BABI YAR. CONTEXT | FESTIVAL DE CINE DE SEVILLA

El horror y la vergüenza

Los ucranianos descuelgan una foto de Stalin tras la entrada de las tropas nazis.

Los ucranianos descuelgan una foto de Stalin tras la entrada de las tropas nazis.

El trabajo del ucraniano Sergei Loznitsa con el archivo siempre nos suscita dudas respecto a su intervención, no sólo en la restauración, sino, sobre todo, en el añadido sonoro que en la mayoría de los casos aporta el Dolby a unas imágenes originalmente mudas por la imposibilidad del 16 mm de registrar entonces sonido directo sincronizado. No obstante, y especialmente en ocasiones como esta, la fuerza del testimonio que trae a la pantalla además de emocional y humanamente devastadora tiene el inmenso valor de recuperación de la memoria histórica, en este caso de la judía y de la (vergüenza) ucraniana. Su filme documenta, como siempre sin voz en off ni añadido musical, la invasión alemana de Ucrania durante la II Guerra Mundial hasta desembocar en la masacre de la cantera de Babi Yar, donde los nazis ejecutaron a más de 33.000 judíos en apenas 48 horas.

Loznitsa tiene ante sí el reto de permanecer como documentalista y de, sin perder el rumbo, construir un relato con las imágenes del avance de las tropas alemanas y los preparativos de la resistencia soviética en Kiev. En ambos casos sale triunfante, su película tiene el ritmo y la progresión dramática de una cinta bélica (los cortes de montaje a las tomas aéreas de la devastación son magistrales) y al mismo tiempo ofrece imágenes documentales que jamás encontrarán en ningún filme de ficción: la calurosa bienvenida de cierta población ucraniana a los invasores con la sustitución de fotos de Stalin por otras de Hitler, el furibundo estallido de violencia antisemita por parte de los ucranianos linchando a judíos por las calles para culminar en el juicio y ahorcamiento público de los pocos soldados alemanes que participaron en la matanza apresados por el Ejército Rojo. Consciente de que no tiene imágenes de la masacre (¡pero qué fotos fijas de inolvidables rostros en sus últimos instantes de vida!), Loznitsa lo fía todo al antes y al después, a los indicios y vestigios, evitándose así mostrar ese horror especular que jamás cupo en unos pocos fotogramas.