La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Quién mueve los hilos: Hasél solo es el síntoma

El tema no es el rapero catalán (es un problema fabricado), es el choque tectónico que se está produciendo a nivel global entre lo viejo y lo nuevo

Si hay algo que ya deberíamos haber aprendido de la pandemia del Covid es que cada vez resulta más difícil explicar un problema desde el reduccionismo de la causa-efecto. Que no hay crisis sencillas, con un origen identificable ni soluciones unívocas. A Pablo Hasél lo hemos hecho famoso en tiempo récord, entre todos, justo por eso: porque hemos mezclado sus líos con los tribunales (su música es repulsiva y su trayectoria personal no difiere de la de cualquier delincuente empeñado en reincidir) con un problema de derechos y conquistas sociales tan complejo y serio como la libertad de expresión. Un cóctel explosivo que hemos incendiado incorporando altas dosis de oportunismo político al peligroso clima de hartazgo y crispación ciudadana con que en España estiramos y encogemos la goma de las restricciones. Llevamos meses alarmados por el hundimiento de la economía sin darnos cuenta de que los efectos más peligrosos, y a más largo plazo, tienen que ver con lo más invisible y vulnerable. Con nuestro estado de ánimo. Con la pérdida de valores y de libertades.

No quemamos contenedores hace diez años cuando la crisis financiera nos sumió en la pobreza, cuando nos descubrió el significado real del progreso capitalista, ¿y lo hacemos ahora?

Que una persona tan irrelevante como el rapero catalán se haya convertido en víctima y verdugo, condicionando la agenda parlamentaria, la bronca política y hasta el debate social, no tiene que ver con su causa sino con la fragilidad del marco de convivencia que en nuestro país llevamos cuatro décadas remendando. Y con las secuelas del Covid desatando un efecto explosivo de intensificación. Que Granada se posicione junto a Barcelona y Madrid como ciudad contestataria afín a un provocador social como Hasél no puede reducirse a la visión de una ciudad joven, activista y universitaria: ¿no decíamos que eran los mejor preparados de nuestra democracia?¿Ahora son manipulables y sin criterio? Que decenas de artistas se movilicen por la "justicia y la libertad de expresión", utilizando como excusa una insignificante gota del vaso, solo cobra sentido si lo llevamos de lo anecdótico a lo trascendental admitiendo el choque tectónico que se está produciendo entre lo viejo y lo nuevo.

La historia misma de la Humanidad no es sino un baile de tensiones entre quienes mueven los hilos. Desde el equilibrio de poderes que consagró Montesquieu entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial y la 'modernidad' que supuso la aportación de Burke situando a la prensa como contrapoder fiscalizador del gobierno, el parlamento y los tribunales hasta la realidad en ebullición de un hoy, en continuo movimiento y transformación, donde todos nos sentimos un quinto poder capaz de hacer tambalear todo el sistema.

En España no hay un "régimen del 78" que derrocar, pero sí muchos frentes abiertos que requieren una reforma profunda de la Constitución. Cuando (mal)enterramos el terrorismo vasco dimos paso al desafío independentista catalán con nuevas formas y recorridos pero con un mismo diagnóstico para un cáncer de conflicto identitario y territorial tan letal, resistente y mutable como el coronavirus. Con el caso Hasél deberíamos recordar que derechos y libertades ya ocupan uno de los capítulos centrales de la carta magna como reflejo del choque que supone convivir en democracia. Antes y ahora. El problema es que han cambiado los actores, de forma disruptiva, y queremos seguir funcionando con las mismas reglas del juego. Estamos de nuevo ante la incapacidad manifiesta de las instituciones, de nuestros gobernantes, de atisbar siquiera hacia dónde caminamos.

La guerra abierta en Australia entre Facebook y la prensa, entre los gigantes tecnológicos y los medios convencionales, es otra arista más del choque entre placas que se produce cuando nos colocamos sobre el tablero como marionetas. Con los pies atados y los brazos asidos por los inquebrantables hilos del poder. De los nuevos poderes.

Hasél es un problema fabricado; el síntoma de la enfermedad. Uno más.

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