Los enigmas detrás de su estatua y la historia de uno de los monumentos más icónicos de Málaga: El Cenachero
Es sin duda una de las profesiones y monumentos más representativos de Málaga, pasado y presente
El secreto que Málaga esconde y que probablemente no conocías

En el corazón de Málaga, entre el bullicio del centro histórico y la brisa marina del puerto, se alza una figura que ha trascendido el tiempo: El Cenachero. No se trata de una leyenda ni de una invención artística, sino de un personaje real y cotidiano, profundamente arraigado en la historia y la cultura popular de la ciudad. El cenachero era el vendedor ambulante de pescado fresco, un oficio tradicional que definió durante décadas el paisaje urbano y la vida diaria de los malagueños.
Su nombre proviene del 'cenacho', una cesta de esparto elaborada de forma artesanal con la que transportaba el pescado capturado en las playas del litoral malagueño, muchas veces sacado con redes del tipo 'copo'. A ambos lados del cuerpo, equilibrando los dos cenachos, recorría las calles ofreciendo boquerones vitorianos, jureles, sardinas o chanquetes. La imagen del cenachero, con su fajín, sombrero y la destreza con la que portaba su carga, se convirtió en símbolo viviente de la ciudad.
El arte que inmortalizó una tradición
En 1968, el escultor malagueño Jaime Fernández Pimentel dio forma a este personaje popular en una escultura de bronce que hoy preside la Plaza de la Marina. Pero su origen artístico se remonta unos años antes. El entonces alcalde de Málaga, Francisco García Grana, encargó al joven escultor una pequeña talla que sirviera como obsequio institucional en un momento en que la ciudad comenzaba a recibir visitantes internacionales gracias al auge del turismo.
El modelo inicial fue Diego, un cenachero veterano al que Pimentel no conocía personalmente, pero cuya voz escuchaba pregonar desde la calle Carretería. Tras varios ajustes –rejuvenecimiento del rostro, colocación del sombrero– la figura encantó a las autoridades y se decidió realizar una versión a escala real para situarla en un espacio público. Sin embargo, Diego no fue el único modelo: para la obra definitiva, Pimentel también se inspiró en Pepe el Petaca, cenachero de Almayate, y en su cuñado Manolo el Petaca, quien finalmente posó para la versión final de 2,10 metros que se inauguró en 1964. Manolo, orgulloso del reconocimiento, pedía a los jardineros que limpiaran la escultura, molesto por las deposiciones de las aves.
Más allá del mar: hermanamientos y homenajes
La figura del cenachero no solo es querida en Málaga. Como gesto de hermanamiento entre ciudades, Málaga donó una réplica de esta escultura a Mobile, en Alabama (Estados Unidos), donde se erige junto a la Spanish Plaza y los Arcos de la Amistad, también enviados desde la capital malagueña. Esta réplica sirve como puente simbólico entre culturas y como homenaje a una profesión que, aunque desaparecida, sigue viva en la memoria colectiva. En Málaga, junto al Biznaguero de los Jardines de Pedro Luis Alonso y el burrito Platero del Parque, el Cenachero forma parte de un trío de esculturas entrañables que rinden tributo a los personajes más representativos de la ciudad.
La escultura del Cenachero ha conocido también momentos insólitos. En 1989, se propagó una leyenda urbana que atribuía mala suerte a la estatua, lo que motivó su traslado temporal al paseo de la Farola. En 2004, regresó a su ubicación actual en la Plaza de la Marina. Y durante los días más duros de la pandemia del COVID-19, se convirtió en símbolo de la resistencia malagueña al ser fotografiada con una mascarilla cubriéndole la boca, en un guiño a la realidad que atravesaba la ciudad.
Hoy, el Cenachero es más que una estatua: es un símbolo de la identidad malagueña, un recuerdo de su vinculación con el mar, un homenaje a la cultura popular y a quienes, con esfuerzo y humildad, construyeron la historia de la ciudad. A través de sus cenachos de esparto, de sus calles recorridas al grito de “¡pescao fresco!”, y de su inmortalización en bronce, el Cenachero sigue vivo, observando en silencio cómo Málaga cambia sin olvidar sus raíces.
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