Una ruta de senderismo en Málaga para los más exigentes: kilómetros a tutiplén
La etapa 23 de la Gran Senda de Málaga es una de las más extensas de la provincia
Los baños romanos donde cuenta la leyenda que el diablo exhaló su último aliento y que se puede visitar en este pueblo de Málaga

La provincia de Málaga es un verdadero paraíso para los amantes del senderismo, un lugar donde cada ruta es una nueva oportunidad para descubrir su fascinante naturaleza. Sin embargo, hay una de estas rutas que sobresale por su desafío, belleza y su capacidad para conectarnos con el alma de la provincia: la Etapa 23 de la Gran Senda de Málaga, un recorrido que conecta El Burgo con Ronda y que se presenta como un reto para los más exigentes.
Esta ruta de senderismo, que abarca cerca de 24 kilómetros y puede llevar entre seis y siete horas, atraviesa una de las zonas más solitarias y hermosas de la provincia. Por ello, es importante ir bien acompañado, no solo por la seguridad que ofrece la compañía, sino porque la experiencia se enriquece enormemente cuando se comparte con amigos o familiares. La Gran Senda de Málaga se convierte así en una excusa perfecta para redescubrir la naturaleza, pero también para redescubrirnos a nosotros mismos, celebrando la libertad y la hermandad al caminar juntos.
El recorrido comienza en El Burgo, un pintoresco pueblo que marca el inicio de un desafío para los sentidos. Desde aquí, el camino se dirige hacia el sur, cruzando el río Turón, donde la vegetación riparia da paso a un paisaje de chopos y fresnos que acompañan a los senderistas a lo largo del curso de este afluente del Guadalhorce. Los diques del río y las aguas claras invitan a disfrutar de este tramo, en el que incluso es posible realizar alguna ruta fluvial, dada la pureza de sus aguas.
A medida que avanzamos, nos adentramos en el corazón del Parque Natural Sierra de las Nieves, un auténtico tesoro de biodiversidad. El primer gran hito visual es el mirador del Guarda Forestal, desde donde se observa una panorámica impresionante del dique del Nacimiento. Aquí, el paisaje cambia drásticamente, pasando de las zonas de ribera a un frondoso pinar donde predominan los fresnos y las encinas, una vegetación propia del monte mediterráneo que va ganando protagonismo a medida que ascendemos.
Uno de los puntos más fascinantes de esta etapa es el cornicabral de Lifa, una de las zonas más espectaculares del recorrido. Este pequeño bosque de cornicabras es una joya botánica, un espacio único en el que el senderista se siente rodeado de una naturaleza virgen y salvaje. En la cima de la hondonada, la torre atalaya de Lifa, aunque deteriorada por el paso del tiempo, sigue siendo un testigo mudo de la historia, ofreciendo una visión de lo que fue este lugar en tiempos pasados.
La ruta sigue su curso hacia el sur, y no es raro que, al mirar al horizonte, se vean en el fondo los picos emblemáticos de la Sierra de las Nieves, como el Peñón de los Enamorados. A medida que el sendero avanza, la vegetación cambia nuevamente, y el paisaje se transforma en zonas de cultivo y pastos que evidencian la influencia humana en este entorno. Sin embargo, el respeto por la naturaleza sigue siendo una constante, y no es raro que los caminantes encuentren en su trayecto algún rincón apartado, casi virgen, donde la biodiversidad se mantiene intacta.
Pasado el ecuador del recorrido, el camino comienza a descender suavemente hacia los llanos de Aguaya, y el paisaje se suaviza, permitiendo una vista de las tierras que se extienden hasta llegar a Ronda. Antes de llegar a esta ciudad histórica, el senderista podrá disfrutar de la impresionante Sierra Hidalga, cuya ladera norte está cubierta de densos bosques de encinas y abetos, creando un contraste espectacular con las rocas calizas que dominan el paisaje.
Finalmente, tras atravesar el arroyo de los Lanceros y encaramarse al pequeño puerto de Bilbao, la ruta se acerca a su fin. Unas últimas curvas nos conducen al emblemático puente del arroyo de la Toma y, poco después, llegamos a la pasarela de la Libertad de Ronda, un nombre que simboliza la recompensa tras un esfuerzo considerable, y que nos recuerda que, en el senderismo, la libertad se encuentra en cada paso que damos.
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