Bebés a la carta

Bebés a la carta
Bebés a la carta
Celina Clavijo

17 de mayo 2014 - 01:00

En los últimos meses se han convertido en un auténtico fenómeno. No son de carne y hueso, pero su realismo es tal que al adquirirlos se habla incluso de adopción y no de compra. Se llaman reborn (en castellano, renacer o renacido) y son muñecos de vinilo que guardan un parecido absoluto con los bebés humanos. Tienen venitas, rojeces y hasta desprenden un olor similar al de un recién nacido. Su precio en el mercado ronda los 300 euros, aunque en función de los materiales que se utilicen y de si forman parte de una serie limitada pueden superar los 3.000. También los hay de segunda mano.

Susana Isoler, una de las creadoras que trabajan en la provincia de Málaga, afirma que estos muñecos de aspecto natural tienen fines terapéuticos para mujeres con problemas de depresión o dificultades para concebir. " Tuve dos clientas que habían sufrido un aborto y me encargaron uno porque ya tenían toda la ropita comprada. A veces se obsesionan mucho y no solemos aconsejar los reborn", recuerda.

También están dirigidos, según precisa esta mujer, a personas mayores que sufren alzheimer. "Ven indefenso al bebé y tratan de protegerlo. Así se obligan a llevar una rutina. Le ponen el pañal, lo peinan, le echan colonia y lo acuestan a dormir en su moisés como si fuera un niño de verdad", detalla.

En su caso, el arte del reborn ha sido el refugio idóneo para sortear los efectos de la crisis. Tras varios años de esfuerzo, Susana ha logrado hacer de su hobby su modo de vida. "Trabajaba como esteticien y se me daba bien maquillar. Un día probé a hacer una muñeca para mí y la gente, al verla, me preguntaba si podía encargarme una. Puse un anuncio y ahora es cuando más pedidos tengo. Muchas madres me piden réplicas a partir de las fotos de sus hijos de cuando eran pequeños. La pintura viene perfumada con olor a bebé para que sea aún más realista", agrega.

Los reborn son auténticas piezas de coleccionista. No hay dos iguales. Pero en su afán por lograr que sus creaciones sean aun más exclusivas, Susana tiene la costumbre de tatuarles un lunar en una zona que no se observe a simple vista. El tono de piel, que al igual que el color de pelo y de ojos también puede personalizarse, es otra de sus señas de identidad. "Hay quien pide que sea negrito o parezca oriental. Algunos se interesan también por el largo de las pestañas y deciden si quieren que lleve coloretes. Pueden tener incluso apariencia de prematuros. Me gusta que tengan sus piernas enteras y no de tres cuartos", explica.

El realismo que destilan sus muñecos es tal que en más de una ocasión los han confundido con bebés de carne y hueso. "Una familia vino a recoger su reborn y ya de vuelta lo sentó en el asiento delantero del coche. Un hombre mayor se acercó enfurecido creyendo que era de verdad; nos reímos mucho. A otras clientas les han preguntado también qué tiempo tiene su niño e incluso le han llegado a sacar parecido con su marido", cuenta Susana.

Así, no es de extrañar que estos productos artesanales, cuyo origen se remonta a la Segunda Guerra Mundial, encabecen varias de las listas de peticiones de niñas que estos días hacen su Primera Comunión, aunque el destinatario final, sin embargo, suele ser otro. "El que se enamora de la muñeca realmente es el adulto, no el niño. Dos clientas me han comprado varias para su colección", resalta Victoria Camacho, otra de las artistas que lleva más de cinco años dedicándose en Málaga al arte del reborn a través del portal web victoriacamacho.com, en el que Betty, Marina, Beatriz, Irina, Diego, Pepita y Simón, nombres que ella misma ha puesto a sus creaciones, están disponibles. "Se adoptan, no se compran. Llevan, de hecho, un certificado de adopción en el que indicamos el peso, la estatura y cómo se van a llamar", concreta la artesana.

Fue al cumplir los 50 cuando decidió aprender a modificar muñecos de vinilo hasta conseguir darles el aspecto real de un bebé. Y para ello acudió a los cursos que impartía la empresa Angelitos Dulces en Sevilla, una de las más antiguas que en España se dedica al diseño del reborn. Su éxito le permitió vender el primer año los más de 20 muñecos que había creado.

Las primeras modelos en que se inspiró, según cuenta, fueron sus sobrinas. "Quedaron iguales. Eran preciosas. Se trata de buscar un molde ya hecho que se parezca a la persona que se quiere imitar. Nosotras pintamos las muñecas, no las fabricamos. Tuneamos la base como si fuera de escayola, pero en realidad es vinilo", precisa Victoria, quien considera que esta práctica "es, sobre todo, de chicas".

El coste de los materiales, afirma, es muy elevado, por lo que siempre se ha visto obligada "a venderlos mucho más baratos" respecto al precio de mercado. "Un muñeco, en su bolsita de plástico y sin ni siquiera estar pintado todavía, puede valer unos 70 euros. Lo que he ganado me ha servido para comprar otro molde y no para obtener ganancias", indica Victoria.

Salomé Barquero, que vive en el municipio malagueño de Alameda, es una de las que clientas ha invertido 300 euros en un muñeco reborn como regalo de Comunión de su hija de 10 años. "Es el producto estrella para las niñas. Ahora están de moda y la mía lo ha elegido a su gusto. Quería que se pareciera a su prima y lo hemos conseguido, aunque se pueden personalizar de mil formas diferentes", explica la mujer, quien asegura que en su casa están "todos encantados" con la nueva adquisición.

El peso, 2,4 kilos, es similar al de un recién nacido. Y como a veces el realismo no tiene límites, como si de un bebé se tratara, es necesario sostenerle la cabecita. "Noto que incluso mi hija mayor, que tiene 14 años y está bastante espabilada, tiene la sensación de que es de verdad. Conozco casos de personas con trastornos que se han beneficiado de sus fines terapéuticos y hasta los han utilizado en residencias de ancianos", señala.

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