Este es uno de los rincones singulares más llamativos de la provincia de Málaga en noviembre
El Arce de Montpellier es una joya natural dentro del Torcal de Antequera, una estampa única llena de contrastes
Está calificado como uno de los lugares más místicos de España y está en Málaga
Enclavado en el enigmático Torcal de Antequera, el Arce de Montpellier es una joya natural que deslumbra en uno de los parajes más impactantes de Europa. Este árbol caducifolio, de más de nueve metros de altura, se alza como un guardián centenario en un escenario de formaciones rocosas que evocan figuras oníricas y mitológicas y que desde hace tiempo es considerado como 'rincón singular' de la provincia de Málaga. Su presencia en este paisaje kárstico añade un toque de vida a una zona de piedra y silencio, donde los visitantes pueden disfrutar de su refrescante sombra en medio de un recorrido que es pura maravilla natural. Este rincón es especialmente cautivador en noviembre, cuando el arce muestra su máximo esplendor y el otoño tiñe sus hojas de tonos rojizos y marrones, una estampa único e increíble.
El Torcal de Antequera, declarado Paraje Natural en 1989, es un espectáculo de formaciones geológicas únicas, creado por la acción milenaria del agua sobre la piedra caliza. Este espacio, que debe su nombre a las dolinas o torcas que caracterizan el terreno, parece un paisaje de otro planeta. Con más de 20 kilómetros cuadrados de extensión, el Torcal es una de las mejores muestras del paisaje kárstico en Europa y alberga una flora y fauna excepcionales, que se benefician de un ecosistema alimentado por el agua que el suelo calcáreo absorbe como una esponja. En este entorno, el Arce de Montpellier se convierte en un recurso invaluable no solo para el paisaje, sino también para el equilibrio ecológico de la zona.
El Arce de Montpellier, un tesoro en peligro
Conocido científicamente como Acer monspessulanum, el Arce de Montpellier es una especie incluida en el Libro rojo de la flora silvestre amenazada de Andalucía debido a su vulnerabilidad. Este árbol caducifolio destaca por su copa amplia y densa, que proyecta una sombra de más de 107 metros cuadrados, un alivio inigualable para quienes recorren las rutas del Torcal en los días soleados. Su tronco es robusto y de corteza grisácea que, con el paso del tiempo, se fragmenta en pequeñas placas, aportando una textura única que resalta entre la piedra caliza del entorno.
Además de su belleza, este arce tiene una función ecológica importante. Su rareza y adaptación a este hábitat lo hacen un símbolo de la biodiversidad de toda la provincia, aunque especialmente en la comarca antequerana. Sus semillas aladas, conocidas como sámaras, son un mecanismo de dispersión natural que utiliza el viento para esparcir la especie y asegurar su reproducción. Estas alas en ángulo agudo permiten que las semillas se distribuyan por el entorno, contribuyendo a la pervivencia de esta especie singular. Sin embargo, su vulnerabilidad exige medidas de conservación que permitan su supervivencia en un hábitat cada vez más afectado por el cambio climático.
El Torcal de Antequera es famoso por sus figuras pétreas que parecen esculturas moldeadas por una mano invisible. Durante el recorrido, los visitantes se encuentran con formaciones naturales que han recibido nombres como el Tornillo, el Sombrerillo, la Esfinge, el Camello, la Jarra o el Macetón, cada una evocando una figura concreta y despertando la imaginación de quienes los observan. Una de las formaciones más llamativas es la Esfinge, ubicada en la Ruta Verde del Torcal y que, debido a su semejanza con el perfil de una mujer, se ha convertido en uno de los puntos más emblemáticos del paraje.
Esta ruta no solo ofrece vistas impresionantes, sino también una conexión directa con la riqueza natural del Torcal, donde habitan 664 especies de plantas y una variada fauna. Entre los habitantes del lugar se encuentran mamíferos como zorros, cabras montesas y tejones, así como aves de gran tamaño, como buitres leonados y búhos reales. La vegetación del área incluye especies autóctonas como encinas, quejigos, serbales y orquídeas, muchas de ellas endémicas de la región.
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