Málaga

Alemania no pudo con ellos

  • La empresa malagueña Frunet fue acusada injustamente hace tres años de exportar al país germano pepinos con una bacteria de 'E.coli' que provocó una veintena de muertes Pidió 2,4 millones por daños y perjuicios al gobierno de Hamburgo y el juicio empezó hace un mes

Hace justo tres años a Antonio Lavao se le vino el mundo encima sin comerlo ni beberlo y se planteó, incluso, cerrar su empresa pese a que era una próspera compañía exportadora de productos ecológicos agrícolas. En el norte de Alemania fallecieron varias personas por un brote de E.coli y las autoridades de Hamburgo, ni corta ni perezosas, le echaron la culpa a los pepinos españoles y, más concretamente, a una partida que venía de la empresa malagueña Frunet, ubicada en Algarrobo. Le hicieron todo tipo de pruebas al producto y, al final, los alemanes tuvieron que reconocer que se habían equivocado. Pero el daño ya estaba hecho y la imagen de Frunet y del sector hortofrutícola estaba por los suelos. Tres años después, Antonio Lavao asegura a este diario que todo aquello ya es historia y que la empresa va viento en popa, hasta el punto que ha diversificado sus líneas de negocio y factura 20 millones de euros, siete más que cuando estalló la conocida como crisis del pepino en 2011.

No obstante, el tema aún colea. Frunet le puso una demanda al gobierno de Hamburgo y el juicio empezó el mes pasado, lo que da muestra de que la justicia alemana tampoco brilla por su rapidez. La firma malagueña puso una querella por daños y perjuicios y reclama 2,4 millones de euros. En estos momentos están analizando el caso tres jueces en la corte de Hamburgo y nadie sabe lo que pasará. Lavao no lo ve claro. "No es un juicio sobre si tenemos o no razón, que la tenemos, sino que lo que se juzga es si tenemos derecho a recibir una indemnización teniendo en cuenta su legislación", apunta.

La demanda se la está llevando el mismo despacho de abogados de Berlín que contrataron cuando se inició el escándalo, llamado Linden Partners, y esperan conseguir una sentencia en los próximos meses. "Si fuera un caso entre dos empresas ya se habría llegado a un acuerdo, pero al ir contra el Estado es más difícil ya que tendrían que pagar la indemnización con dinero público y los ciudadanos alemanes exigirían que se buscara a los culpables. Se niegan a llegar a cualquier acuerdo y nosotros vamos a pelear hasta el final porque no es un tema económico sino de justicia", comenta Lavao. "Si perdemos nos costará el dinero de los abogados, pero lo gordo no es eso. Si no lo intentamos no lo logramos. Nos hicieron un gran daño, hay un responsable y tiene que pagar por ello. La gente tiene que entender que este tipo de cosas no se pueden hacer", añade el propietario de Frunet, quien está convencido de que "fue un error a sabiendas, es decir, trataron de desviar la atención echándole la culpa a otros".

La firma axárquica es la única que denunció al gobierno de Hamburgo y eso tampoco ayuda, ya que si se Frunet gana el juicio se abre la veda para que también pongan querellas muchas otras empresas que sufrieron pérdidas importantes pero que prefirieron no acudir a la vía legal.

En cualquier caso, el juicio no le quita el sueño a Lavao. De hecho, asegura que "aquello prácticamente se me ha olvidado" aunque aún muestra su sorpresa por cómo transcurrieron los hechos. "A Hamburgo solo habíamos enviado dos palés de pepinos y la probabilidad de que les pasara algo era ridícula, era la misma de que te caiga un rayo porque si hubiera habido algún problema habría aparecido en todos nuestros pepinos y no solo en los de Hamburgo", indica.

No obstante, Lavao reconoce que lo pasaron fatal, tanto desde el punto de vista empresarial como personal, desde el 25 de mayo de 2011, el día en el que les acusaron formalmente de ser los culpables de llevar a Alemania el brote de E.coli, hasta el 1 de junio, cuando la consejera de Sanidad de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storks, dijo públicamente que los pepinos españoles eran inocentes. La política germana no pidió perdón por poner en el disparadero a todo un sector, pero la tensión se relajó y, poco a poco, se fue olvidando el tema.

Pero esa semana fue terrorífica. Decenas de medios de comunicación españoles y alemanes hacían guardia en la puerta de la nave de Frunet y sufrieron dos inspecciones: una de técnicos de la Junta de Andalucía, y otra de empleados de una empresa alemana especializada en controles de calidad que se personaron en la fábrica un sábado a las cinco de la mañana. Ninguno encontró nada punible.

"Nunca sabes como gestionar una crisis de este tipo. Aquel verano pensamos en cerrar la empresa, en cerrarla y abrirla con otro nombre, en poner otra marca... Al final decidimos no hacer nada de esto y seguir hacia delante", recuerda Lavao, quien acertó con la estrategia ya que, convencido de su inocencia, en cuanto recibieron las primeras críticas contrató a un gabinete de comunicación, Brunswick Group -el mismo que defendió la imagen de BP tras el vertido de petróleo en México- y, junto al despacho de abogados, diseñaron un plan en el que apostaron por la transparencia y por dar la cara en todo momento para evitar cualquier tipo de suspicacia. El 3 de junio, dos días después de que el gobierno de Hamburgo reconociera su fallo, dieron incluso una rueda de prensa en esa ciudad germana ante todos los medios de comunicación alemanes en la que reiteraron su inocencia y tuvieron una amplia repercusión.

Ese despliegue les costó miles de euros que, unido a que sus ventas se desplomaron entre mayo y septiembre no solo en Alemania sino también en otros mercados, supuso un esfuerzo considerable. "Ese año perdimos mucho, pero afortunadamente estábamos saneados y no teníamos problemas financieros por lo que pudimos seguir", afirma.

Hoy en día, Frunet no solo tiene totalmente superada aquella crisis sino que es aún más fuerte. Estaban especializados en la venta de productos ecológicos como tomates, pimientos o calabacines -curiosamente el pepino era uno de los menos importantes en su cartera- y siguen con ellos. Además, han abierto una nueva línea de negocio y están comercializando frutos exóticos como el aguacate, el mango o la piña que ellos mismos producen en la costas de Málaga y Granada o que importan de otros países. Exportan el 85% de su producción a toda Europa -desde Francia hasta Ucrania-, tienen un centenar de empleados y cerraron el año pasado con una facturación de 20 millones de euros.

"Lo que no mata engorda. Hemos recuperado todo el terreno perdido y hemos crecido aún más. Lo de la crisis del pepino fue como un punto y aparte. Nos sirvió como una base sobre la que reconstruirnos y nos dio energía para resurgir", explica Lavao, quien agradece el apoyo que tuvo en esos momentos difíciles tanto de sus trabajadores como de la mayoría de proveedores y clientes, incluyendo a la competencia.

Hace tres años en Hamburgo no querían saber nada de las hortalizas españolas. El mayorista alemán que adquirió el lote que fue objeto de la investigación también estuvo a punto de cerrar por la presión de sus vecinos, aunque mantuvo el tipo y, desde hace un año, está otra vez comprando los productos de Frunet con total normalidad. Pasada la tempestad, los ciudadanos de Hamburgo están comiendo tomates, pimientos o pepinos producidos en Andalucía sin ningún tipo de problema. Muchos alemanes ni se acordarán de aquella crisis pero Frunet, pese a ser inocente, estuvo cerca de desaparecer. Ahora es casi una anécdota que volverá a ser noticia en toda Europa cuando se conozca la sentencia de la corte de Hamburgo. Ahí se verá si Frunet puede recuperar algo más que el orgullo, pero, al margen de lo que decidan los jueces, la empresa malagueña supo salir viva del infierno y eso les da confianza y serenidad para afrontar cualquier situación negativa.

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