El desconocido e impresionante acueducto que se esconde en Málaga y que se descubre en esta ruta de senderismo

El Acueducto del Águila es una imponente obra de ingeniería del siglo XIX enclavada en el barranco de la Coladilla

La cala secreta de Málaga que parece sacada del paraíso más salvaje

El Acueducto del Águila, en el barranco de la Coladilla, cerca de Maro.
El Acueducto del Águila, en el barranco de la Coladilla, cerca de Maro. / malaga.es

Entre los rincones más sorprendentes de la provincia de Málaga, hay monumentos que, a pesar de su grandeza arquitectónica e importancia histórica, siguen siendo desconocidos para muchos. Uno de ellos es el Acueducto del Águila, una imponente obra de ingeniería del siglo XIX enclavada en el barranco de la Coladilla, cerca de Maro, que aún hoy conduce agua como lo hacía hace más de 140 años. Descubrirlo a través de una ruta de senderismo que discurre entre caminos rurales, antiguos canales y acantilados mediterráneos es una forma única de conectar con el pasado industrial de la Costa del Sol.

El recorrido parte desde la antigua carretera N-340, en dirección a Maro y la Cueva de Nerja. A lo largo del trayecto, el sendero permite observar diversos puntos de interés, como la Ermita Ventorrillo Santo Cristo y el cruce señalizado hacia la Cala del Barranco de Maro. El descenso comienza por una pista asfaltada que más adelante se transforma en una pista de tierra.

El momento más esperado del camino llega al cruzar bajo el puente de la N-340. Desde allí, un sendero a la izquierda conduce a los pies del acueducto. Un tramo que avanza entre curvas cerradas, túneles naturales de cañizo y pequeños regatos de agua, hasta alcanzar un paraje que guarda uno de los grandes secretos arquitectónicos de la comarca: el Puente del Águila.

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El Acueducto del Águila: una joya del siglo XIX

Construido entre 1879 y 1880, el Acueducto del Águila fue diseñado para abastecer de agua a la fábrica azucarera de San Joaquín, situada en el pago de Las Mercedes. Su artífice fue el maestro local Francisco Cantarero Martín, cuya firma permanece grabada junto al templete central del acueducto.

Detalles del Acueducto del Águila.
Detalles del Acueducto del Águila. / malaga.es

La estructura alcanza 52 metros de altura y 100 metros de longitud, formada por cuatro niveles de arcos de medio punto peraltados, un total de 36 arcos visibles construidos en ladrillo. La parte superior está coronada por un templete que culmina con una veleta en forma de águila bicéfala, símbolo que da nombre al conjunto.

Por la cara norte, la más ornamentada, se aprecian detalles decorativos de gran valor patrimonial: arcos ciegos de herradura apuntados, bolas de terracota sobre peanas de ladrillo y un friso con 18 grupos de arcos que elevan el total decorativo hasta los 70 arcos. Esta combinación de elementos refleja una clara influencia mudéjar, fusionando la tradición islámica con detalles renacentistas.

De acueducto funcional a icono paisajístico

Aunque su construcción tuvo un fin estrictamente funcional —transportar el agua del río Maro hasta la azucarera—, el Acueducto del Águila también fue concebido con una intención estética, especialmente en su cara norte, visible desde el antiguo camino que conectaba Nerja con Almuñécar. En la actualidad, sigue en uso para labores de regadío, lo que lo convierte en un ejemplo vivo de arquitectura hidráulica tradicional.

A los lejos, el acueducto.
A los lejos, el acueducto. / malaga.es

La estructura fue restaurada entre 2010 y 2012, recuperando parte de su policromía original y conservando inscripciones como la que se encuentra en el piso central: “Pura y limpia concepción”. En paralelo, se habilitaron espacios a ambos lados de la carretera para estacionar y poder contemplar el acueducto con seguridad y sin interferir en el tráfico.

La existencia del acueducto está directamente relacionada con la relevancia que tuvo la industria azucarera en esta zona de la Axarquía durante siglos. La caña de azúcar, introducida por los musulmanes y cultivada intensamente en el litoral andaluz, dio origen a una red de ingenios y fábricas, como la de San Joaquín. Esta tradición ha dejado huellas patrimoniales como el Museo Preindustrial del Azúcar, en Torrox, o la Fábrica de Azúcar de Motril, en la vecina Granada.

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