Manuel Navarro Agulló | Director de Agua para Agricultura de Acciona

Agua desalada en tiempos de sequía

Pantano de La Viñuela.

Pantano de La Viñuela. / Javier Albiñana

A Axarquía nació por el agua. Por la mar que trajo a sus primeros moradores fenicios y por el río que permitió desarrollar la vida. La comarca tiene 220.000 habitantes y una extensión de 100.000 hectáreas y hoy en día es un importante polo económico sustentado en la agricultura, la pesca y el turismo. El pueblo fenicio aportó el comercio y se fue complementando con la agricultura y la pesca. En la segunda mitad del siglo XX se produjo su mayor crecimiento con la llegada del turismo y la implantación de la agricultura de regadío.

El Plan Nacional de Regadío del Guaro puso en marcha el embalse de la Viñuela aportando el agua necesaria para las nuevas actividades agrícolas y de ocio. La disponibilidad de agua es lo que permitió dar un gran impulso social y económico a la comarca. Así, se inició una etapa de agricultura de alto valor añadido con la incorporación de frutales subtropicales al amparo de su microclima (aguacate, mango), así como la hortofrutícola de invernadero. Se activó el sector de la comercialización en el mercado nacional y europeo, ganando en competitividad con respecto a los productos latinoamericanos o sudafricanos. La frescura del producto de km 0 se convirtió en una opción sin competencia.

Aunque el embalse de la Viñuela tiene una cuenca receptora relativamente pequeña, el descenso continuado de las precipitaciones debido al cambio climático ha provocado que en solo dos ocasiones se haya llenado. El cambio climático en el que estamos inmersos es una realidad objetiva que la ciencia ya no pone en duda y ni siquiera los líderes políticos más escépticos. En la zona que nos ocupa, el cambio climático se traduce en un menor volumen de agua almacenado.

La escasez de agua superficial ha llevado a la sobreexplotación de los acuíferos extrayéndose más agua de la que alimenta al acuífero con lo que el nivel freático disminuye inexorablemente. La Administración Autonómica, competente en la depuración de aguas residuales, ha ido ejecutando obras para la reutilización de las aguas regeneradas. Por su parte los agricultores también han realizado importantes inversiones en bombeos y balsas para almacenar el agua para la época de riego. Pero, todo ello no llega a cubrir las necesidades actuales.

La solución nos la trae la desalinización de agua de mar. Esta tecnología, madura, eficiente y limpia, ha transformado el paradigma del agua dulce. El ser humano es capaz de producir toda el agua dulce que necesite de una forma sostenible. El proceso de ósmosis inversa, necesario para este tipo de procesos, necesita energía. En la actualidad, todas las desalinizadoras usan energía eléctrica renovable, procedente de fuentes solares, eólicas o hidráulicas, evitando así la emisión de gases efecto invernadero. La salmuera (agua de mar con el doble de sal) se devuelve al mar diluyéndose a través de múltiples difusores impidiendo así afectar a la flora y fauna marina.

Las instalaciones desalinizadoras de agua de mar (IDAM) se pueden emplazar allá donde sea necesario incrementar el volumen de agua dulce y ocupan espacios reducidos. El período de maduración de un proyecto de una IDAM está entre tres y cinco años y es la alternativa al abastecimiento urbano en zonas de estrés hídrico y al riego agrícola en cultivos de alto valor añadido. Una vez más, La Axarquía seguirá desarrollando su economía gracias al agua dulce aportada por la IDAM que la Junta de Andalucía sacará a concesión próximamente en beneficio de las Comunidades de Regantes y la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Oriental.

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