su querencia por la marginalidad: "Las instituciones parecen transmitir cierta seguridad, pero ¿qué ocurre cuando la respuesta no está en el otro? La gente busca hoy alternativas, ya no nos creemos el cuento, aunque eso saque a muchos de una mayoría social". Y sí, No llores, vuela trata sobre milagros y sanaciones, aunque no lleguen a verse: pero el primer milagro que aborda "es el del perdón. Cada vez resulta hoy más difícil aceptar lo que nos pasa sin echar la culpa a otros. Y hay que empezar a aprender a perdonar".

En Aloft (término sin traducción directa al castellano que viene a significar suspendido en el aire, y que hace más justicia a la película que No llores, vuela, si bien uno de los primeros títulos manejados por los productores en inglés fue Don'tcryfly) cobran vital importancia los planos muy cortos con cámaras subjetivas, en un permanente hálito poético: "Es curioso, porque por el modo en que rodábamos la película había que entenderla desde el montaje. Y el montador entendió muy bien la manera en que trabajábamos. Lo que vimos es que cuanto más tiempo dejábamos entre corte y corte, en medio de toda la vorágine de la cámara, más ganaba lo que rodábamos en realidad. Nuestro corte es emocional, no sigue un orden clásico ni narrativo: no nos importaba si perdíamos el foco, queríamos contar un momento concreto aunque tuviéramos que sacrificar ciertas cosas. Lo más complejo a nivel de montaje fue la confluencia de las dos historias, lograr que el espectador se mantuviera emocionalmente conectado a ambas sin dejar ninguna detrás. Pero hemos conseguido que el personaje del hijo mayor, en su edad infantil y en su etapa adulta, sea el mismo". En tan arduo proceso los cambios en el guión fueron, en cambio, mínimos: "Lo que me preocupaba desde el principio era que el espectador encontrara una conexión real con los personajes, ofrecer los cauces, pero que a la vez esto sucediera de manera natural, sin imponer nada, sin atajos".

Tras dos películas netamente peruanas y una tercera rodada en otro país y otra idioma, Claudia Llosa reflexiona sobre las identidades: "No me he sentido extraña haciendo esta película. Las identidades son constructos". Y concluye: "La óptica del otro es inevitable. El espectador hace su trabajo. Si hubiera rodado esta película en Perú, algunos me acusarían de repetirme. Pero yo tengo que ser honesta con lo que hago y lo que cuento. Por eso tenemos que luchar los cineastas. Cada día es más difícil sostener la voz propia".

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