Málaga

Antonio Banderas, doctor de un sueño hecho realidad

  • El actor pronunció ayer un emocionante y revelador discurso, bordado como confesión que ganó largos minutos de aplausos, en su investidura como honoris causa a manos de la UMA. Lea el discurso completo de Banderas en www.malagahoy.es

La investidura de José Antonio Domínguez Banderas como doctor honoris causa por la Universidad de Málaga (UMA) no podía ser una más. Y no lo fue, de hecho: la Escuela de Ingeniería Informática y de Telecomunicación, en el campus de Teatinos, custodia del mayor salón de actos de la institución académica, era en la tarde de ayer un hervidero de periodistas acreditados, tunos disfrazados de El Zorro, personalidades de las más diversas disciplinas y no pocos curiosos que veían el trasiego desde la barrera, detrás del protocolario cordón. Pero también lo fue por el contenido, además de las formas: Antonio Banderas brindó un discurso pleno de emoción, servido como una confesión que arrancó en las sesiones matinales del cine Echegaray en su infancia y concluyó con una declaración de principios de alta calidad ética que ganó largos minutos de aplausos. La conclusión, pasada la melopea, es que Antonio Banderas no es doctor tanto por sus méritos cinematográficos, que los tiene, sino por haber demostrado que se puede: por haber hecho de un sueño una realidad existencial y profesional.

Junto a la nueva familia universitaria del protagonista, su madre y numerosos allegados, el acto contó con la presencia del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el consejero de Cultura, Paulino Plata; el presidente de la Diputación, Salvador Pendón; la delegada provincial del Gobierno andaluz, María Gámez; y el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Bernardino León Gross. También estuvo entre los invitados la presidenta del PSOE-A y ex consejera de Cultura, Rosa Torres. Entre los representantes del mundo de la cultura acudieron el director del Festival de Málaga de Cine Español, Carmelo Romero, y dos notables compañeros de viaje de Banderas para El camino de los ingleses, el escritor Antonio Soler y el músico y productor Antonio Meliveo.

Tras la laudatio del doctor Carlos de las Heras, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (promotora del reconocimiento), Banderas procedió a la lectura de su discurso, a lo largo del cual supo romper el protocolo con la medida exacta, como quien anda muy experimentado en estas lides. Sus primeros compases, los correspondientes a la infancia, resultaron ya vivos, construidos más con imágenes que con ideas, aunque desnudo y directo a la hora de exponer sus intenciones: "Mirando aquella pantalla del cine Echegaray soñé con convertirme en alguno de aquellos personajes de leyenda, de vivir sus historias, soñé con entrar en aquella pantalla, soñé con cruzar al otro lado de aquel espejo. Lo que no podía intuir, lo que no alcanzaba ni siquiera a imaginar es que emplearía el resto de mi vida para que así fuera". Llegó después su periodo de formación y sus primeras experiencias teatrales en Málaga, con las lecciones de Guillermina Soto, la Escuela de Arte Dramático, el Teatro ARA con Amparo Rubio Argüelles y el grupo Dintel, que dirigía Miguel Gallego. Especialmente hilarantes fueron sus evocaciones de las representaciones del repertorio clásico en el Teatro Romano, a finales de los 70: "Se podría escribir un libro en clave de comedia sobre las situaciones e historias que se vivieron a la sombra de las hermosas murallas de La Alcazaba. Al no disponer allí de un espacio en el que cambiarnos, nos vestíamos, atrezábamos y maquillábamos en el Teatro ARA situado tras la plaza de toros de La Malagueta. El transporte hasta el teatro lo hacía cada uno como podía. Era impagable ver las caras de los ciudadanos malagueños cuando veían a dos centuriones romanos con minifalda tableada, coraza, capa, escudo y lanza, montados en un vespino, y lanzados a toda velocidad en pos de nuestra campaña teatral. Aunque la ley de entonces no te obligaba a ello, nosotros sí llevábamos casco, y encima del casco, movido por el viento, un gran penacho que ya quisiera para sí Cyrano De Bergerac".

Banderas continuó el relato de su trayectoria con el viaje a Madrid "el 3 de agosto de 1980, con 15.000 pesetas en el bolsillo y una maleta cargada de expectativas" y las penurias posteriores, con un primer año muy difícil, hasta que Lluís Pasqual confió en él para La hija del aire de Calderón de la Barca en una producción del Centro Dramático Nacional. Poco después conoció en el Café Gijón a Pedro Almodóvar, con el que volverá a trabajar próximamente después de 21 años de su último trabajo juntos (Átame) y al que dedicó con verdadera entrega casi la mitad de su discurso: "La vida me dio la oportunidad de situarme en primera fila para observar y contribuir con lo que había de constituir el nacimiento artístico de un director que no solo había de traer aire fresco al panorama cinematográfico nacional, sino que se cargó, literalmente, las anquilosadas estructuras que, con algunas honrosas excepciones, constituían este panorama". Y, con Almodóvar como gancho, remató una apasionada apología de la libertad creativa: "Cuando algunos creadores a través de la historia del cine se han plantado frente a las formas tradicionales y han propuesto una ruptura, han obligado al espectador a replantearse la manera de entender el hecho cinematográfico. La ruptura de las reglas, no ya sólo en el cine, sino en cualquier creación artística, produce al principio una reacción adversa, una resistencia casi genética a aceptar el nuevo camino, porque de una forma u otra somete al espectador y lo obliga a pensar más allá de los límites ya establecidos, atenta contra la comodidad intelectual. Eso es lo que define a Pedro Almodóvar. Propone un universo nuevo que choca con las convenciones tradicionales".

Emotivos fueron también sus recuerdos sobre su primer contrato en EEUU para Los reyes del mambo, en unas oficinas de la Warner Brothers en Nueva York: "Salí de allí y me puse a correr dando saltos de alegría. No parecía real, ¿cómo se habían atrevido a ofrecerme este trabajo? A mí, el alumno de Guillermina Soto, el romano con minifalda del vespino, el de las 15.000 pesetas, el que siempre había suspendido las clases de inglés". Y, de su consolidación en Hollywood, resultó revelador el relato sobre el empeño de Gabriel García Márquez, al que había conocido en una cena en México DF, para asistir al rodaje de La máscara de El Zorro: "Ver a todo un Premio Nobel convertirse en un niño, cómo se dibujaba en sus ojos una expresión familiar y reconocible, pues todos seguimos teniendo en nuestro interior el alma infantil de lo que una vez fuimos, eso fue impagable, me llenó de seguridad y me ratificó en el trabajo que andaba realizando". Tras el repaso a su experiencia como director y su regreso a Málaga para El camino de los ingleses, tuvo unas palabras singularmente hermosas para los estudiantes universitarios: "Amad profundamente lo que hayáis decidido hacer, creed en vosotros, creed que hay grandes satisfacciones en la dificultad, que el éxito es un estado íntimo, no os detengáis ante los profetas de bocas grandes y corazones pequeños, los sabios del no; no perdáis un segundo con aquéllos que dicen estar en posesión de la verdad pero que nunca se implicaron, ni les salpicó jamás el reconfortante líquido del error tras el intento fallido".

La rectora, Adelaida de la Calle, afirmó que con esta distinción la UMA "se suma al reconocimiento del cine como reflejo de la necesidad del ser humano de reproducir su entorno y expresar su imaginación". Y los sueños. Ambos comparten la misma materia.

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