Vaca | Festival de cine de Sevilla

Animalismo fílmico desnatado

Comer, dormir, ser ordeñada, parir, corretear por el prado, comer... vida de la vaca Luma.

Comer, dormir, ser ordeñada, parir, corretear por el prado, comer... vida de la vaca Luma.

Hasta que las vacas no aprendan a hacer cine, tendrá que seguir siendo el hombre quien las filme. Mientras tanto, Andrea Arnold (Fish tank, American honey) articula su discurso documental sobre la vaca Luma, la nº 29 en una acomodada y amplia granja británica, partiendo de una gran falacia discursiva que busca en la cercanía de la cámara al animal, a su ojo para ser más precisos, la estrategia efectista y simplona de un cierto punto de vista subjetivo que pretende ser a su vez el vehículo para la empatía a lo largo del ciclo vital destinado a la producción de leche.

Un ciclo que se abre, como hemos visto ya tantas veces en el documental y la ficción rural-agrícola-ganadera, con un parto casi en tiempo real, el siempre entrañable primer contacto entre madre y cría y la posterior separación que Arnold filma como si de un Disney para adultos se tratara. En realidad, toda su película no deja de ser un poco Disney para festivales de cine de autor, a saber, un viaje de acompañamiento por la vida del animal observado desde la identificación humana que se quiere hacer pasar por mirada vacuna, golpes a la cámara de una esforzada Magda Kowalczyk incluidos.

Con todo, no le duele a Arnold colocar músicas pop de fondo que se pretenden hacer pasar por ambiente, tampoco rodear el periplo de Luma de algunas conversaciones humanas de ganaderos o veterinarios que ayudan a anclar al espectador perdido o fatigado, incluso festejar con fuegos artificiales un nuevo apareamiento, por no hablar de ese desenlace anunciado que, en cualquier caso, deja en pañales su película al lado de aquella La sangre de las bestias (1949) de Franju con la que tanto nos gustaría poder emparentar a esta Vaca para tiempos de nuevas y desnatadas sensibilidades animalistas.    

Se cierra así una sección oficial con una innecesaria inflación de títulos que, a excepción de Memory Box, la bizarra Espíritu sagrado y un Moretti sobrio y en plena forma, apenas ha deparado más sorpresas sobre lo que ya intuíamos, con las películas de Lapid, Apichatpong y Gomes como grandes destacadas y merecedoras de premio. A saber con qué nos agradan o indignan esta mañana Petzold y compañía.