¿Por qué se llama así a la calle Larios de Málaga?
La historia del nombre más famoso del centro de Málaga y la familia que cambió la ciudad
El origen de la gran vía malagueña que transformó el casco antiguo en el siglo XIX
La familia que financió la calle más elegante de Málaga y dio nombre a todo un símbolo urbano
La calle Marqués de Larios, abreviada popularmente como calle Larios, es sin lugar a dudas la calle más reconocible de Málaga capital, en pleno corazón del centro histórico y una de las vías más emblemáticas de toda España. Su elegante trazado, su historia ligada al progreso urbano del siglo XIX y su vinculación con una de las familias más influyentes de la ciudad la han convertido en todo un símbolo de identidad malagueña. Pero, ¿por qué se llama así?
A finales del siglo XIX, Málaga necesitaba modernizarse. El casco antiguo, de herencia musulmana, estaba formado por un laberinto de callejones estrechos y mal ventilados, donde la insalubridad era un problema recurrente. En 1880, bajo la alcaldía de Alarcón Luján, el Ayuntamiento planteó una profunda transformación urbana: abrir una gran vía que conectara la Plaza de la Constitución con el puerto, mejorando la circulación, la ventilación y la higiene de la ciudad.
Para financiar la obra, se constituyó una sociedad anónima con un capital de un millón de pesetas, repartido en 40 acciones de 25.000 pesetas. La familia Larios, uno de los grandes motores económicos de la Málaga del XIX, adquirió la mayoría de esas acciones y se hizo cargo del proyecto. De ahí que, en reconocimiento a su papel decisivo, la nueva arteria urbana se bautizara como calle Marqués de Larios, en honor a Manuel Domingo Larios y Larios, II marqués de Larios.
Un proyecto ambicioso con sello arquitectónico propio
El trazado original fue obra del ingeniero José María de Sancha, aunque el diseño definitivo de los edificios corrió a cargo del arquitecto Eduardo Strachan Viana-Cárdenas, una figura clave en la renovación estética de la Málaga decimonónica. Strachan aplicó influencias de la escuela de Chicago y del urbanismo parisino de Haussmann, creando una vía armoniosa, moderna y funcional.
Los edificios se levantaron con una altura uniforme de 20 metros, equivalente a la anchura de la calle, generando una sensación de equilibrio y simetría. Sus esquinas redondeadas no solo aportaban elegancia visual, sino que tenían una función práctica: facilitar la circulación del aire marino y limpiar la atmósfera de la ciudad, que entonces carecía de un sistema de saneamiento eficaz.
Cada fachada fue concebida para mantener una coherencia estética, de manera que los balcones y cornisas se alinearan en un mismo punto de fuga al final de la calle. A pie de calle, las viviendas incorporaban comodidades poco comunes para la época: agua corriente, saneamiento propio y suelos hidráulicos, además de estructuras metálicas que permitieron ganar altura sin comprometer la estabilidad.
De suelo de madera a emblema burgués
La calle Larios se construyó con un pavimento singular: tarugos de madera que daban al suelo el aspecto de un elegante parquet. Este detalle, además de reforzar el carácter señorial de la vía, absorbía el ruido de los carruajes, lo que llevó a los malagueños a apodarla cariñosamente como el salón de baile. Sin embargo, tras la riada de 1907, aquel suelo fue sustituido por adoquines de granito.
Las obras, que comenzaron el 15 de mayo de 1887, se prolongaron durante cuatro años. En ellas participaron más de 1.200 trabajadores, bajo la supervisión constante de Strachan. Finalmente, la calle fue inaugurada el 27 de agosto de 1891 y bendecida por el obispo Marcelo Spínola y Maestre, en un acto que simbolizó la apertura de una nueva etapa en la historia urbana de Málaga.
Un referente de elegancia y vida urbana
Desde su inauguración, la calle Larios se convirtió en el epicentro comercial y social de la ciudad. En sus bajos se instalaron los primeros comercios de lujo y las familias acomodadas ocuparon las plantas superiores, haciendo de la vía un escaparate del progreso económico malagueño. Su arquitectura, su amplitud y su ubicación privilegiada la convirtieron pronto en una de las calles más elegantes de España.
Con el paso de los años, Larios ha sido testigo de acontecimientos históricos, transformaciones urbanas y celebraciones populares. En 2001, su peatonalización marcó un nuevo capítulo: el espacio se adaptó al paseo, el comercio floreció y el centro histórico recobró su esplendor. Hoy, sus 300 metros de longitud y 16 de ancho son escenario de la Semana Santa, el Carnaval, la Feria o las ya icónicas luces de Navidad, momentos en los que la calle recupera su espíritu original: el de un lugar de encuentro, convivencia y belleza.
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